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—Olvida que los cerebros de las máquinas son artefactos que deben ser fabricados —dijo la unidad—. Piensa en la creación del cerebro de una máquina o un ordenador electrónico guiándote por la imagen de un cerebro humano. Se puede empezar con unas cuantas células, tal y como hace el embrión humano. Las células se multiplican y van estableciendo conexiones poco a poco. Basta con que sigas añadiendo nuevos componentes y hagas las conexiones relevantes, y si deseas seguir el desarrollo exacto de un ser humano a través de sus distintas etapas puedes ir estableciendo las mismas conexiones que se dan en su cerebro.

»Tendrías que limitar la velocidad de los mensajes transmitidos por esas conexiones a una fracción minúscula de su velocidad electrónica normal, naturalmente, pero eso no sería demasiado difícil, como tampoco lo sería hacer que esos componentes parecidos a las neuronas tuvieran un comportamiento interno idéntico al de sus equivalentes biológicos y dispararan sus propios mensajes guiándose por los distintos tipos de señales que recibieran. Todo eso resulta comparativamente sencillo de lograr… Ese incremento gradual de complejidad te permitiría imitar el desarrollo de un cerebro humano, y también podrías imitar sus emisiones y lo que sale de él. Un embrión puede tener la experiencia del sonido, el tacto e incluso de la luz dentro del útero, y tú podrías enviar señales similares a ese equivalente electrónico que estás desarrollando. Podrías fingir la experiencia del nacimiento y utilizar cualquier grado de estimulación sensorial preciso para engañar a tu artefacto naciéndole creer que estaba teniendo la experiencia de tocar, saborear, oler, oír y ver todo lo que tu ser humano real está en condiciones de conocer mediante sus sentidos (y, naturalmente, también podrías tomar la decisión de no engañarle y de proporcionarle la misma entrada de datos sensoriales genuinos y de una calidad idéntica a los que la personalidad humana estaba experimentando en cualquier momento dado).

»Bien, la pregunta que quiero hacerte es la siguiente… ¿Dónde está la diferencia? El funcionamiento de ambos cerebros es idéntico y responderán a los estímulos con un grado de correspondencia mayor que el que encontramos incluso en el caso de los gemelos monocigóticos. Teniendo en cuenta eso, ¿cómo podemos seguir llamando entidad consciente a uno y meramente máquina al otro?

»Zakalwe, tu cerebro está compuesto por materia que ha sido organizada para que forme un conjunto de unidades de proceso, almacenamiento y manejo de información. La evolución de esa materia ha sido regulada por tu herencia genética y por la bioquímica del cuerpo de tu madre primero y del tuyo posteriormente, así como por las experiencias que has ido viviendo desde poco tiempo después de tu nacimiento hasta el momento actual.

»Un ordenador electrónico también está compuesto de materia, pero la organización de esa materia es distinta. ¿Qué tiene de tan mágico el funcionamiento de las inmensas y lentas células del cerebro animal para que les permita autodeclararse conscientes y, al mismo tiempo, pueda negar una distinción similar a un artefacto más rápido y más refinado de un poder equivalente, o incluso a una máquina construida de tal forma que funcione con el mismo grado de lentitud y torpeza?

»¿Hmmm? —preguntó la máquina. Los campos de su aura se iluminaron con el color rosa que ya estaba empezando a identificar como su forma de expresar la diversión—. A menos que desees invocar la superstición, naturalmente… ¿Crees en los dioses?

—Nunca he tenido esa inclinación —dijo él, y sonrió.

—Bueno, entonces… ¿qué responderías? —preguntó la unidad—. Esa máquina a imagen humana de la que he estado hablando… ¿es consciente o no?

Bajó la mirada y estudió sus cartas.

—Estoy pensando en ello —dijo, y se rió.

