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Jordan cruzó la habitación y la agarró del brazo con suavidad.

– A la cama. Buenas noches Mike… Jessie.

Antes de que Kasey pudiera protestar se encontró en el pasillo, de camino a su habitación.

– Jordan, mejor te dejo pasar una noche tranquila. Nadie se enterará de que he dormido en mi cuarto.

Ya habían llegado al cuarto verde y Jordan la hizo entrar poniéndole una mano en la espalda.

– Creía que ya habíamos llegado a un acuerdo -dijo con exasperación.

– En realidad, no creo que tengamos que dar a nadie explicaciones de cómo dormimos, Jordan. ¿A quién le puede importar?

– A mí. Jessie habla demasiado y no quiero que mi vida privada se conozca desde aquí hasta Bourke.

– Aquí no hay espías, Jordan -dijo con sarcasmo y se apresuró a agregar, al ver la severa expresión de su esposo-: Además, decidimos que… -se interrumpió al advertir la ira reflejada en los ojos de Jordan.

– Si decidimos… ¿qué?

– Esta mañana has hablado de un posible divorcio -murmuró Kasey.

– Todavía no estamos divorciados -Jordan se quitó la camisa-. Hasta entonces, no quiero que se especule sobre nuestra vida privada.

– No entiendo por qué te importa tanto lo que piensen aquí. Akoonah Downs no es precisamente el centro de la vida social.

Jordan se encogió de hombros.

– ¿Entenderían tu padre y Jessie que durmiéramos en dormitorios separados?

Kasey calló.

– Concluyo mi alegato. Ahora iré un momento a la terraza mientras te desnudas y te pones el camisón, para evitar otra discusión -sin esperar réplica, salió.

Kasey permaneció donde él la había dejado, clavando la mirada en la enorme cama. Al acercarse el lecho, vio que Jessie había dejado sobre la cama el mejor camisón de la joven. Kasey acarició los suaves pliegues, luego dobló la prenda y la metió en el cajón superior del tocador y buscó en el armario hasta encontrar la vieja camiseta que se ponía normalmente para dormir. Rápidamente se desnudó y se puso la camiseta. Inmediatamente, se metió en la cama.

Como a una señal, Jordan reapareció. Apenas miró a su esposa antes de comenzar a quitarse los zapatos y desabrocharse los pantalones.

– ¡No puedes desnudarte aquí! -gritó Kasey sin poder contenerse. Jordan se detuvo.

– ¿Por qué no?

– Pues, porque…

Jordan se quitó los pantalones y se quedó parado ante ella en ropa interior.

Después, se fue acercando lenta y peligrosamente a la cama.

– No pensarás dormir con sólo… esos…

– No, no pienso dormir con estos -se burló él-. En realidad, suelo dormir desnudo, como ya sabrás -y tras decir esas palabras se quitó el calzoncillo.

Ruborizada, Kasey desvió la mirada.

– Tengo la clara impresión de que estás sonrojada, querida. ¡Vaya despliegue virginal! Pero un poco fuera de lugar y tiempo, ¿no te parece?

Kasey volvió a sentir una leve punzada de dolor en el pecho. Se mordió el labio inferior. ¿Cómo podía hacerle eso? Su ira comenzó a crecer.

Jordan había entrecerrado los ojos, pero ella captó un brillo helado en ellos.

– ¡No entiendo cómo eres capaz de decirme eso! -replicó Kasey, indignada-. ¡Qué manera de justificarte! Eres despreciable, Jordan.

– Lo que he querido decir es que no es la primera vez que dormimos juntos -dijo él.

– Lo cual no es precisamente mi idea…

– Kasey, estoy cansado…

– Yo también… de este matrimonio unilateral. Todo es siempre como tú deseas. ¡El gran Jordan Caine!

Jordan se incorporó con un ágil movimiento y la sábana se deslizó hasta debajo de sus caderas.

– Si lo que buscas es pelea, Kasey, te agradecería que la dejes para otra ocasión. He tenido un día muy cansado.

– ¿Y si yo decido no obedecer los deseos de mi amo y señor? -preguntó en tono sarcástico.

– Entonces tu amo y señor encontraría alguna forma especialmente desagradable de terminar la noche.

– ¡No te atreverías!

