La avioneta avanzó y Kasey se enjugó las lágrimas. Ya era demasiado tarde. La pequeña avioneta estaba al final de la pista.
El tren de aterrizaje de la avioneta dejó la pista y luego, para horror de Kasey, la aeronave se precipitó contra la tierra rojiza y seca.
Todo ocurrió en unos segundos, pero para Kasey, que estaba montada en su caballo y mirando con aterrada incredulidad, todo pareció acontecer a cámara lenta. La avioneta se había estrellado ante sus ojos. No podía recordar el sonido, pero la imagen había quedado impresa de manera indeleble en su memoria.
El humo comenzó a ascender en espiral. ¡Fuego! ¡No, no!
Espoleó el azorado caballo.
¡No! ¿Estaba gritando realmente o la palabra resonaba tan sólo en su mente? ¡No! ¡No! ¡Jordan no! ¡Por favor… Jordan no!
Galopó colina abajo durante lo que le pareció una eternidad, y al llegar a la llanura, enfiló hacia el lugar del accidente. Cuando llegó allí, oyó que el jeep frenaba detrás de ella. Kasey desmontó con presteza y el caballo se espantó.
Oyó que alguien la llamaba por su nombre, pero no hizo caso mientras corría hacia el aeroplano. Y hacia Jordan.
– ¡Jordan! -gritaba histéricamente mientras se acercaba, repitiendo el nombre de su esposo una y otra vez.
Una figura en camisa blanca salió del aeroplano, trastabilló y cayó inmóvil al suelo.
– ¡Jordan!
Oyó pasos cerca de ella y un momento después alguien la cogió por las piernas y la tiró al suelo.
– ¡No te muevas! -le susurró alguien al oído, aprisionándola con su cuerpo.
Kasey intentó soltarse, pero la empujaron otra vez hacia el suelo. Antes de que pudiera balbucear algo, una espantosa explosión la ensordeció.
Cuando Kasey volvió en sí estaba tumbada en el suelo de madera de la terraza. ¿Por qué estaba allí? ¿Se había desmayado? Trató de moverse. Le dolía todo el cuerpo. Abrió la boca y sintió la aspereza del polvo entre los dientes. Debía haberse caído… ¡No! La habían tirado.
Recordó todo de repente. La avioneta que se estrellaba. El fuego. ¡Jordan! ¡Oh, Jordan! ¡No! Jordan en el suelo y luego la explosión.
Las lágrimas corrieron por sus mejillas, dejando huellas en el polvo, mientras intentaba incorporarse.
– ¡Jordan!
– ¡Shh! Tranquilízate, mi niña -la apaciguó Jessie, mientras le limpiaba el rostro con un paño húmedo. Sostuvo un vaso ante los labios de la joven, instándola a que se enjuagara la boca.
– Oh, Jessie -exclamó Kasey con desesperación-. Jordan… ¿está…?
Alguien deslizó un brazo por sus hombros y la atrajo contra su pecho.
– No puede estar muerto -sollozó desconsolada Kasey.
– Kasey, no llores, mi amor. No llores.
Estaba segura de que podía oír su voz, percibir su almizclado perfume, sentir el vigor de sus consoladores brazos. Tragó saliva, se puso tensa y levantó lentamente la cabeza, parpadeando para disipar las lágrimas.
– ¿Jordan? -balbuceó y alzó una mano hacia el rostro masculino, le acarició la barbilla, la mejilla, la nariz, la boca-. ¡Oh, Jordan! -susurró-. Creía que estabas…
Jordan la silenció poniéndole un dedo en los labios. Kasey lo miró entonces a los ojos y al verlos inflamados de amor sintió que el corazón le iba a estallar en el pecho. Luego Jordan inclinó lentamente la cabeza hacia ella. Su beso fue tierno y suave al principio; luego, intenso y apasionado.
– Había oído hablar de la respiración boca a boca, pero esto es exagerado -oyeron decir a Jessie con tono divertido.
– Pero entonces… ¿quién…? Oh, Jordan, estaba segura de que… he visto el humo…
– Ha sido algo lamentable -dijo Jessie-. Tu padre está dentro llamando por radio al médico. El piloto tiene algunas quemaduras y creemos que se ha roto el peroné. Ha tenido mucha suerte. Y ahora, ya basta. Hay que lavarte, criatura. Llévala dentro, Jordan.