* * *

A veces veía otros alienígenas (es decir, se percataba de que eran alienígenas cuando las diferencias resultaban lo bastante obvias e imposibles de pasar por alto. Estaba seguro de que algunos de los humanos con los que se encontraba cada día no eran gente de la Cultura, aunque no había forma de saberlo sin preguntárselo. Alguien que iba vestido como un salvaje o llevaba un atuendo que estaba claro no pertenecía a las modas de la Cultura podía haber decidido vestirse así sencillamente porque le apetecía o porque iba a una fiesta…, pero el VGS también albergaba miembros de especies obviamente distintas a la suya).

—¿Sí, joven? —dijo el alienígena.

Tenía ocho miembros, una cabeza esférica con dos ojos diminutos, un aparato vocal curiosamente parecido a una flor y un cuerpo casi esférico de gran tamaño cubierto por una fina capa de vello de color rojo y púrpura. Su voz estaba compuesta por los chasquidos que surgían de su boca y las vibraciones casi subsónicas que emitía su cuerpo, y el pequeño amuleto que colgaba alrededor de su cuello se encargaba de traducir lo que decía.

Le preguntó si podían hablar un rato y el alienígena le indicó que ocupara el asiento situado delante del suyo en la mesa de la cafetería junto a la que había pasado por casualidad cuando el alienígena estaba hablando de la sección de Circunstancias Especiales con un humano que se había marchado enseguida.

—Está dispuesto en capas —replicó el alienígena cuando le hizo su siguiente pregunta—. Un núcleo minúsculo de Circunstancias Especiales, un cascarón de Contacto y una ecosfera tan vasta como caótica que abarca todo lo demás. Es algo parecido a… ¿Vienes de un planeta?

Asintió. La criatura contempló su amuleto esperando que le tradujera el gesto que había utilizado —no se parecía mucho al que la Cultura definía con la palabra «asentimiento»—, y siguió hablando.

—Bueno, es como un planeta sólo que el núcleo es muy, muy pequeño, y la ecosfera es mucho más abigarrada y menos fácil de distinguir que la capa de atmósfera que envuelve a un planeta. Una gigante roja quizá fuese una comparación bastante más adecuada… Pero en última instancia lo indudable es que nunca llegarás a conocerles porque estarás en Circunstancias Especiales, igual que yo, y sólo podrás conocerles como la fuerza colosal e irresistible que está detrás de ti. Las personas como tú y como yo somos el filo. Con el paso del tiempo acabarás teniendo la sensación de ser un diente más en la sierra más enorme de toda la galaxia.

El alienígena cerró los ojos, agitó sus ocho miembros con una considerable energía y emitió un crujido con lo que le servía de boca.

—¡Ja, ja, ja! —dijo el amuleto sin demasiado entusiasmo.

—¿Cómo has sabido que tengo algún tipo de relación con Circunstancias Especiales? —preguntó él reclinándose en su asiento.

—¡Ah! Mi vanidad desearía que me limitara a afirmar que lo he adivinado, lo cual demostraría lo listo que soy, pero… Oí comentar que había un nuevo recluta a bordo —replicó el alienígena—, y también oí comentar que era un macho de tipo básicamente humano. Tú… desprendes el olor adecuado, si me permites utilizar esa expresión. Y aparte de eso… Bueno, has estado formulando las preguntas correctas.

—¿Y tú también trabajas en CE?

—Pronto llevaré diez años promedio trabajando para ellos.

—¿Crees que debería hacerlo? Me refiero a trabajar para ellos…

—Oh, sí. Supongo que siempre será mejor que lo que has abandonado, ¿verdad?

Se encogió de hombros mientras recordaba la ventisca y el hielo.

—Supongo que sí.

—Te gusta… luchar, ¿verdad?

—Bueno…, a veces —admitió él—. Dicen que se me da bastante bien, aunque yo aún no estoy muy convencido de que tengan razón.

—Nadie gana siempre, amigo mío —dijo la criatura—. Al menos no gracias a sus capacidades intrínsecas, y la Cultura no cree en la suerte o, por lo menos, no cree que la suerte sea transferible. Supongo que tu actitud debe gustarles. Je, je, je…