Kasey no podía quitar la vista del pecho de su esposo.
De repente, Kasey sintió seca la boca y se humedeció los labios con la punta de la lengua. Un deseo desgarrador la impulsaba a recorrer la distancia que la separaba de su esposo para estrecharse contra él y sentir el roce de su cuerpo.
– No iba a sugerir que nos ducháramos juntos -comentó él, interpretando mal la palidez de su esposa. Fue hacia el armario, para coger una de sus camisas limpias que Jessie había colgado allí.
Kasey lo miró en silencio, hipnotizada por el juego de músculos de su espalda.
– ¿O ha sido ese nuestro problema, Kasey? A lo mejor deberíamos habernos bañado juntos desde el principio -se volvió a mirarla, y dejó la camisa en el borde de la cama.
Kasey se ruborizó. Jordan estaba jugando con ella; podía verlo en sus ojos, en el brillo burlón que encendía su profundidad azul.
– Podríamos remediarlo -susurró él.
– ¡No seas absurdo! -Kasey se cruzó de brazos, cuando Jordan deslizó la mirada por el cuerpo de su esposa-. Utilizaré mi propio cuarto de baño y dormiré en mi antiguo dormitorio -declaró. Luego se volvió dispuesta a salir de la habitación.
– ¡Kasey! -el grito de Jordan la detuvo-. A menos que quieras enfrentarte a las preguntas de Jessie, te sugiero que duermas aquí.
– ¿Y tú en dónde vas a dormir?
– Aquí también.
– Pero… yo no puedo…
– ¡Por todos los santos! -explotó Jordan-. Estarás a salvo, no te preocupes -la espetó con irritación-. Te juro que no tengo intención de atentar contra tu pudor -le dirigió una mirada penetrante.
– Yo no he dicho que… pues… que fueras a intentarlo -farfulló Kasey, hundiendo las trémulas manos en los bolsillos de sus vaqueros, mientras el recuerdo de su noche de bodas revoloteaba en su memoria.
– Bien, si eso está claro, lo mejor será que nos comportemos como seres civilizados ¿te parece? -caminó hacia ella, desabrochándose el cinturón y Kasey se volvió y huyó hacia su habitación.
– ¡Adultos civilizados! -masculló la joven para sí.
Se sentía como una adolescente asustada. Cerró los ojos y dejó que el agua de la ducha le cayera sobre el rostro, y en su mente se presentó la perturbadora imagen de Jordan, desnudo, deslizándose en la cama junto a ella.
¿Deberían bañarse juntos? En ese momento casi podía sentir las manos de Jordan recorriendo su cuerpo. Su suave, sensual gemido la sacó de sus fantasías.
¡Debía estar loca! Parecía que la estaba afectando el calor. Furiosa consigo misma, cerró los grifos del agua y salió de la ducha. Sacó una toalla de baño y comenzó a secarse con innecesario vigor.
Se puso unos pantalones cortos de color beige y una blusa a juego. Descalza, bajó a la terraza. Apoyó la mejilla contra el poste de la balaustrada y suspiró.
Hacía menos de un mes, pensaba que nunca se recobraría del dolor que Greg le había infligido. Sin embargo, la vida había seguido su curso. La noche que Greg había ido a verla a su apartamento, la había puesto en el camino que la llevaría al desastroso matrimonio con Jordan. Un error tras otro. ¿Sería ése su destino?
– Hola, Kasey.
El sonido de su nombre la sobresaltó; se incorporó, y se volvió hacia el hombre que acababa de llegar montando a caballo.
– Siento haberte asustado. Creí que me habías visto.
– No… no importa. Debía estar soñando despierta. ¿Cómo estás, Greg?
Greg se encogió de hombros.
– Bien -la miraba con expresión reservada-. Tienes buen aspecto -añadió, recortando las riendas de su montura cuando el animal se inquietó-. Parece que la vida de ciudad te sienta bien.
Kasey inclinó la cabeza. Era evidente que Greg no la podía ver con claridad desde donde estaba.
– Quizá sea la vida de casada -declaró desafiante e inmediatamente se arrepintió al ver a Greg apretar los labios con enfado-. Y hablando de esas cosas, ¿qué tal van tus planes de boda?
