Volvieron a caer en un incómodo silencio. Cuando por fin llegaron al hospital, Jordan aparcó el coche, salió rápidamente y se dirigió hacia el edificio. Kasey seguía acelerando el paso para alcanzarle. Subieron en el ascensor a la unidad de cuidados intensivos, donde estaba internado David.
Kasey vio inmediatamente a Desiree. Llevaba el mismo vestido que se había puesto para la boda y recorría el pasillo de la clínica de un lado a otro. Volvió la cabeza cuando Jordan y Kasey salieron del ascensor. Cuando vio a Jordan, gritó angustiada y corrió a refugiarse en sus brazos.
Kasey se quedó donde estaba, con el corazón paralizado y luchando con todas sus fuerzas para evitar un ataque de celos.
– Menos mal que has venido, Jordan -clamó Desiree casi sin aliento-. Ha sido horrible estar sin ti. ¡Odio los hospitales!
Jordan rodeó a su cuñada con los brazos, murmurando palabras consoladoras que Kasey no pudo entender. Después de un rato se apartó de Desiree.
– Tranquilízate, Desiree. Cuéntame lo que ha pasado.
– David no se encontraba bien en la boda. Lleva una temporada con problemas de salud. Yo pensaba que se trataba de algún mal pasajero -Desiree se secó una lágrima-. Ni siquiera ha querido bailar conmigo en la boda, y en cuanto os habéis ido ha dicho que quería irse a casa. Yo no voy mucho a fiestas, Jordan, ya no -continuó la rubia con tono quejumbroso-. Pues bien, David ha decidido llevarse a las niñas a casa y yo me he quedado un rato más en la fiesta. Oh, Dios mío, cuando le he visto, he pensado que estaba muerto. ¡Ha sido terrible! No sabía qué hacer.
– He corrido a casa de los vecinos y he despertado a Fred. Él le ha hecho la respiración boca a boca mientras yo te llamaba.
– ¿Qué ha dicho el médico? -preguntó Jordan con recelo, sin dejar de abrazar a su cuñada.
– Ha dicho que… ¡Oh, Jordan, no sé lo que ha dicho! Estaba fuera de mí -Desiree se aferró a los hombros del cuñado y éste la acarició con ánimo tranquilizador.
– ¿Has llamado a mis padres?
– Sí, en cuanto he llegado al hospital, pero no estaban en casa. Creo que iban a llevar a la tía Grace a su casa.
Jordan la soltó con suavidad y se dirigió a la sala de espera.
– Los médicos siguen con él -dijo Desiree mientras los tres iban a la sala de espera.
Las hijas de Desiree estaban allí. Lisa, la más pequeña, estaba dormida en una silla, mientras Shelley, la mayor, estaba sentada a su lado. Jordan masculló algo y se apartó de Desiree para acercarse rápidamente a la pequeña.
– ¡Hola, mi reina!
La niña se abrazó a Jordan con fuerza cuando éste la cogió en brazos.
– Papá está enfermo, tío Jordan -murmuró y una gruesa lágrima rodó por su mejilla.
– Lo sé, cariño, y ahora voy a ir a preguntarle al médico cómo está tu papá -la dejó en el suelo y le pellizcó cariñosamente la mejilla-. Espérame aquí con mamá. Volveré pronto.
Shelly asintió y Jordan pasó delante de Desiree sin decir palabra. La niña permaneció muy tiesa donde su tío la había dejado y Desiree volvió a recorrer la sala una y otra vez, incapaz de controlar sus nervios.
– Daría cualquier cosa por un cigarrillo. ¿No tendrás uno, por casualidad? -era la primera vez que parecía reparar en la presencia de Kasey.
– No, lo siento. No fumo -dijo Kasey mientras iba hacia la niña, y la cogía de la mano para llevarla otra vez a su asiento y sentarse a su lado.
– No fumas… era de suponer -masculló Desiree.
Kasey no hizo comentario alguno, le preocupaba más la niña que las impertinencias de su cuñada. Acarició a Shelly cariñosamente y la cogió en brazos.
– Tío Jordan no tardará -dijo la joven con suavidad.
– ¿Se va a curar papá, mamá? -preguntó Shelly a Desiree.
– ¡Ya está bien de preguntar! -Le espetó la madre con brusquedad-. Ya te he dicho que no sé. Cállate la boca.
Shelly se estremeció.
– Tendremos que esperar a que vuelva el tío Jordan, mi amor -murmuró Kasey en tono tranquilizador.
