– Tengo el magnífico apoyo financiero de mi padre, aparte de una carrera muy lucrativa -declaró Kasey con calma.
– A muchos nos ha extrañado una boda tan inesperada -dijo la venenosa rubia mirando de manera intencionada el vientre plano de la recién casada.
– Jordan pensó que no tenía sentido esperar.
Apartándose un mechón de pelo de la frente con gesto elegante, Desiree soltó una carcajada.
– ¡Típico de Jordan! Es tan impulsivo…
– Si no me hubiera querido casar con él, no habría cedido a su «impulso».
– Claro, claro. Pero es un hombre atractivo, ¿no? Y rico… Jordan lo tiene todo. Siempre ha sido uno de los hombres más codiciados en nuestro medio -Desiree hizo una pausa y Kasey se puso tensa, esperando el zarpazo-. Por supuesto, Jordan y yo nos conocemos desde hace tiempo -dijo la rubia-. Antes de que yo conociera a David.
– Lo sé -dijo con toda la calma de la que fue capaz y fue recompensada con el parpadeo de asombro de su interlocutora.
– Oh -Desiree se recobró pronto-. Supongo que no es ningún secreto.
– No, no lo es -Kasey logró sonreír con desdén.
– Pues sí, Jordan y yo éramos inseparables -los ojos de Desiree se encontraron con los de Kasey, pero ésta logró que fuera la rubia la que bajara antes la mirada.
– Pero decidiste casarte con David -dijo Kasey con tono apacible.
– Sí -Desiree se apartó de la puerta-. David es un magnífico padre, pero como esposo es… pues… un poco aburrido.
Kasey se removió con irritación, harta del juego del gato y el ratón.
– Creo que debo irme -comenzó a decir mientras cerraba la maleta.
– No durará esta farsa matrimonial -indicó Desiree con desenfado-. Jordan no es muy fiel que digamos.
Kasey se puso tensa. Aquella era la segunda vez en menos de una hora que le vaticinaban el fracaso de su matrimonio y lo peor de todo era que, en el fondo, también Kasey lo creía.
– En primer lugar, Desiree, mi matrimonio con Jordan no es ninguna farsa. En cuanto a la experiencia amorosa de Jordan, yo seré la primera en beneficiarme de ella, como supongo reconocerás. ¿Quién quiere un marido que no sabe cómo complacer a una mujer?
– ¡Vaya, vaya! ¡Conque la gatita tiene zarpas! -Desiree esbozó una sonrisa desdeñosa-. Quizá te había subestimado.
– Probablemente -Kasey alzó la barbilla-. Y ya que has insistido en discutir sobre un tema tan delicado, puedo asegurarte que soy suficientemente mujer para complacer a mi marido. ¿Está claro?
– Más claro el agua.
Kasey respiraba con dificultad.
– Quizá yo también deba poner mis cartas sobre la mesa -continuó la rubia-. Jordan es mío… siempre lo ha sido y siempre lo será. Más vale que te acostumbres a la idea. Me basta con chasquear los dedos para que venga a mi encuentro. ¿Está claro? Aquello no podía estar sucediendo. Kasey sintió que se le contraía el estómago mientras se oía reír con aparente desparpajo.
– Lo siento, Desiree, pero no puedo tomarme esto en serio. Pareces… o, más bien, parecemos las protagonistas de una pésima telenovela.
La rubia la miró furiosa.
– Puedes reírte, pero ya veremos quién es la última que ríe. Todavía tengo varios ases bajo la manga. Jordan me ama, te lo aseguro.
– Entonces, ¿por qué no se ha casado contigo? -preguntó Kasey, harta de la desagradable escena.
– Porque… porque sabía lo mucho que David me quería y no quería herir a su hermano -dijo Desiree, insegura-. Ha sido una tortura tratar de reprimir nuestros sentimientos todos estos años. Pero en algunas ocasiones… pues… al fin y al cabo somos humanos. Por supuesto, David no sabe nada, no podría soportarlo -la pérfida mujer suspiró expresiva-. Pero ni Jordan ni yo queremos hacerle daño. Últimamente no se encuentra muy bien y ya sabes cómo le gusta a la gente hablar. Así que, por si llegaba a oídos de David, Jordan decidió casarse. Con quien fuera.
