Kasey devolvió con afecto el apretón de manos.
– No se preocupe… ha sido algo inevitable. Y además, tenemos mucho tiempo.
¿Una luna de miel estropeada?, se preguntó Kasey con un suspiro mientras veía alejarse el coche. Su luna de miel estaba estropeada antes de que le diera el infarto a David.
Cerró la puerta lentamente. Estaba agitada, pero no podía irse a la cama. Fue a ver a las niñas, después volvió a la sala y se sentó en un sillón, clavando la mirada en el vacío. Hasta que no empezaron a entrar los primeros rayos del sol en la habitación, la joven no volvió a cobrar vida. Miles de preguntas se arremolinaban en su mente.
Si David Caine moría… No debía pensar en ello. Entregarse a pensamientos pesimistas no le iba a servir de nada.
Se puso de pie. Debía hacer algo para distraerse. Quizá prepararse un poco de té.
Un ruido la hizo volverse.
– Ya no podía dormir -la miraba con los ojos abiertos de par en par desde el umbral de la puerta-. ¿Puedo sentarme aquí contigo, tía Kasey?
– Por supuesto -sonrió ella-. Iba a preparar té. ¿Quieres un zumo o leche?
La niña pidió leche y siguió a Kasey a la cocina.
– ¿Quieres algo de comer? -preguntó Kasey-. ¿Un huevo y tostadas?
– Sólo una tostada. No tengo mucha hambre.
Shelley se bebió la leche y observó con solemnidad a Kasey mientras ésta preparaba el desayuno. Luego se sentaron en silencio a comer las tostadas que la joven había preparado. Después de un rato, Shelley dejó el pan casi sin tocar en el plato y lanzó un profundo suspiro-. ¿Se va a morir mi papá, tía Kasey? -preguntó con tristeza.
Kasey sintió un nudo en la garganta.
– No, Shelley, por supuesto que no -aseguró, pero no consiguió imprimir a sus palabras la convicción necesaria.
– Le dolía mucho el pecho cuando volvimos de la fiesta y tuvo que sentarse un rato antes de ponernos a Lisa y a mí los pijamas. Yo quería llamar a mi tío Jordan, pero papa me dijo que no, que no debíamos molestarlo. Luego se sintió un poco mejor y dijo que se iba a acostar -Shelley tragó saliva-. Mamá lo encontró en el suelo cuando volvió a casa y gritó.
Kasey no sabía qué decir. ¿Cómo podía consolar a la pequeña que estaba sentada a su lado con todo el aplomo de una adulta, pero en cuyos ojos inocentes se adivinaba el temor y la angustia?
– Tío Jordan va a cuidar a mi papa, ¿verdad?
En ese momento sonó el timbre del teléfono y las dos se sobresaltaron. Kasey descolgó el auricular con manos temblorosas.
– Kasey -Jordan parecía muy cansado. La joven palideció mientras esperaba a que él continuara-. Espero no haberte despertado.
– No, Shelley y yo estábamos desayunando. ¿Cómo… está David?
– Según el parte médico, reposando tranquilamente.
Kasey suspiró aliviada y miró a Shelley con una sonrisa.
– He hablado con él y luego se ha vuelto a dormir -continuó Jordan-. Pero los médicos son optimistas.
– Qué bien -Kasey le apretó la mano a Shelley, para tranquilizarla.
– Según los doctores, este ataque ha sido una advertencia para que se cuide más en lo futuro. Por supuesto, tardará algo en recuperarse y luego deberá bajar el ritmo de trabajo.
– ¿Estará mucho tiempo en el hospital?
– Eso depende de cómo evolucione. De cualquier manera, yo llegaré pronto a casa -Jordan hizo una breve pausa-. Antes quiero llevar a Desiree a su casa para que se cambie y descanse, luego iré para allá.
– Está bien. Nos veremos luego -dijo Kasey.
– ¿Está mejor mi papá? -quiso saber Shelley en cuanto Kasey colgó el teléfono.
– Mucho mejor, pero todavía tendrá que quedarse en el hospital algún tiempo.
La niña suspiró con suavidad, como si se hubiera quitado un enorme peso de los hombros.
