Jordan arqueó las cejas y recorrió con una fría mirada a su esposa. Por fin la miró a los ojos. Su expresión era imperturbable, enigmática.
Kasey seguía atenta a cualquier cambio que se produjera en la actitud de su esposo.
– Mirándolo bien, es verdad, has adelgazado -intervino Mike-. Pero sigues estando guapísima -añadió con una amplia sonrisa.
– Estás pálida y demacrada -continuó Jessie, implacable-. ¿No te lo he estado diciendo esta última semana? Y mira las ojeras que tienes.
Mike frunció el ceño.
– Es cierto, estás pálida, hija. ¿Estás segura de que no estás enferma?
– Quizá sea sólo el cambio de clima -sugirió Jordan y Kasey se encogió de hombros.
– Es probable -no lo miró.
– No estarás embarazada, supongo -dijo Jessie con su habitual franqueza y a Kasey estuvo a punto de caérsele la taza de té.
El ama de llaves la miraba fijamente. Kasey no podía soportar aquellos penetrantes ojos que parecían leer sus pensamientos desde que era niña.
– ¡No! -exclamó la joven, y sacudió la cabeza enfáticamente-. ¡Sólo llevamos casados un mes!
– Eso no cuenta mucho en estos tiempos.
– ¡Jessie! -Kasey no se había sentido tan abochornada en su vida.
– Bien, pues suele suceder, ¿sabes?
– Jessie, por favor…
– ¿Le bastaría saber que estamos trabajando en ello? -intervino Jordan, asombrando a Kasey y acrecentando su incomodidad.
¿Qué estaba diciendo Jordan? ¿Por qué alardear de una intimidad que no existía cuando media hora antes hablaba de divorcio? Aquello haría más difícil decirle a su familia que pensaba separarse.
Mike se echó a reír e incluso Jessie sonrió.
– Soy una vieja entrometida, ¿verdad? Pero he estado muy preocupada por esta muchacha desde que vino a casa. La conozco desde que es una niña y en cuanto llegó, me di cuenta de que había algo que la preocupaba. Pero ahora que estás aquí, Jordan, estoy segura de que se animará. Seguro que te echaba de menos.
Kasey tuvo que reprimir una amarga carcajada. ¡Si Jessie supiera lo absurda que era aquella conversación! ¿Embarazada? ¿Trabajando en ello? Era poco factible que ella concibiera un hijo habiendo compartido el lecho conyugal con su esposo una sola vez. Sin embargo, parte de la teoría de Jessie era correcta. Kasey había echado de menos a Jordan.
– Ya basta, Jessie -Mike amonestó al ama de llaves-. La pobre Kasey está avergonzada. Todo ocurrirá a su debido tiempo.
En ese momento sonó el timbre del teléfono y Jessie fue a contestar la llamada.
Mike y Jordan iniciaron una conversación sobre la aridez de la campiña circundante.
Kasey se apoyó contra el respaldo de su silla, no era capaz de atender a la conversación; sólo era consciente de su propia tensión y de la inquietud que experimentaba ante la profunda y vibrante voz de su esposo.
Jordan volvió a hablar; cruzó una pierna sobre la otra, y se estremeció de deseo. Aquel sentimiento la cogió de sorpresa y tuvo que hacer un esfuerzo para concentrarse en lo que decían los hombres.
– Fui un verdadero tonto -estaba diciendo Mike a su yerno-. Salté de mi caballo como si fuera un mozalbete y lo siguiente que supe fue que me había roto la pierna. Y escogí el momento más inoportuno para mi «hazaña», Peter y su esposa están en los Estados Unidos, y Greg en Winterwood de manera permanente.
Jordan asintió mientras Jessie volvía en ese momento, con otra tetera humeante en las manos. La buena mujer sacudió la cabeza.
– Era la chismosa de Norma Main. El ama de llaves de la granja Winterwood, nuestros vecinos -añadió para información de Jordan-. Me ha llamado con el pretexto de comprobar una receta de cocina que yo le había dado, pero lo único que quería saber era si estaba aquí Jordan. Me ha dicho que alguien le ha comentado que el piloto había dicho que el esposo de Kasey había venido a vernos.
Jordan arqueó las cejas asombrado.
– Las noticias viajan rápido -comentó.
