Encontraron una mesita vacía pegada a un mamparo. El doctor se limpió la nariz y alisó la inmaculada tela de su traje.
—Bien, Sherad…, ¿qué le trae por aquí?
—Bueno…, Stap —dijo él en voz baja—. La verdad es que estoy viajando de incógnito, por lo que le agradecería que no…, que no me hiciera mucha publicidad, ¿comprende?
—¡Por supuesto! —dijo el doctor Stap asintiendo entusiásticamente con la cabeza. Miró a su alrededor poniendo cara de conspirador y se inclinó unos centímetros más sobre la mesita—. Mi discreción es ejemplar. Yo también he tenido que hacer algunos viajes sin llamar la atención. —Enarcó las cejas—. Si puedo ayudarle en algo basta con que me lo diga.
—Es usted muy amable.
Alzó su copa y los dos brindaron por un viaje sin problemas.
—¿Va hasta el final del trayecto? —preguntó Stap.
—Sí —dijo él asintiendo con la cabeza—. Yo y mi acompañante vamos a Breskial.
El doctor Stap sonrió y asintió.
—Ah. Una relación de negocios, ¿eh? Ah…
—No, doctor, no es el tipo de «relación de negocios» en la que está pensando. Viajo con un caballero de edad bastante avanzada y ocupamos camarotes separados… Aunque, naturalmente, preferiría que esas tres aclaraciones que acabo de darle fueran todo lo contrario a lo que son en realidad.
—¡Ja! —exclamó el doctor—. ¡Sí, lo comprendo!
—¿Otra copa?
—¿Crees que sabe algo? —preguntó Beychae.
—¿Qué puede saber? —Se encogió de hombros y echó un vistazo a la pantalla incrustada en la puerta del camarote de Beychae—. ¿Has visto algo sobre nosotros en las noticias?
—Nada —replicó Beychae—. Dijeron algo sobre un ejercicio de seguridad en todos los puertos y terminales, pero no hubo ninguna referencia directa a ti o a mí.
—Bueno, no creo que la presencia del doctor vaya a significar que correremos un peligro mucho más grande del que ya estábamos corriendo.
—¿Y como cuánto de grande era ese peligro al que te refieres?
—Me temo que demasiado grande. Tarde o temprano acabarán averiguando lo que ocurrió, y no hay forma humana de que lleguemos a Breskial antes de que lo averigüen.
—Entonces…
—Entonces, y a menos que se me ocurra alguna forma de salir de este lío, la Cultura deberá permitir que nos devuelvan allí o se verá obligada a tomar el control de esta nave, lo cual sería muy difícil de explicar y dejaría bastante dañada tu credibilidad.
—Si decido hacer lo que quieres que haga, Cheradenine.
Volvió la cabeza hacia el anciano con el que estaba compartiendo la angosta litera del camarote y le contempló en silencio durante unos momentos antes de responder.
—Oh, claro… —dijo por fin—. Sí.
Hizo varios recorridos de la nave y descubrió que le parecía demasiado pequeña y repleta de gente, aunque eso quizá fuera porque se había acostumbrado a viajar en las naves de la Cultura. Había planos de la nave disponibles en las pantallas de a bordo y los estudió concienzudamente, pero los planos sólo servían para no perderse y le proporcionaron muy poca información útil sobre las formas de averiar la nave o apoderarse de ella. Había observado atentamente las idas y venidas de la tripulación, y acabó llegando a la conclusión de que el acceso a las zonas reservadas se realizaba mediante comparaciones de voz y/o estructura de la mano.
Había muy pocas sustancias inflamables a bordo y ninguna que pudiera estallar, y la mayor parte de los circuitos eran ópticos, no electrónicos. Estaba seguro de que el Xenófobo habría podido conseguir que el clíper Osom Emananish bailara y cantara con el equivalente de una mano atada a la espalda en términos de sistemas efectores incluso estando en otro sistema estelar, pero sin el traje de combate o alguna clase de arma se las vería y se las desearía para hacer algo si y cuando llegara el momento de ponerse en acción.
