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– Usted es Parker, ¿verdad? -preguntó Jordan con tono frío y Greg se puso tenso.

– Greg Parker -farfulló.

– Tengo entendido que está encargado de la granja Winterwood -comentó Jordan con total desenfado, estrechando más a su esposa.

– Conociste a Greg el día de nuestra boda -intervino Kasey.

– Hmm -Jordan la rodeó por completo con sus brazos y la joven pudo sentir el aliento de su esposo acariciarle los cabellos. El corazón le latía desbocado-. Recuerdo que nos presentaron, pero debe comprender, Parker, que entonces tenía otras cosas en mi mente -mordisqueó con los labios el cuello de su esposa.

– Creo que voy a ir a ver a Mike -musitó Greg, fijando sus ojos en Kasey.

– Jessie acaba de preparar otra tetera -dijo Jordan-. Y me ha pedido que viniera a buscar a Kasey. Vaya a ver a Mike, Parker. Nosotros iremos dentro de un momento.

Sin decir palabra, Greg bajó los escalones de la terraza y cuando desapareció por una esquina de la casa, Jordan soltó con lentitud a su esposa, pero le impidió alejarse interponiéndose en su camino.

– No me tomes por idiota, Kasey -gruñó.

– No sé a qué te refieres -dijo con tanta convicción como pudo. Sin duda, Jordan había visto a Greg apretándole la mano.

– Eres mi esposa y hasta que yo diga lo contrario, ésa es la realidad. Cualquier diferencia que tengamos debe permanecer en privado. ¿Entendido?

– Eso es ridículo…

– Ridículo o no, te conviene hacer lo que te digo -la interrumpió Jordan-. Y eso incluye no tener interludios románticos con el tipejo ese.

– ¡No he tenido ningún interludio romántico con él! -protestó Kasey, furiosa-. Sólo estábamos hablando.

– ¿Hablando cogidos de la mano? -Jordan soltó una carcajada áspera-. ¡Qué bonito!

– Si no tienes cuidado, Jordan, voy a pensar que estás celoso -lo provocó Kasey.

Apretó los labios y la mandíbula, y la miró como si quisiera estrangularla. Pero logró controlar su ira.

– No me provoques, Kasey. Sólo te estoy pidiendo que te alejes de Parker -aflojó la presión de los dedos y comenzó a caminar hacia el porche-. Reunámonos con los tres, ¿quieres?

Jessie estaba ofreciendo unos panecillos a Greg cuando Jordan y Kasey se acercaron.

– Mi pastel favorito -dijo Greg con excesivo entusiasmo-. Usted debía saber que iba a venir, Jessie.

– Estaba segura de que vendrías -declaró ella en tono seco y comenzó a llenar las tazas de Jordan y Kasey.

Kasey se sentó con el corazón todavía agitado tras su enfrentamiento con Jordan. Y lo peor era que estaba segura de que todos debían haber oído su discusión. Miró a Jordan de soslayo.

Jordan también la estaba mirando. Al sentir que Kasey lo observaba, desvió la vista de manera indolente hacia Greg y luego volvió a posar la mirada en su esposa.

«Me has echado de menos, Kasey» ¿Habría oído Jordan las apasionadas palabras de Greg? Sin duda así había sido, dedujo Kasey. De otra manera, ¿qué sentido tenía aquella muestra de conyugal posesividad y de su despreciable ultimátum posterior?

– ¿Cómo está Paula? -Le preguntó Jessie a Greg-. ¿Ya está todo listo para la boda?

Greg asintió.

– Paula está bien y, por lo que sé, todo está arreglado.

Kasey lo miró con severidad. ¡Pobre Paula, qué poco le importaba a su prometido!

– ¿Cómo están los niveles de la presa? -cambió de tema Greg, dirigiéndose a Mike.

Charlaron sobre los temas habituales y Kasey observó que Jordan escuchaba con aparente atención, cosa que a ella le resultaba imposible. Jordan había cambiado de posición y había posado la mano en el muslo de la joven; movía los dedos en una lenta caricia que estaba surtiendo un efecto devastador en Kasey.

Cuando Jessie se puso de pie para preparar la cena, Kasey se ofreció rápidamente a ayudarla.

– ¿Se quedará Jordan hasta el fin de semana para asistir a la boda de Greg? -preguntó Jessie, mientras amasaba la pasta para el pastel de carne.

