Observándolos bailar, Kasey tuvo que admitir que hacían una hermosa pareja. Jordan, alto y moreno, y Desiree, rubia y con un encantador aspecto de fragilidad.
Y sólo parecían tener ojos el uno para el otro. Jordan apenas movía los labios mientras hablaba con su pareja. Desiree le rodeaba el cuello con los brazos.
Luego la pareja de Kasey dio un giro, de modo que ella ya no pudo seguir mirando a Desiree y a Jordan. Se dio cuenta de que sólo los había visto durante algunos segundos y, sin embargo, el tiempo parecía haberse detenido, permitiendo que la imagen de la pareja quedara marcada de forma indeleble en su memoria.
– Kasey… ¿Kasey? -Greg tuvo que repetir su nombre para que se diera cuenta de que estaba a su lado.
– Oh, Greg… lo siento, no sé en qué estaba pensando -pero una vocecilla interior se burló de ella; sabía muy bien en qué estaba pensando.
– ¿Me concede este baile? -pidió Greg con voz grave y al verlo tan tenso y demacrado, ella se ablandó y aceptó.
Greg bailaba con menos gracia que Jordan, y Kasey tuvo que concentrarse en los pasos para dejar de hacer comparaciones.
– Ha sido una bonita ceremonia -comentó Greg con voz dura.
– Sí -Kasey sufrió otro acceso de remordimiento. Pero, ¿por qué tenía que sentirse culpable?-. ¿Cómo van tus planes de matrimonio?
– Bien. No será tan impresionante como esta boda, claro. El padre de Paula no está bien de salud, de modo que ella ha pensado que una fiesta por todo lo alto sería demasiado para él -dirigió su melancólica mirada a Kasey-. ¿Vendrás? -la miró fijamente y se detuvo, como si hubiera olvidado que estaban bailando.
– Sí -respondió ella, vacilante.
La boda de Greg. ¿No era ésa la única razón de aquella farsa? Por supuesto. Sólo por eso se había casado con Jordan.
– Iremos Jordan y yo -añadió con firmeza y Greg se sobresaltó.
– Kasey, esta boda debería haber sido la nuestra.
– ¡Greg, por favor!
– Pues sí, debería haber sido… Debería haber hecho el amor contigo la otra noche en tu apartamento -se detuvo y apretó los labios con rabia-. ¡Dios mío! Sólo de pensar que te va a poner las manos encima me entran ganas de pegarle.
Kasey lo miró sorprendida ante la vehemencia de su tono. Sacudió la cabeza.
– No te entiendo, Greg, de verdad no te entiendo. Pensaba que te conocía, pero no es así. ¿Cómo puedes…? -sacudió la cabeza-. Esta situación es obra tuya -concluyó con serena amargura.
Greg volvió a apretar los labios y masculló algo ininteligible.
– No puedo soportar esta situación, eso es todo. No me gusta verte con ese vestido y casada con ese pedante.
– Ya es suficiente, Greg.
– ¿Por qué te has casado con un hombre así?
Kasey endureció su corazón herido.
– Porque me he enamorado de él.
Greg entrecerró los ojos y negó con la cabeza.
– No. No, Kasey, no te creo. Lo has hecho por despecho, ¿verdad? Para hacerme sufrir. Para presentarlo ante mí como lo que yo nunca he podido ser…
– Greg…
– Dinero… ésa es la verdadera razón, ¿verdad? Y posición. Pues bien, no creo que tu matrimonio dure. No puedes ser feliz con un matrimonio de este tipo.
– ¿Y qué tipo de matrimonio es? -preguntó Kasey en tono glacial.
Greg sonrió con cinismo.
– Un matrimonio de alta sociedad. Nunca te será fiel, Kasey. ¿Crees que va a renunciar al tipo de vida que ha llevado hasta ahora? Dentro de unos cuatro meses, te preguntarás por qué llega siempre tan tarde del trabajo. Estoy seguro de que las mujeres le acosan día y noche.
Kasey sintió que le flaqueaban las piernas. Pero en algo se equivocaba Greg, no se trataba de «mujeres» en plural, sino sólo de una.
– No eres su tipo -continuó Greg-. Tú buscas algo para toda la vida. Y te has entregado a un playboy.