El clíper seguía deslizándose lentamente a través del espacio. Beychae no salía de su camarote, y mataba el tiempo durmiendo o poniéndose al día mediante los noticiarios que veía en la pantalla.
—Tengo la impresión de que he cambiado una forma muy sutil de encarcelamiento por otra, Cheradenine —observó el día después de la partida cuando le trajo la cena.
—Tsoldrin, no es necesario que te conviertas en un ermitaño. Si quieres salir del camarote puedes hacerlo. Que no te dejes ver disminuye un poco el peligro que corremos, pero… Bueno, no creas que eso cambia mucho las cosas.
—Oh, puedo soportarlo —dijo Tsoldrin cogiendo la bandeja y levantando la tapa para inspeccionar su contenido—. De momento no me cuesta demasiado engañarme fingiendo que las noticias y los programas de actualidad son mi material de investigación, por lo que no me siento como un prisionero. —Dejó la tapa sobre la mesa—. Pero un par de semanas encerrado en este camarote… Quizá sea pedirme demasiado, Cheradenine.
—No te preocupes —dijo él en un tono de voz algo abatido—. Dudo que debas pasar tanto tiempo aquí dentro.
—¡Ah, Sherad!
El doctor Stap se materializó junto a él un día después cuando acababa de unirse al grupo de pasajeros inmóvil delante de la pantalla principal del salón de recreo para contemplar la imagen aumentada que mostraba un impresionante gigante gaseoso de un sistema cercano. El hombrecillo le cogió del codo.
—Esta noche celebraré una pequeña fiesta privada en el Salón Luz de Estrella. Será una de mis…, hum…, una de mis fiestecitas especiales, ¿comprende? Me preguntaba si usted y si ese misterioso acompañante suyo que nunca sale del camarote querrían asistir.
—¿Le dejan celebrar ese tipo de fiestas a bordo? —preguntó él, y se rió.
—Sssh, buen señor, se lo ruego… —dijo el doctor tirando de él y alejándole del grupo de pasajeros—. La naviera y yo llegamos a un acuerdo hace mucho tiempo. Mi máquina está considerada como equipo médico de importancia primaria.
—Eso suena a caro. Debe de cobrar mucho, doctor.
—Oh, hay una pequeña transacción monetaria previa, naturalmente, pero le aseguro que el desembolso entra dentro de lo que pueden permitirse la mayoría de personas cultivadas, y puedo asegurarle que gozarán de una compañía muy distinguida y exclusiva y, como siempre, de la más absoluta discreción.
—Gracias por la oferta, doctor, pero me temo que no asistiremos.
—Es el tipo de oportunidad que sólo se presenta una vez en la vida, y en su caso ya es la segunda vez. Tiene usted mucha suerte, ¿sabe?
—Estoy seguro de ello. Quizá si se presenta por tercera vez… Discúlpeme. —Le dio una palmadita en el hombro—. Oh, ¿quiere que tomemos una copa juntos antes de su fiesta?
El doctor meneó la cabeza.
—Me temo que estaré demasiado ocupado con los preparativos, Sherad —dijo en un tono de voz algo quejumbroso—. Es una gran oportunidad —añadió obsequiándole con su sonrisa repleta de dientes.
—Oh, ya me doy cuenta de ello, doctor Stap.
—Eres un hombre muy malo.
—Gracias. He necesitado años de práctica y diligencia para llegar a serlo.
—Apostaría a que sí.
—Oh, no… Vas a decirme que eres toda inocencia. Lo veo en tus ojos. Sí, sí, está ahí… ¡La pureza! Reconozco los síntomas, pero… —Le puso una mano en el brazo—. No te preocupes. Puede curarse.
Ella le apartó la mano, pero la presión fue tan suave que casi resultó imperceptible.
—Eres terrible. —Los dedos que habían apartado su mano le rozaron el pecho durante una fracción de segundo—. Eres malo.