– No sé -contestó Kasey con aparente tranquilidad-. No me… no hemos hablado de ello -frunció el ceño-. No creo. No puede desatender durante mucho tiempo su negocio. Ha estado muy ocupado desde el infarto de su hermano.

Jessie observó a la joven mientras ésta desenvainaba los guisantes. Consciente del escrutinio de Jessie, a Kasey le tembló la mano y algunos guisantes se le cayeron al suelo. Se agachó para recogerlos, agradeciendo aquella excusa para ocultar su turbación.

– Y tú vuelves con él -no era una pregunta, sino una aseveración.

– No, me gustaría quedarme unos días más -respondió la joven.

Jessie dejó de amasar un momento.

– ¿Os pasa algo malo? ¿Tenéis algún problema? -quiso saber y Kasey se obligó a mirarla con expresión de asombro.

– ¿Algo malo? ¡Oh, no, por supuesto que no!

– ¿Por eso viniste aquí? ¿Por eso te ha seguido?

Kasey forzó una risa.

– ¡Jessie por favor! He venido a casa por lo del accidente de mi padre y para veros. No es nada extraño, ¿verdad?

– Supongo que no -asintió Jessie poco convencida-. Pero no eres la misma de siempre. No eres la Kasey que se fue de aquí.

– Espero que no. Ahora he madurado, Jessie, soy una mujer adulta y casada y… bien, a lo mejor la ciudad me ha cambiado.

– ¡Puf! ¡Las ciudades! Sólo humo y corrupción.

Kasey suspiró aliviada al ver que Jessie cambiaba de tema de conversación.

– Nunca me han gustado las ciudades. ¡Tantos coches, tantos peligros! Ya le advertí a Paula que tuviera cuidado cuando Greg la llevó a Perth. Y, hablando de Greg…

Kasey se puso tensa, esperando las siguientes palabras de Jessie, lista para interrumpirla, pero como siempre, Jessie dijo lo que quería decir.

– Creo que todavía está enamorado de ti.

– ¡Oh, Jessie!

– No me vengas con tu «¡Oh, Jessie!». Ya sabes lo que quiero decir y ya sé que no le vas a dar alas -Jessie suspiró-. Trata de no preocuparte por eso, querida. Ya se repondrá. Greg sigue siendo muy inmaduro, a pesar de su edad. Pero cuando se case con Paula sentará la cabeza, ya verás.

– ¿Crees que será feliz?

– Estoy segura -aseveró Jessie-. Paula lo adora y será el rey de Winterwood en lugar de un peón aquí en Akoonah Downs.

Kasey miró a la anciana desazonada. ¿Cómo podía saber Jessie…?

– He sabido desde hace años lo que pensaba Greg, criatura. Y también tu padre estaba al tanto. Por eso nunca le preocupó que estuvieras enamorada de Greg. Sabía que no iba a ser suficiente para él.

Kasey suspiró. Parecía que todo el mundo estaba enterado de todo.

– Tu padre está muy contento de verte casada con alguien como Jordan -sonrió Jessie-. Y yo también -concluyó-. Ahora debemos darnos prisa con la cena.

Para asombro de Kasey, la cena de esa noche transcurrió con bastante tranquilidad. Si Jordan se había propuesto seducir con su encanto indudable a la familia de Kasey, lo estaba logrando a la perfección.

Kasey lo observó mientras bromeaba con Jessie hasta hacerla desternillarse de risa.

Cuando terminaron de cenar, se retiraron a la sala; después de estar allí hablando durante más de una hora, Kasey empezó a bostezar. Estaba cansada física y emocionalmente. Pero, ¿era mejor acostarse antes que Jordan? O debía esperar a que él estuviera dormido para retirarse ella a la cama?

Entonces se dio cuenta de que todos la estaban mirando.

– Lo siento. ¿Me decíais algo?

Jordan se puso de pie.

– Te estás durmiendo -dijo y se estiró-. Yo también estoy cansado, debo admitirlo. A los dos nos sentaría bien retirarnos temprano a dormir. Con su permiso. Mike.

El padre de Kasey asintió.

– Yo también voy a irme a la cama pronto. Aquí nos acostarnos temprano.

– Si quieres prepararé un poco de té, papá -se apresuró a sugerir Kasey.

– Para mí no, mi reina -dijo Mike-. Será mejor que te acuestes. Jordan tiene razón; parece que te vas a quedar dormida de pie -guiñó un ojo a su hija y ella dudó. No podía irse con Jordan.