Jordan iba a cogerla en brazos, pero ella se esforzó por poner se de pie.
– Puedo andar -dijo, apoyándose en su marido-. Creo -añadió mirándose la ropa y tratando de quitarse el polvo que la cubría.
– Los dos necesitáis una buena ducha y luego tú deberías meterte en la cama.
– Oh, Jessie, estoy bien -protestó Kasey.
– He dicho que te acuestes. Te has llevado un susto tremendo -le dijo el ama de llaves con firmeza-. Le pediré a Jordan que te suba una taza de té cuando estés lista.
En medio de una bruma de aturdimiento, Kasey se duchó, se puso un camisón y se metió en la cama. En esa cama que había sido testigo de su febril abrazo amoroso con Jordan.
¿Realmente la había besado su esposo de manera tan apasionada delante de Jessie? ¿O había soñado? Se tocó los labios y se estremeció.
Oyó un golpecito en la puerta y luego Jordan entró. Después de cerrar, fue a dejar una taza de té en la mesilla de noche, a la cabecera de la cama. Olía a jabón y llevaba puesta una bata negra, la misma que llevaba la mañana que Kasey se había despertado en su apartamento.
Era increíblemente atractivo. ¿Sería la febril imaginación de Kasey la que le hacía recordar un encuentro apasionado en sus brazos?
Jordan se sentó a su lado al borde de la cama, sin despegar los ojos de los de ella. Apoyó una mano a cada lado de la joven, luego sacudió la cabeza lentamente y la estrechó en sus brazos.
Kasey le pasó las manos por la espalda, firme, musculosa.
– Creía que habías muerto -murmuró y un sollozo se le ahogó en la garganta-. Cuando te he visto bajar del avión y caerte en el suelo, he pensado que… -sacudió la cabeza.
Jordan se apartó de ella, para volver a mirarla a los ojos. Le enmarcó el rostro con las manos, acariciándole con los pulgares los temblorosos labios.
– Ese no era yo, Kasey -dijo con suavidad.
– Pero yo he visto…
– Era el piloto -dijo él-. Cuando te has ido, me he quedado parado en el pasillo tratando de convencerme de que no estabas celosa de Desiree, que sólo eran imaginaciones mías. Porque si estabas celosa eso significaba que me querías. ¡Ah, cómo deseaba creerlo, Kasey! -suspiró-. Nunca sabrás cuánto quería creer eso.
Kasey lo miró azorada; no se atrevía a creer lo que oía.
– Entonces he decidido tirar mi orgullo por la ventana. Te seguí a Akoonah Downs para ofrecerte tu libertad, ¿sabes?, por que no podía soportar tenerte tan cerca y no poder declararte mi amor a cada minuto.
Kasey estaba a punto de estallar de alegría.
– Cuando David sufrió el infarto aproveché el pretexto del exceso de trabajo para mantenerme lejos de ti -prosiguió él-. Porque sabía que si estaba cerca tendría que abrazarte, querría hacer el amor contigo. Y tú me dabas a entender que eso era lo último que desearías. Creí que había conseguido algún progreso la noche de la fiesta de los Mendelson, pero te encerraste en tu cuarto. Ese fue mi mayor fracaso, Kasey.
– Por lo tanto, vine a ofrecerte la oportunidad de divorciarte. Pero después de hacerte la absurda propuesta, deseé con toda el alma que no la aceptaras. No podía retroceder, sin luchar, sin defenderme. Y cuando he visto que estabas celosa de Desiree, me has ofrecido un asomo de esperanza. Me he aferrado a tus posibles celos como a una tabla de salvación. Por eso quería ir detrás de ti, para decirte lo mucho que te amo, para suplicarte que me dieras la oportunidad de demostrártelo. Acababa de montar al caballo cuando la avioneta se ha estrellado -hizo una mueca-. Lo siguiente que he sabido es que galopabas hacia la avioneta tan temerariamente que se me ha congelado la sangre. He intentado impedirlo mientras Billy iba hacia el jeep, pero tú has seguido adelante. Tenía que detenerte antes de que… -sacudió la cabeza y una mueca de angustia contrajo su rostro.
– ¿Me has tirado al suelo? ¿Has sido tú?