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– ¿Embarazada? ¡Por supuesto que no!

– Pensaba que ésa podría ser la razón.

– Pues no lo es. Supongo que… que debió afectarme el alcohol -farfulló Kasey-. ¿Por qué otra razón podría haber hecho una proposición tan absurda? Además, ¿por qué accediste? ¿También estabas borracho?

Jordan esbozó una cínica sonrisa.

– No estaba completamente sobrio, pero tampoco se puede decir que estuviera borracho.

– ¿Entonces?

– Quizá nos convenga casarnos -dijo con una frialdad pasmosa.

Kasey lo miró y desvió rápidamente la mirada. Jordan suspiró.

– Llevo una vida muy atareada, mis negocios me mantienen muy ocupado, de modo que no tengo tiempo para conocer bien a las mujeres. Eso no les impide mostrar un entusiasmo casi rapaz -hizo una mueca desdeñosa-. Pero, no me engaño respecto a sus motivaciones. Mi principal atractivo es mi cuenta bancaria. Estar casado me libraría de mis asiduas «admiradoras».

Kasey se preguntó si realmente pensaría que el dinero era lo único que las mujeres buscaban en él. ¿Es que no se miraba al espejo?

– ¿Cómo sabes que yo no voy detrás de tu dinero?

Un asomo de sonrisa cruzó por el rostro de Jordan.

– La hija de Mike Beazleigh no iría detrás del dinero de nadie, estoy seguro.

– ¿Cómo sabes quién soy? ¿Te lo dije yo?

Jordan negó con la cabeza.

– Ya lo sabía. Te he visto en algún pase de modelos y en cierta ocasión nos presentaron.

Kasey se encogió de hombros.

– Bien, en cualquier caso no creo que sea necesario cumplir una promesa hecha al calor del alcohol.

– Como ya te he dicho, me convendría casarme ya -Jordan se removió en el borde de la cama y Kasey no pudo evitar fijarse en sus piernas-. Pero tú todavía no has contestado a mi pregunta. ¿Por qué necesitas casarte? Con tu belleza, estoy seguro de que bastaría con que expresaras tus deseos de casarte para tener un enjambre de aspirantes en tu mano.

– Ya te lo he dicho… estaba un poco borracha. No estoy acostumbrada a beber.

– Y deprimida. Melancolía etílica, le llaman -se burló él-. ¿Sueles hacer propuestas de matrimonio cada vez que bebes una copa?

– ¡Por supuesto que no! En realidad, rara vez bebo, no me gusta el alcohol. Lo que pasa es que… -intentó encontrar una explicación razonable. No iba a contarle la verdad a un desconocido.

– ¿Qué?

Kasey se encogió de hombros.

– ¡Oh, por el amor de Dios! Quizá tenía miedo de convertirme en una solterona o algo parecido. Tengo casi veintitrés años y todas mis amigas se han casado ya.

– Me parece muy difícil creer que una mujer como tú pueda quedarse soltera, a menos que así lo desee -dijo Jordan con una sonrisa irónica-. Incluso a pesar de tu fama de mujer de hielo -añadió y Kasey le miró desazonada-. En el poco tiempo que llevas trabajando como modelo has logrado cierta fama en nuestro círculo, ¿sabes?

– ¡Eso es ridículo! -replicó Kasey.

– ¿Sí?

– ¿De verdad me… llaman así? -le preguntó alzando la barbilla con orgullosa indignación.

– Yo pensaba que lo sabías, que adoptabas esa actitud a propósito.

– No, no adopto ninguna actitud -Kasey bullía de indignación; no se imaginaba que su desdicha se notara tanto-. Me parece que soy la última en enterarme, pero puedo adivinar quién me ha puesto ese apodo y por qué.

Jordan arqueó sus bien delineadas cejas.

– Es indudable que el perpetrador de tan elocuente descripción debe ser hombre -dijo la joven con desdén-. Parece que las modelos tenemos fama de ser las presas favoritas para los coleccionistas de aventuras fáciles -continuó-. Y he demostrado ser la excepción a la regla en varias ocasiones. Quizá haya herido más de un «ego» machista. Para algunos hombres, la decencia en la mujer sólo puede deberse a la frigidez.

– Entre los «egos» heridos está el mío -dijo Jordan con suavidad.

