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Kasey se desplomó en un sillón y escondió el rostro entre las manos y se echó a llorar.

Unos golpes en la puerta de la habitación la hicieron sobresaltarse alarmada y apenas había tenido tiempo de volverse en el sillón cuando la puerta se abrió lentamente.

– ¿Kasey?

La joven intentó levantarse, pero las piernas le flaquearon.

– Kasey -repitió Jordan-. Pensaba que todavía no habías llegado. Me alegro de haberte encontrado -entró en el cuarto, cerró la puerta y se apoyó en ella.

Kasey se obligó a levantarse.

– ¿Qué…? Has vuelto muy pronto a casa.

– Sí. Me había olvidado de la fiesta que celebran los Mendelson esta noche hasta que me la ha recordado mi padre. Esperan nuestra asistencia. Joe es socio de mi padre y su fiesta es todo un acontecimiento anual al que nadie debe faltar -consultó su reloj-. ¿Podrás estar lista para las ocho?

– Pues… sí -Kasey intentó controlar el leve temblor de su voz. No había visto a Jordan desde hacía días y en ese momento el pretendía que recomenzara la farsa e hiciera las veces de esposa obediente-. Es decir, estoy muy cansada y preferiría no ir a ninguna parte esta noche.

– Yo también -suspiró Jordan-. Pero estoy obligado a ir.

– ¿No puedes ir solo?

Se hizo un tenso silencio. Jordan la miró con los ojos entrecerrados.

– No, creo que no, Kasey. Sólo llevamos tres semanas casados. ¿No crees que parecería extraño?

– Los matrimonios de hoy en día son muy flexibles, así que no veo por qué debía causar extrañeza -replicó ella.

– No estoy de acuerdo -repuso Jordan-. Prefiero ir con mi mujer.

– Tu mujer parece no haberte importado gran cosa estas últimas tres semanas -le recriminó ella y Jordan alzó la cabeza.

– No podía dejar a David y a mi padre en la estacada. Lo siento, Kasey, pero sabes que he estado trabajando.

– Por lo menos eso es lo que me has dicho -contestó Kasey, pero al momento se arrepintió.

– ¿Qué quieres decir con eso? -preguntó Jordan con una calma sobrecogedora se acercó peligrosamente a Kasey.

La joven se obligó a mantener la guardia en alto; su instinto le advertía que corría peligro si no guardaba las distancias.

– Quiero decir que no tiene sentido seguir fingiendo que el nuestro es un matrimonio normal -contestó Kasey.

– La parte privada de nuestro matrimonio, normal o no, no tenemos por qué exhibirla en público -dijo con tono cortante.

– ¿Y a quién puede importarle que yo no vaya a la fiesta?

– A mí -la profunda voz de su esposo hizo que se aceleraran los latidos de su corazón.

¿Qué le estaba ocurriendo? Se preguntó Kasey, desesperada. Cuando Jordan estaba cerca, perdía el control, se perdía a sí misma…

– Sólo te importo cuando te sobra tiempo -le espetó furiosa, más consigo misma que con él.

– Kasey, no tengo ganas de discutir, pero si empiezas algo estoy más que dispuesto a concluirlo.

Capítulo 7

Jordan bajó la mirada, acarició la rebelde curva de la boca de su esposa y deslizó la mano hacia el escote en el que se adivinaba los enhiestos senos palpitantes.

Kasey contuvo el impulso de cubrirse con los brazos con gesto protector. Sin duda Jordan no estaba sugiriendo que la… Pero antes de que pudiera recobrarse para replicar, Jordan apartó la mano, sacudió la cabeza, y se pasó la mano por el pelo.

– Kasey -su profunda voz convirtió el nombre en una caricia y la joven sintió que su ira se desvanecía. Un espiral de sensaciones brotó desde lo más profundo de su ser y Kasey deseó acercarse hacia su esposo, en lugar de escapar de él-. Me gustaría que me acompañaras.

Kasey lo miró a los ojos incapaz de comprender sus propios sentimientos. Se estaba ahogando, hundiéndose en las profundidades de aquellos ojos. ¿Acompañarlo? En ese momento era capaz de irse con él al fin del mundo.

– ¿Me concederías el favor? -insistió él.

– Está bien -accedió Kasey, y Jordan esbozó una sonrisa sin dejar de mirarla a los ojos.