– ¿Podemos ir a verlo ahora?
– Espera a que venga tío Jordan a casa y entonces se lo preguntaremos.
Pero Jordan tardó más de dos horas en llegar. Kasey procuró no evocar imágenes de Jordan con Desiree, pero cuando pasó la segunda hora, comenzó a sentir en el pecho una presión cada vez mayor. ¿Dónde estaba Jordan? ¿Había empeorado David? ¿Habría sufrido Jordan un accidente?
Shelley y Lisa vieron acercarse el coche desde la ventana de su cuarto y corrieron a la puerta; la abrieron de par en par antes de que su tío comenzara a subir los escalones de la entrada. Cuando Jordan llegó a la puerta, las cogió a las dos en brazos, y respondió a todas sus preguntas sin mirar a Kasey, que permanecía de pie en el umbral.
Jordan estaba agotado; el pelo un poco ensortijado le caía sobre la frente y la barba sombreaba su mentón.
Kasey se apartó cuando Jordan dejó a las niñas en el suelo y las instó a que entraran y pidieran al ama de llaves que preparara café. Luego se desplomó en un sillón, echó la cabeza atrás y cerró los ojos.
– Debes estar agotado -aventuró Kasey, sentándose en el brazo del sillón que estaba enfrente del que su esposo había ocupado.
Jordan abrió entonces los ojos y la miró con expresión fatigada.
– He dormido un poco en el hospital -se pasó una mano por la barbilla-. Pero necesito ducharme y afeitarme para volver a sentirme humano.
– También deberías dormir un poco -sugirió Kasey.
– Comeré algo y luego descansaré un par de horas -dijo Jordan-. David quiere ver a las niñas, de modo que le he dicho que las llevaría esta tarde al hospital. Recogeremos de paso a Desiree.
Desiree. Kasey se tragó su irritación.
– ¿Y de verdad está fuera de peligro David?
– Por ahora -Jordan hizo una mueca-. Los próximos días son cruciales. Pero los médicos confían en que se recupere por completo… si atiende sus consejos. Ahora tenemos que convencer a David de que Caine Electricals no se paralizará mientras él se recupera.
– ¿Se las podrá arreglar tu padre sin él?
– Yo le ayudaré -Jordan ahogó un bostezo-. He llamado por teléfono a Terry Joseph, mi ayudante, para que se encargue de todo mientras ayudo a mi padre durante algunas semanas.
Durante las siguientes semanas, Jordan rara vez llegaba a casa antes de medianoche y casi siempre se iba antes de que Kasey se hubiera despertado por las mañanas. Se había trasladado al apartamento de Jordan y había ocasiones durante el día, en las que Kasey olvidaba que estaba casada.
Había vuelto a trabajar para la Agencia Cable y su vida se desarrollaba de manera muy similar a cuando había llegado por primera vez a la ciudad. Jordan, cuando llegaba tarde a casa, se acostaba en el cuarto de los invitados para no molestarla.
Molestarla. Kasey se sentó al borde de la cama, la misma cama en la que se había despertado aquella mañana fatídica en la que había cambiado su vida.
Las lágrimas rodaron por sus mejillas. Todo había sido un error. Nunca debió haberse casado. Y, después de la desastrosa noche de bodas, ¿qué podía pensar? Había leído artículos sobre las mujeres frígidas; sin embargo, nunca se había imaginado que podría ser una de ellas.
Una creciente sensación de fracaso pesaba sobre ella. Todo le parecía tan romántico en sus fantasías de adolescente… Sin embargo, su primera y única experiencia con Jordan no había tenido nada de romántica.
Se enjugó las lágrimas del rostro. Había sido una experiencia tan desagradable que Jordan no había querido repetirla. Y Dios sabía que ella tampoco quería repetirla, se dijo con firme convicción. Si estuvieran enamorados…
Recorrió el cuarto furiosa y se quitó la bata de seda que se había puesto al llegar del trabajo.
Era una estúpida romántica. Primero con Greg Parker y después con Jordan Caine Pero no estaba enamorada de Jordan y él tampoco la amaba. ¿Cómo podía amarla si todavía seguía enamorado de su cuñada?