– Bien -respondió Greg-. Paula se está encargando de todo. Yo me contentaré con firmar los documentos.
Kasey lo observó detenidamente. Parecía insatisfecho, amargado.
Si no estaba contento con su vida, él era el único culpable, se dijo Kasey. Greg había escogido su propio camino y ya era demasiado tarde para cambiar de idea.
– ¿Cómo está Mike? -preguntó él.
– Bien, aunque un poco fastidiado por tener que quedarse todo el día en casa -aquel tema de conversación era terreno neutral-. Si quieres saludarlo, está en el porche.
Greg frunció un poco el ceño.
– En realidad he venido a verte a ti -bajó del caballo, lo ató bajo la sombra de un árbol y dejó su sombrero en la cabeza de la silla de montar. Mientras ascendía por los escalones hacia Kasey, se pasó los dedos por el pelo. Se detuvo a unos centímetros de ella-. Norma Main me ha dicho que llegaste un día después de que yo me fuera con Paula a Perth.
Kasey retrocedió un paso y se apoyó contra el poste de la balaustrada.
– Sí. Jessie me ha comentado que fuiste a ver a tus padres.
– Fue idea de Paula.
– ¿Se han alegrado de verte? -preguntó Kasey, mientras trataba de analizar sus sentimientos por el hombre que tanto había significado para ella. Su primer amor. Habían cabalgado juntos, nadado en el mismo estanque. Sin embargo, en ese momento le resultaba imposible revivir el pasado.
– Pues… sí. Supongo que sí. Por lo menos, mi madre se ha alegrado. Al principio hubo algo de tensión, pero al final hemos conseguido hacer las paces.
– Me alegro.
– Me ha encantado volver a ver a mi hermano. Se ha casado y tiene tres hijos ya -Greg hizo una pausa-. A todo el mundo le ha encantado Paula -escudriñó con la mirada a su interlocutora, como buscando alguna reacción. ¿Celos, quizá?
En otras circunstancias, Kasey se habría sentido ofendida. ¿Cómo se atrevía a mirarla así?
Le devolvió la mirada con firmeza desafiante y por primera vez advirtió la inmadurez, la debilidad de Greg, que ella había tomado anteriormente como encanto juvenil. El héroe al que durante tantos años había admirado. ¿Cómo podía haber estado tan equivocada?
Greg era guapo, pero su atractivo un tanto blando resultaba insulso comparado con la masculina fuerza de Jordan. Siempre terminaba haciendo comparaciones y, claro, Jordan salía con ventaja. Pero, de no haber sido por Greg, nunca se habría casado con Jordan.
Y el sábado, Greg se casaría con Paula. Kasey había aceptado la invitación a la boda, pero ya no le importaba nada asistir o no.
– A mi padre le ha deslumbrado -decía Greg, sin dejar de mirar a Kasey con fijeza.
– Paula es una chica muy atractiva -dijo Kasey con sinceridad.
– Akoonah Downs ha cambiado mucho desde que te fuiste -susurró Greg, cambiando de táctica. Kasey sonrió.
– Jessie me ha comentado que no te han visto mucho por aquí. Por lo que me han comentado, has estado muy ocupado desde que tomaste las riendas de la granja.
– Henry tiene artritis, así que… -Greg se encogió de hombros y se interrumpió.
Así que ya tienes lo que querías, Greg, tu propia granja, hubiera querido decir Kasey.
– No venía aquí porque no valía la pena si tú no estabas -señaló Greg y posó una mano sobre la barandilla, a unos centímetros de la de Kasey-. Te he echado de menos.
– He estado lejos de casa por períodos más prolongados -le recordó Kasey-. Cuando estaba en el colegio, por ejemplo.
– Eso era diferente -le estrechó la mano.
– ¡Greg! -Kasey trató de apartar la mano, pero él se la retuvo.
– ¿Me has echado de menos, Kasey?
Pero antes de que Kasey pudiera contestar, una profunda voz los sobresaltó.
– Ah, estás aquí, querida -Jordan salió a la terraza.
Greg y Kasey retrocedieron con expresión de culpabilidad y Greg soltó la mano de la joven como si de repente le quemara. Jordan avanzó rápidamente hacia Kasey y le rodeó la cintura con el brazo.