Una fina capa de sudor humedeció la frente de la joven, y cuando Jessie se reunió con ellos para llevarles una tarta hecha en casa, Kasey se excusó, se sentía incapaz de comer un solo bocado.
¿Por qué la seguiría Jordan?
Kasey pasó su primera noche de insomnio desde que había llegado a la granja y ni siquiera fue a montar a caballo nada mas despertar, como le gustaba hacer todas las mañanas.
Estaba sentada frente al espejo del tocador, cepillándose con aire ausente su preciosa melena.
– Ve a ponerte guapa, mi niña -le había dicho Jessie-. Tu marido debe estar a punto de llegar, si la avioneta no llega con retraso.
Ponerse guapa. ¡Si Jessie supiera! Allí no había necesidad de exhibirse como la modelo Katherine Beazleigh o la envidiada señora de Jordan Caine. No había periodistas de las revistas del corazón en Akoonah Downs. Además, para Jordan ella era sólo un símbolo conyugal. Y una dudosa cortina de humo para encubrir la aventura que sostenía con la esposa de su hermano.
Por eso se había casado con ella. Por supuesto, sabía que sentía atracción física por ella, incluso aunque su primer encuentro sexual hubiera sido un fracaso. Kasey gimió con suavidad, asaltada por una desagradable combinación de sentimientos: nervios, temor, dolor, humillación… todo unido por el amargo sabor del fracaso.
Recordó la noche de la fiesta. Había estado en brazos de Jordan, ardiendo de deseo.
Kasey dejó el cepillo en el tocador y se puso de pie casi de un salto. Jordan estaba a punto de llegar a Akoonah Downs. ¿Para qué? Necesitaba estar sola, lejos del magnífico ático de su esposo, de su farsa matrimonial. Lejos de él. Quería analizar su vida sin distracciones. ¿Cómo podría hacerlo con la perturbadora presencia de Jordan?
Cogió su sombrero y decidió salir a dar una vuelta. No estaba preparada para enfrentarse a Jordan.
– ¿Adónde vas, criatura? -le preguntó Jessie, preocupada.
– A dar un paseo a caballo. Sólo hasta la cima de la colina.
– Pero Jordan llegará en cualquier momento -dijo el ama de llaves, secándose las manos en el delantal.
– Lo sé, no tardaré nada, lo prometo. Desde allí veré aterrizar la avioneta.
Kasey corrió al establo y ensilló a Minty. Minutos después, trotaba por la pendiente de la colina. Se detuvo a la sombra de un grupo de árboles, desmontó y escudriñó el cielo en busca de la avioneta.
La oyó antes de verla y observó las maniobras del piloto antes de descender a la pista, en medio de una nube de polvo.
Billy Saturday detuvo el jeep de la granja y esperó a que el pasajero bajara del avión.
Kasey contuvo el aliento mientras observaba a Jordan caminar hacia el coche y echar una bolsa de viaje en la parte trasera antes de sentarse al lado del granjero. Billy dejó al recién llegado a la puerta de la casa y éste desapareció bajo el techo del porche. En ese momento Mike y Jessie le estarían dando la bienvenida.
El instinto de Kasey la instaba a escapar, a galopar hacia las praderas, pero se quedó allí, paralizada, sabiendo que Jordan debía haberla visto.
E incluso cuando vio a Jordan dirigirse hacia el establo, salir luego montando en uno de los caballos y galopar hacia donde estaba ella, Kasey permaneció inmóvil.
Cuando la alcanzó, Jordan soltó la rienda del caballo y descendió de la montura para acercarse a su esposa.
– Hola, Kasey -su profunda voz estremeció a la joven-. Jessie me ha dicho que te encontraría aquí.
– Yo estaba… he salido a galopar un poco -dijo con voz trémula-. No deberías haber venido. Estaba a punto de volver.
– He pensado que necesitábamos hablar en privado -Jordan se detuvo a unos pasos de ella.
– Siento no haber podido llamarte al hotel de Adelaide…
Jordan sacudió una mano, un poco irritado.
– No he venido por eso -susurró con los ojos entrecerrados-. ¿Quieres que nos divorciemos? -preguntó sin más preliminares.