– Magnífico. No es necesario que nos quedemos hasta muy tarde -volvió a consultar su reloj-. No tenemos mucho tiempo para arreglarnos, así que me voy a duchar rápidamente -comenzó a quitarse la corbata mientras se volvía hacia la puerta.

Kasey dedicó cierto tiempo a su maquillaje. Ya se había bañado y sólo necesitaba ponerse el vestido. Se había decidido por su favorito, un sencillo vestido de color azul.

¿Se fijaría Jordan en que se había maquillado con esmero? Kasey interrumpió bruscamente sus pensamientos antes de que siguieran por aquel curso. ¿No era suficiente con haber dejado que la persuadiera de que debía ir a la fiesta?

Salió de la habitación sabiendo que tenía un aspecto impecable. Jordan la esperaba en la sala, terminando de ajustarse el puño de la camisa.

Si su aspecto era perfecto, el de Jordan no tenía nada que envidiarle, se dijo Kasey. Tuvo que hacer un verdadero esfuerzo de voluntad para controlar su expresión cuando vio a su esposo, tan elegante. Se había puesto un traje gris marengo de corte elegante y moderno. La camisa blanca resaltaba su bronceado, dándole una apariencia increíblemente viril.

Jordan se volvió un poco hacia ella y Kasey terminó de entrar en el salón. La recorrió de pies a cabeza con la mirada y comentó:

– Estás muy… -hizo una pausa- atractiva.

Kasey se estremeció de placer. Reconoció el sentimiento que ardía en los ojos de su esposo antes de que éste los cerrara. La encontraba atractiva y no era tan ingenuo para no reconocer su deseo. Un calor intenso la recorrió.

– Tú tampoco estás mal -¿había dicho realmente aquellas palabras con voz trémula y débil, o sólo las había pensado?

Jordan soltó una carcajada profunda, divertida, que estimuló los sentidos ya despiertos de la joven.

– Gracias. Tú estás atractiva y yo no estoy mal. Vaya combinación -le ofreció un brazo-. ¿Nos vamos, señora Caine?

Kasey agarró a su esposo del brazo. Pero al tocarlo se intensificaron las desenfrenadas reacciones de su cuerpo y cuando llegaron a la puerta, se apartó de él, y siguió hacia el ascensor intentando guardar las distancias.

En el coche, Kasey no se atrevía a mirar a su esposo. Tenía la sensación de no haber estado nunca tan nerviosa. ¿Podría él sentir la tensión, la tremenda excitación que la embargaba? Si no decía algo pronto estaba segura de que se iba a poner a gritar. Trató de hablar pero sólo consiguió carraspear.

Jordan suspiró.

– Si el tráfico nos lo permite, estaremos allí dentro de cinco minutos -anunció con voz serena. Aquel comentario alivió de alguna manera la tensión y Kasey se preguntó si la tensión que ella percibía sería producto de su imaginación.

Sin embargo, la cercanía de Jordan amenazaba con ahogarle en aquel espacio tan pequeño. Intentó relajarse pensando en Akoonah Downs; allí el cielo oscuro y las brillantes estrellas daban la impresión de que el universo era interminable.

Interminable. La palabra la puso triste de repente y deseó estar en el campo, en la dulce seguridad de su antigua vida. ¿Sin Jordan? No tenía respuesta para aquella pregunta. De lo que sí estaba segura era de que no quería volver con Greg.

Tenía que tranquilizarse, se regañó. Su súbita confusión nacía de la cercanía de Jordan. Era demasiado atractivo. Pobre Greg… De repente se acordó de su boda. Kasey había olvidado la invitación y también se había olvidado de decírselo a Jordan.

– Me… es decir… nos han invitado a una boda el próximo sábado -farfulló-. La invitación llegó una semana antes de que… que nos casáramos y creo que se me olvidó comentártelo, ¿verdad?

– Sí -contestó Jordan, sonriente-. Pero es comprensible.

– ¿Puedes ir?

– ¿Tú quieres ir?

– Por supuesto. Pero es en la granja… es decir en la iglesia, en la iglesia del pueblo, de modo que tendríamos que ir hasta allí. ¿Podrás faltar al trabajo? -Kasey se descubrió conteniendo el aliento en espera de la respuesta.