– ¿No presupones demasiado? -le preguntó con frialdad y se separó de él-. Creo que ya es hora de que me vaya. Por allí veo a Paula deseando bailar contigo. Adiós, Greg -se apartó de él, con el corazón contrito, sabiendo que en ese momento soltaba amarras a todo un pasado, a sus sueños de infancia y adolescencia.
– Pareces una princesa de cuento, mi amor -suspiró Jessie, enjugándose una lágrima.
Kasey se miró al espejo mientras se quitaba el vestido de novia. Pero la imagen que le devolvió el espejo podía haber sido la de una extraña. No podía ser ella misma.
Y no lo era. Ya no existía Katherine Claire Beazleigh. Aquel día se había casado con Jordan Forsythe Caine, para bien o para mal. Se estremeció. Desde aquel día, sería Katherine Claire Caine. Reprimió una risa histérica. Su día de bodas todavía no había terminado. Tenía que seguir representando el papel de la novia feliz y radiante.
– Oh, mi niña -Jessie abrazó a la joven-. ¡Si tu madre pudiera verte ahora, estaría tan orgullosa!
Kasey devolvió con ternura el abrazo de la buena mujer. Intentó contener las lágrimas que acudían a sus ojos.
– Es un hombre muy guapo, mi niña -los ojos de Jessie también tenían un brillo sospechoso-. Tienes mucha suerte.
– ¿Tú crees? -preguntó Kasey-. Supongo que sí.
– Muchas mujeres te envidiarán por haberte casado con él -la anciana le palmeó el brazo.
– Lo sé -asintió Kasey con voz inexpresiva.
Jessie continuó:
– Cuando nos llamaste para decirnos que te casabas, temí que hubieras tomado una decisión apresurada, por despecho.
– Jessie, eso es una…
– Lo sé, mi niña, lo sé -Jessie levantó la mano-. Era una idea ridícula. Greg sólo fue parte de una fantasía infantil. Cuando abriste las alas y te encontraste con Jordan, te diste cuenta de que el verdadero amor es muy diferente de un capricho de adolescente. Y ahora que he conocido a tu marido… comprendo que es la pareja perfecta para ti.
Kasey miró a Jessie sin saber qué decir.
– No hay comparación posible, ¿verdad? Jordan es todo lo que Greg nunca habría podido ser.
– Pues, yo… Jordan… -Kasey sintió otra punzada de remordimiento cuando Jessie repitió casi literalmente las palabras que antes le había dicho Greg.
– Jordan parece tan dueño de sí mismo, tan viril, tan… ¡tan sensual! -Jessie rió de buena gana ante el estupor de Kasey-. No hay por qué avergonzarse de la verdad, Kasey. Pero no se trata sólo de su aspecto físico. A Greg le hace falta madurar, mientras que Jordan… ¿Qué puedo decir? Tú lo sabes mejor que yo: es todo un hombre.
Kasey tuvo que reconocer que Jessie no se equivocaba. Jordan era todo un hombre. Se estremeció y se obligó a pensar en Greg, pero por alguna razón no pudo conjurar su imagen, pues otra más poderosa ocupaba su lugar: la de Jordan.
– Jordan te cuidará.
Antes de que Kasey pudiera contestar, llamaron a la puerta y un instante después, Desiree Caine entró con desparpajo en el cuarto.
– ¿Ya te has cambiado? -preguntó la recién llegada, mirando a Kasey de pies a cabeza.
Jessie gruñó, dejando muy claro que la cuñada de Jordan no le caía bien.
– Será mejor que te vayas -dijo a Kasey-. Jordan te estará esperando.
– Todavía no ha terminado de cambiarse -repuso Desiree-. He mandado a las niñas afuera con David, y Jordan me ha pedido que viniera a ver cómo le iban las cosas a la desposada.
– Ya estoy casi lista -contestó Kasey, nerviosa.
– Puede usted seguir con sus cosas, Jessie -dijo Desiree agitando una delicada mano ante el ama de llaves-. Yo ayudaré a Kasey a terminar de cambiarse.
Hubo una silenciosa batalla de voluntades por un momento antes de que Jessie se dirigiera con desgana hacia la puerta, no sin dirigirle antes a Kasey una mirada muy elocuente.
Cuando Jessie cerró la puerta después de salir, Desiree se volvió y se apoyó contra ella:
– De modo que todo ha salido bien, ¿no? -comentó-. No hay nada como un sólido apoyo financiero, ¿verdad?