Kasey contuvo una exclamación de ira y los ojos de la rubia refulgieron con malévola satisfacción.
– Es cierto, querida -continuó-. Jordan necesitaba una cortina de humo hasta que resolviéramos las cosas.
– Una medida un poco drástica, ¿no te parece? -observó Kasey con sarcasmo.
– No obstante -Desiree miró a la joven en el espejo-. Jordan siempre vuelve a mí.
– Esta vez no -en ese momento Kasey quiso creer realmente sus propias palabras, sentir confianza en el amor de Jordan.
– Oh, vamos, querida -dijo Desiree con helado sarcasmo-, debo admitir que tienes cierto… encanto, pero… -recorrió a su interlocutora con mirada desdeñosa-, no puedes pensar sinceramente que un hombre como Jordan pueda preferir una mujer fría como tú a una mujer como yo.
– ¿Sabes una cosa, Desiree? Siempre he detestado que se utilice la palabra «perra» contra una persona de mi sexo, pero no cabe duda de que te mereces el calificativo más que nadie.
– Y no me podría importar menos lo que tú o cualquiera piense de mí -dijo Desiree mientras se dirigía hacia la puerta-. Siempre consigo lo que quiero, así que recuerda lo que he dicho. Jordan es mío. Le doy dos meses para que se canse de ti y venga a buscarme.
Para asegurarse de tener la última palabra, Desiree abrió la puerta y salió antes de que Kasey pudiera replicar.
Capítulo 5
Jordan conducía con destreza el lujoso automóvil. Después de un día soleado, había comenzado a caer una lluvia ligera, que se había hecho más intensa cuando habían salido de la ciudad y habían enfilado hacia las Montañas Azules.
Kasey permanecía en silencio, con las manos sobre el regazo.
– ¿Tienes frío? -la profunda voz de su marido la sobresaltó.
– No. Está lloviendo -añadió Kasey con tono distraído y Jordan emitió una risa suave.
– Así es -dijo-. En cualquier caso, debemos agradecer al tiempo que no haya habido las tormentas que habían pronosticado.
– Hmm -¿importaba eso?, se preguntó Kasey, cansada.
Jordan le dirigió una breve mirada antes de volver a prestar toda su atención a la carretera y le dio la mano.
– Pareces cansada. Ha sido un día largo, ¿verdad?
– Sí -Jordan no tenía ni idea de lo largo que había sido. Y todavía faltaba la noche, se dijo Kasey.
– ¿Preferirías que durmiéramos en un hotel en vez de ir directamente hasta la casa?
– Oh, no, estoy bien -se apresuró a decir Kasey-. No está muy lejos, ¿verdad?
– No mucho.
– Me comentaste que esa casa pertenecía a tu familia. Se obligó a entablar una conversación intrascendente. Cualquier cosa con tal de ignorar el contacto de los dedos de su esposo sobre su mano.
– Sí. Mi padre la construyó hace años, como refugio, supongo. Mi madre adora las Montañas Azules y los dos pasan largas temporadas aquí cuando mi padre quiere olvidarse de las presiones del negocio. ¿Conocías esta región?
– No -negó Kasey con la cabeza-. Cuando salíamos de Akoonah Downs, solíamos ir al mar. Después de estar en la granja, la playa nos parecía el paraíso.
– Lo comprendo. A nosotros nos pasa todo lo contrario. Vivir en la ciudad convierte las montañas en un sueño. La vista desde allí es majestuosa. La casa está situada sobre una meseta a unos doscientos veinticinco metros de altura.
Kasey se estremeció. Iba a estar sola con Jordan en un lugar alejado del mundo.
– ¿A qué distancia están los vecinos más cercanos? -preguntó con voz trémula.
– Como a medio kilómetro -dijo Jordan y la volvió a mirar-. Supongo que no te molestará que haya concedido a los Jensen, la pareja que cuida la casa, unos días de descanso, ¿verdad?
Kasey lo negó, pero en el fondo estaba aterrorizada. Apartó la mano de la de su esposo.
Iban por una serpenteante carretera y Jordan se concentró en conducir bajo la pertinaz lluvia. Al cabo de un rato, se desvió y llegaron a la casa de campo de la familia Caine.