Y Jordan no tardó mucho. Cuando volvió a entrar en la sala miró inmediatamente a Kasey con expresión angustiada.
Desiree se volvió hacia su cuñado y Shelly también lo miró expectante.
Jordan se acercó a su sobrina.
– Papá está muy enfermo -dijo con suavidad acuclillándose frente a la niña-. Pero los médicos lo están cuidando.
– ¿Lo van a curar? -preguntó la pequeña.
– Sí, mi amor, lo van a curar -dijo Jordan, intentando contener las lágrimas.
– ¿Qué te han dicho los médicos? -preguntó Desiree con voz aguda.
Jordan se volvió para silenciarla con la mirada antes de volverse otra vez hacia su sobrina.
– Creo que sería buena idea que tú y Lisa os fuerais con tía Kasey a casa de la abuelita para que durmáis un poco.
– ¿Y tú qué vas a hacer, tío Jordan? ¿Vas a venir con nosotras?
– No, me voy a quedar aquí para acompañar a tu mamá.
La niña asintió con la solemnidad propia de los pequeños.
– Está bien. A mamá no le gusta quedarse sola.
Jordan le acarició la mejilla.
– Eres una niña muy buena. Mamá te va a llevar ahora a que bebas un poco de agua. Debes tener sed, ¿verdad?
Shelly asintió y se deslizó del regazo de Kasey cuando Jordan se incorporó. Desiree abrió la boca para protestar, pero la expresión sería de Jordan la hizo obedecer.
– ¡Maldita Desiree! -masculló Jordan cuando se quedó a solas con su esposa-. Estas niñas no deberían estar aquí -parecía muy cansado-. ¿Te molesta llevar a las niñas a casa de mis padres?
– Por supuesto que no -Kasey sacudió la cabeza-. ¿Cómo está tu hermano?
Jordan bajó la mirada.
– Mal, pero no tanto como creían los médicos al principio. Tendremos que esperar los resultados de los análisis -suspiró-. Voy a intentar hablar con mis padres antes de que te lleves a las niñas.
Poco después, Jordan acomodaba a las niñas en el coche, mientras Desiree abría el paquete de cigarrillos que había comprado de la máquina expendedora.
– Mis padres os esperarán en casa hasta que lleguéis, después vendrán hacia el hospital -le dijo Jordan a su esposa mientras ajustaba el cinturón de seguridad de Shelley.
Kasey puso en marcha el motor. Quería preguntarle a su marido cuándo se volverían a ver, pero la emoción se lo impidió. Se aferró con fuerza al volante para evitar que le temblaran las manos.
Jordan rodeó el coche para reunirse con Desiree.
– No tiene sentido que vengan tus padres al hospital -repuso Desiree-. No pueden hacer nada.
– Quieren venir -le contestó Jordan y se inclinó hacia el coche-. Conduce con cuidado, Kasey. Aunque a esta hora no habrá mucho tráfico. Y… Kasey -hizo una breve pausa-… lo siento.
– Sí -Desiree soltó una amarga carcajada-. No es la manera ideal de pasar la noche de bodas, ¿verdad? Espero que mi llamada telefónica no haya interrumpido nada.
Kasey le dirigió una mirada fulminante. Por el espejo retrovisor vio a Jordan coger a su cuñada del brazo y volver con ella al hospital.
Las luces estaban encendidas en la casa de los Caine. Los padres de Jordan salieron a recibir a Kasey cuando ella detuvo el coche. John Caine cogió en brazos a Shelley y la llevó adentro de la casa, mientras Kasey se encargaba de Lisa. Metieron a las niñas en la cama.
Margaret Caine ahogó un sollozo y le comentó a Kasey:
– Sabía que David no estaba bien, parecía muy cansado -rompió en sollozos y su esposo la abrazó.
– Jordan ha dicho que David está durmiendo tranquilo -John Caine buscó certidumbre en los ojos de su nuera.
– Sí. Le han dado un sedante.
Margaret sacudió la cabeza.
– ¡Oh, Dios mío! Sólo espero que… -cerrara los ojos y sacudió otra vez la cabeza.
– Será mejor que vayamos ya hacia el hospital -dijo John con suavidad.
– Sí. Cuando lo veamos… -Margaret se interrumpió-. Ah, se me olvidaba -se volvió hacia su nuera-. Te he preparado la habitación de Jordan. He pensado que eso te gustaría -le apretó las manos a Kasey-. Y siento que tu luna de miel se haya estropeado de esta manera.