Capítulo 10

– ¿No? -Jordan deslizó un dedo por el cuello de su esposa. Ruborizada, Kasey se replegó, pero no antes de sus traidores sentidos hubieran enloquecido ante la sensual y delicada caricia.

Jordan le sostuvo la mirada durante unos segundos estremecedores.

– Los dos necesitamos dormir, Kasey, ¿no crees? -musitó. Y se volvió hacia su lado de la cama, dispuesto a dormir. La noche se extendía interminable ante ella. Kasey permanecía despierta, tensa y frustrada, al lado de su marido, que dormía relajado. Se le contrajo el estómago al recordar el altercado y su imaginación se desbocó; intentaba imaginar lo que habría pasado si Jordan hubiera aceptado el reto que le había lanzado. Eso sólo sirvió para ponerla todavía más nerviosa.

¿Habría cumplido la amenaza? Bien, ella nunca lo sabría. Pero creía que Jordan sería capaz de valerse de cualquier medio para obtener lo que se proponía.

¡Maldición! Era un presuntuoso, arrogante, insoportable… se aferró con fuerza a la manta.

Kasey estuvo a punto de gemir en voz alta. ¡Cómo deseaba hacer el amor con él! Y cuánto deseaba tener el valor de volverse hacia él, despertarlo y mostrarle la intensidad de su deseo. Pero, por supuesto, no podría hacerlo. ¿O sí? ¡No! Cerró con determinación los ojos convocando el olvido del sueño.

En cierto momento debió dormitar un poco, pues el cuarto comenzaba a iluminarse con los primeros rayos del sol cuando algo, un sonido, la despertó. Abrió los ojos y escuchó con atención.

– Kasey.

La joven se acurrucó asustada.

– Kasey -repitió Jordan, moviéndose con inquietud.

¿Qué quería? ¿Estaba enfermo?, se preguntó la joven.

– ¿Qué… pasa?

– Kasey -repitió Jordan en sorda letanía, murmuró algo ininteligible y luego-: No te vayas… no te vayas…

Kasey se incorporó sobre un codo, y lo observó en la penumbra; se dio cuenta de que estaba soñando.

– No te vayas -Jordan se acercó y aprisionó a la joven con el brazo.

Ella trató de quitarse el peso muerto del brazo. Aquello pareció consternarlo y lo hizo murmurar otra cosa y estrechar a la joven contra él. La vieja camiseta de Kasey se estiró y el escote se abrió tanto que dejó al descubierto ambos pechos y la boca de Jordan quedó sobre la piel desnuda.

Jordan movió lentamente los labios sobre ella y Kasey se quedó petrificada. ¿Qué debía hacer? ¿Despertarlo? ¿Levantarse de la cama?

Jordan comenzó a mordisquearle la curva del cuello y, aunque Kasey intentó permanecer inmune, el ya familiar cosquilleo en la boca el estómago se extendió al resto del cuerpo.

Jordan le mordisqueó el lóbulo de la oreja y ella se estremeció. El deseo la inflamó y antes de que pudiera darse cuenta de lo que hacía, acarició con infinita delicadeza el brazo de su esposo.

Kasey se sentía como si fuera ajena a su propio cuerpo, como si fuera una espectadora de sus propios actos. Le costaba creer que era ella la que acariciaba con mano temblorosa el rostro de Jordan. Trazó con el dedo el contorno de la oreja, y luego las oscuras cejas; después merodeó por la mejilla hasta llegar al contorno de la mandíbula y sintió la barba a medio crecer. Volvió a subir para delinear la recta nariz y se detuvo, para tocar con enorme suavidad los seductores labios.

Eran unos labios firmes, bien dibujados. Kasey acarició el labio superior y luego el inferior; casi sin darse cuenta, introdujo el dedo en la boca de su esposo y éste le lamió la punta con movimientos suaves.

Kasey desvió la mirada y se encontró con los ojos de su esposo. Los tenía abiertos, alertas y en el tenue resplandor del amanecer sostuvieron la mirada de la joven. El fuego que recorría las venas de Kasey se reflejaba en la profundidad de los ojos de su esposo. ¿Cómo podía haber pensado alguna vez que aquellos ojos eran fríos? se preguntó Kasey, admirada.