– Y hablando de noticias -dijo Jessie-, Greg y Paula han llegado esta mañana de Perth.
Kasey se puso tensa; intentó no cambiar de expresión bajo la perspicaz mirada de Jessie. No pudo volverse a mirar a Jordan.
– Supongo que te acuerdas de Greg, estuvo en vuestra boda -Jessie se volvió hacia Jordan.
– Sí, lo recuerdo.
– Greg es como un hermano para Kasey y Peter -continuó Jessie-. Paula, la prometida de Greg, lo convenció de que fuera a ver a sus padres para zanjar viejas diferencias. Hace casi doce años que no veía a su familia. Han estado en Perth cerca de una semana -Jessie se volvió hacia Kasey-. Parece que sus padres han accedido a venir a la boda. Paula está encantada.
Aunque no la miró, Kasey supo que la anciana la estaba observando fijamente y se puso lentamente de pie.
– Se está haciendo tarde y necesito ducharme y cambiarme antes de ayudarte a preparar la cena -se encaminó a la puerta.
– También a mí me gustaría ducharme -dijo Jordan, poniéndose de pie a su vez-. Así que podías enseñarme mi habitación.
Kasey miró a Jessie, estaba a punto de preguntarle qué cuarto le había asignado a Jordan cuando Jessie comentó:
– He puesto a Jordan en el cuarto verde -sonrió-. Y también he cambiado tus cosas a esa habitación, Kasey. Estaréis más cómodos en una cama de matrimonio.
Capítulo 9
Kasey miró al ama de llaves sonrojada.
– No deberías haberlo hecho, Jessie -dijo con voz tensa.
¿Cómo diantres iba a enfrentarse a esa nueva situación? Todo se le iba escapando del control.
– ¡Tonterías! -Jessie desdeñó sus protestas.
– Pero Jordan y yo… es decir… -Kasey aspiró profundamente-. Últimamente no duermo muy bien y no quiero molestar a Jordan.
– El cuarto verde estará bien, Kasey -dijo-. No me mimes tanto -y se volvió hacia Jessie-. Siempre es tan considerada -otra vez miró a su esposa con una sonrisa beatífica-. Pero ya sabes que no importa que me despiertes por la noche.
Kasey no pudo decir nada. La seductora sonrisa de su esposo le robó el aliento y sus palabras, encendieron en el interior de la joven un fuego que amenazaba con extenderse por todo su ser. Sería tan fácil dejarse llevar, rendirse a la sensual promesa que él ofrecía. Pretender. ¿Podría ella…?
Jessie estaba encantada. Jordan avanzó y cogió del brazo a Kasey.
– ¿Quieres acompañarme a nuestro dormitorio?
La leve presión de los dedos de su esposo sacó a Kasey de su estupor y avanzó con él hacia la casa. Jordan la soltó en cuanto Mike y Jessie ya no pudieron verlos.
¿Por qué estás aquí? Quiso gritarle Kasey. Una vez más, Jordan aparecía para complicarle la vida.
– Lo siento -Kasey se asombró ante la calma de su voz-. Ni siquiera se me había ocurrido pensar en… -calló e hizo un movimiento de desaliento con la mano.
– En dónde iba a dormir yo -Jordan terminó la frase-. Es natural que hayan supuesto que dormiríamos juntos -añadió con desenfado.
– ¿Pero qué vamos a hacer? -Kasey abrió la puerta del cuarto verde y entró.
La habitación era grande y daba a una terraza. Había dos viejos armarios de cedro en una pared y Kasey percibió el aroma del aceite para muebles que Jessie usaba. El lecho parecía suave y acogedor.
Kasey cerró los ojos, respiró hondo y luego se volvió para enfrentarse a su esposo.
Jordan se estaba desabrochando la camisa; la blancura de la tela hacia un intenso contraste con el bronceado del pecho.
– ¿Qué haces? -preguntó ella.
– Voy a ducharme, y normalmente suelo desnudarme antes de hacerlo -dijo con una semisonrisa irónica-. Supongo que el cuarto de baño está aquí al lado.
– Sí. Pero no puedes… quiero decir… no podemos…
Jordan se sacó la camisa del pantalón y después de quitársela, la dejó sobre el respaldo de una silla.