– ¿El divorcio? -repitió con un hilo de voz y alzó la mirada al severo perfil de su esposo. A pesar de lo absurdo de su matrimonio, era lo último que se esperaba.
– El divorcio -repitió Jordan y se volvió a mirarla-. La disolución de nuestro contrato matrimonial. ¿No es ésa la razón de que hayas venido a la granja?
Era evidente que le estaba costando controlar la ira y Kasey lo miró asustada.
– He venido aquí porque mi padre me necesitaba -consiguió decir con firmeza.
– De acuerdo -Jordan inclinó la cabeza-. Entiendo. Pero tengo la corazonada de que el accidente de tu padre sólo ha sido un pretexto para alejarte de mí. Así que… -puso los brazos en jarras-. ¿Quieres responder a mi pregunta? ¿Quieres el divorcio?
– Yo no… no había pensado… -farfulló Kasey, desconcertada. ¿Un divorcio al mes de matrimonio? Sin duda sería el más corto de la historia.
– Sin duda debes haber pensado en esa posibilidad -había un deje de sarcasmo en la voz de Jordan.
Kasey tuvo que admitir que había vuelto a la granja para alejarse de él. Pero en ningún momento había pensado en el divorcio. Tenía una enfermiza necesidad de escapar provocada por el miedo.
Kasey apretó los labios de manera involuntaria. Ella era la única culpable de que se hubieran casado. En muchas ocasiones había deseado cancelar el absurdo compromiso, pero no lo había hecho. Ni siquiera después de oír la conversación de Jordan con Desiree… Se mordió el labio, procurando apartar esa escena de su mente.
Y luego en la noche de bodas… Ni siquiera se atrevía a pensar en ello. Cómo había deseado no estar en la cama de Jordan. Y después…
Jordan se movió, sacándola con sobresalto de sus tristes recuerdos. Se alejó de ella y se apoyó en el tronco de un árbol.
– En realidad, no puede decirse que nuestro matrimonio haya sido un acierto, ¿verdad? -preguntó con aparente desenfado, como si estuviera hablando del tiempo.
– Supongo que no -musitó Kasey-. Pero… -¿por qué titubeaba? ¿No debería alegrarse de la sugerencia de su esposo?
– ¿Pero? -la instó Jordan.
– Mi padre se llevaría un disgusto tremendo -murmuró.
Jordan se volvió a mirarla, pero sus oscuras pestañas ocultaron la expresión de sus ojos.
– ¿Tú crees? -había incredulidad en su voz y Kasey se sonrojó ligeramente.
– Por supuesto.
– Es posible -convino Jordan-. Es un padre responsable. Pero también fue un contratiempo para él que nos casáramos.
– Porque hacía poco tiempo que nos conocíamos. Mi padre pensaba que debíamos esperar algún tiempo para conocernos mejor.
– Y parece que tenía razón.
Kasey no contestó a aquel comentario.
En efecto, debían haber esperado. ¡Esperado! Kasey tuvo que reprimir una risa histérica. Aquel era el momento menos oportuno para reír.
– Supongo que puedo entender lo que sentía -dijo Jordan y cuando advirtió la expresión de extrañeza de su esposa, explicó-: Tú eres su única hija. No es difícil imaginar que hubiera preferido que te casaras con un hombre del campo, con alguien como él. Al menos esa es la impresión que yo tuve. Yo soy un hombre de ciudad. Y a tu padre no le cae bien ese tipo de gente.
– Mi padre te aprecia sinceramente; incluso te admira, como te habrás dado cuenta. Lo único que le molestaba era que todo hubiera sido tan rápido.
Jordan rió.
– En realidad, no tuvimos un compromiso muy largo que digamos. Cuando tu hermano vino a verme un día antes de la boda, me hizo la pregunta acostumbrada.
– ¿Qué pregunta? -Kasey frunció el ceño.
– ¿Te has aprovechado de mi hermana y la has dejado embarazada?
Kasey se mordió el labio para evitar que temblara.
– Vaya ironía, cuando apenas habíamos llegado a besarnos -Jordan posó los ojos en su boca-. Aunque como te dije entonces, querida, yo también me preguntaba si el embarazo sería la causa de tu ferviente proposición.
– No lo era. Y siento que te molestara lo que Peter y…