De repente, Kasey recordó una fiesta celebrada después de un desfile de modas cuando comenzaba a trabajar para la agencia de modelos. Jordan Caine estaba allí. Alguien los había presentado, él la había invitado a salir. En ese momento comprendió porqué esos ojos azules le habían parecido ligeramente conocidos. Él la había desnudado con la mirada y Kasey había rechazado la invitación con indiferencia glacial. Un asomo de rubor enrojeció sus mejillas.

– Es cierto -asintió la joven.

Una sonrisa inesperada iluminó el rostro de Jordan.

– Le diste a mi «ego» una buena lección.

La devastadora sonrisa del hombre provocó un extraño vuelco en el corazón de la joven; tuvo que desviar la mirada para no dejarse cegar por los encantos de Jordan.

– No me acuesto con cualquiera -dijo a la defensiva.

– Entonces me siento más que halagado de que hayas aceptado mi hospitalidad -dijo Jordan con una sonrisa burlona y la ira de Kasey se reavivó.

– Hablo en serio, Jordan. Supongo que te parecerá difícil creerlo, teniendo en cuenta el éxito que tienes con las mujeres. Supongo que en tu mundo son tan escasas las vírgenes, que no te darías cuenta si te acostaras con una.

– ¿Y tú eres, Katherine Beazleigh, uno de tan singulares especímenes?

Kasey se sonrojó.

– En ese caso, podrías ayudarme a salvar tan lamentable vacío en mi experiencia amorosa -dijo Jordan, intentando destaparla.

Kasey se aferró a la sábana con furia.

– No -farfulló-. No he querido decir… ¡no, por favor!

Jordan soltó la sábana, pero el alivio de Kasey fue breve, pues se inclinó hacia ella, haciéndola retroceder. Colocó una mano a cada lado de Kasey, y la recorrió lentamente con la mirada.

Kasey intentó taparse más, pero Jordan se apresuró a retener la sábana. Con deliberación, bajó la cabeza y rozó con los labios la piel femenina, regodeándose en la redondez del hombro y en la curva del cuello. Se detuvo allí y luego trazó el contorno de la barbilla con la lengua.

Kasey contuvo el aliento y el corazón se agitó en su pecho. Jordan la iba a besar en los labios. Debía detenerlo. No deseaba que la besara ningún hombre que no fuera Greg. Sin embargo, un extraño sentimiento se apoderó de ella… un incontenible deseo de sentir sobre sus labios los de aquel hombre. Bajó la mirada y su deseo venció la voluntad de resistencia.

El colchón crujió cuando él se apartó un poco. Kasey entreabrió los ojos. Jordan la estaba mirando. ¿Qué significaba aquella sonrisa burlona que curvaba aquellos labios que habían trazado fuego sobre la piel femenina?

– Ah, Katherine, deberías saber que no conviene lanzar semejante desafío a un hombre después de un sueño reparador -dijo con tono acariciante-. Si no tuviera escrúpulos, habrías perdido eso que consideras tan precioso -sus ojos brillaban con humor sarcástico.

– ¡Eres un…! -Kasey intentó soltar la mano, pero se dio cuenta de que con aquel movimiento se había caído la sábana, dejando al descubierto un pecho. Ruborizada, se volvió a tapar mientras Jordan reía entre dientes.

– ¿Para qué tanto pudor, preciosa? No olvides que anoche contemplé todo tu delicioso cuerpo y debes creerme, no hay razón alguna para ocultar semejante belleza. Incluso me gusta la peca que tienes por aquí.

Posó el dedo sobre la sábana, por debajo del pecho izquierdo de la joven.

– Está bien, es verdad que me has visto desnuda, pero nadie debe vanagloriarse de contemplar desnuda a una mujer cuando ella está inconsciente, ¿no te parece?

– Tienes toda la razón -admitió él-. Escucha, Katherine.

– Soy Kasey -lo interrumpió ella-. Sólo me llaman Katherine en el trabajo, de modo que deja de llamarme así.

– Está bien… Kasey -se echó un poco hacia atrás y la joven suspiró aliviada-. Quiero que hablemos en serio. Respecto a lo del matrimonio, me gusta la idea. Para serte franco, resolvería bastantes de mis problemas. Me gustaría que lo pensaras un poco.