– Estoy segura de que Jordan sabe cuidarse solo -dijo Kasey, encontrando bastante irritante la idea de que Jordan hubiera estado con otras mujeres.
– No te preocupes por las mujeres que ha habido en su pasado, querida -le aconsejó Grace-. Jordan está encandilado contigo, de eso no cabe duda. Y será un magnífico marido -desvió la mirada hacia su sobrino-. Siempre he querido mucho a Jordan. Todo el mundo lo consideraba temerario cuando era más joven, pero sólo era un chico inquieto y lleno de energía. El problema es que no se parece a su hermano. David es serio, reposado, lo cual es admirable, sin duda, pero contrastaba demasiado con el espíritu aventurero de Jordan. ¡Y deberías saber que ese espíritu aventurero le ha metido en más de un lío! -rió divertida-. Pero me alegro de que haya escogido bien a su pareja. Me preocupaba que cometiera otro error… -Grace pareció darse cuenta de que estaba hablando demasiado y se contuvo-. Pero ya he hablado demasiado. Ahora háblame de ti.
¿Qué error?, se preguntó Kasey. Las palabras de Grace indicaban que aquel no era su primer compromiso. ¿Habría estado casado? No, si lo hubiera estado se lo habría dicho… ¿o no?
Kasey intentó seguir con atención la conversación de la tía de Jordan, pero casi sintió alivio cuando apareció Margaret Caine y se llevó a su cuñada para que la ayudara con los preparativos de la cena.
Un momento después, Jordan se acercó a Kasey y la joven le preguntó impulsivamente:
– ¿Has estado casado?
Jordan la miró extrañado. Al ver a Kasey tan serio, sonrió.
– No. Esta será la primera vez. ¿Y tú?
– ¡Por supuesto que no!
– Ah, lo olvidaba. Eres mi novia virginal -le susurró al oído mientras la conducía adentro para cenar.
– ¡Aquí están David y Desiree! -exclamó alguien.
En ese momento, Kasey no se imaginó siquiera lo que la esperaba. Todavía no conocía a David Caine y a su esposa, ya que habían pasado varias semanas en el extranjero.
La madre de Jordan abrazó a su hijo mayor y le dio un beso en la mejilla a su nuera.
David no podía haber sido menos parecido a su hermano. Era algunos centímetros más bajo de estatura y mucho menos corpulento.
Kasey desvió la mirada hacia Desiree, la esposa de David. Era una mujer rubia, de belleza etérea. Mientras la observaba, Kasey advirtió un sutil cambio en la actitud de Jordan. De manera casi imperceptible, se había puesto tenso. Si no hubieran estado cogidos del brazo, no se hubiera dado cuenta. La joven lo miró de soslayo.
La expresión de Jordan era estudiadamente impasible, pero su mandíbula estaba tensa y tenía los ojos entrecerrados. Condujo a Kasey adelante, para encontrarse con su hermano.
Al estar más cerca de David, Kasey pudo observar que parecía cansado y aparentaba más años de los treinta y nueve que tenía.
– Kasey, te presento a mi hermano David y su esposa, Desiree. Y esta es Kasey Beazleigh… -hizo una pausa y la cogió por la cintura con actitud posesiva-… mi futura esposa.
David se acercó para besarla en la mejilla y darle la bienvenida a la familia.
Por encima del hombro de David, Kasey se encontró con unos ojos violeta, helados, casi hostiles. Y advirtió las arrugas de aburrimiento e insatisfacción bajo el maquillaje aplicado con esmero de su cuñada.
– ¿No es magnífico? -dijo David a su esposa-. ¡Y nosotros que creíamos que Jordan iba a ser un solterón!
Desiree se irguió irritada cuando David la abrazó y miró fijamente a su cuñado.
– Me sorprende saber que por fin te has dejado atrapar -dijo; su voz aterciopelada y sensual hacía un extraño contraste con su frágil aspecto.
Jordan arqueó una ceja y la miró con expresión casi desdeñosa.
– Te equivocas, Desiree. Soy yo el que ha atrapado a Kasey. ¿No es cierto, cariño?
Miró con ternura a su prometida y por un instante, Kasey se convenció de que de verdad estaba enamorado de ella. Un leve rubor cubrió sus mejillas.
– Has hecho sonrojar a la chica, Jordan -comentó Desiree con irónico retintín.
Kasey recobró el aplomo, sintiendo una inmediata antipatía por la cuñada de su prometido.
– De ninguna manera, Desiree. En realidad, no sé quién ha atrapado a quién; sólo puedo decir que estoy encantada de que Jordan haya aceptado mi proposición de matrimonio.
Hubo un momento de silencio y luego todos se echaron a reír; bromearon con Jordan y le pidieron que confirmara las palabras de la joven.
Jordan le dio un beso en la mejilla haciéndola estremecerse.
– ¿Mentiría Kasey sobre algo tan serio? -preguntó con una sonrisa enigmática-. Incluso se puso de rodillas y me ofreció un ramo de violetas.
Kasey iba a replicar algo ingenioso, pero antes de que pudiera hacerlo, Jordan le dio un beso en la boca.
– Bien, exagero -dijo, mirándola fijamente a los ojos-. El ramo no era de violetas, sino de rosas.
Hubo más risas y comentarios jocosos, y luego Margaret Caine se acercó para pedirles que se sentaran a cenar.
Durante el transcurso de la cena, Kasey pudo darse cuenta de que a pesar de los intentos de los Caine por incluir a Desiree en el círculo familiar, ella se mantenía aparte, adoptando un aire de aburrimiento.
Kasey recordó otra de las escenas de aquella noche fatídica. David Caine observaba con recelo a su esposa mientras ella lanzaba constantes pullas a su cuñado. Y aunque, aparentemente, Jordan soportaba con prudente tolerancia el humor sarcástico de Desiree, Kasey advirtió la ira interior que lo mantenía en tensión.
Pero Kasey todavía no podía comprender la razón de la misma. Aquella revelación llegó más tarde, aquella misma noche.
Algunos invitados ya se habían ido y Kasey comenzaba a estar un poco cansada; no le resultaba fácil entablar conversación con extraños y salió a los enormes jardines de la mansión.
Se dirigió a la zona de la piscina y, con un suspiro, se sentó en el cemento, todavía caliente por el sol. A la sombra de un árbol frondoso, su vestido negro la volvía prácticamente invisible. La luz de un encendedor llamó su atención. Una alta figura aspiró el humo de un cigarrillo recién encendido y Kasey reconoció inmediatamente a Jordan. Estaba apoyado contra el tronco de una palmera.
Con una sonrisa, Kasey se levantó y atravesó el patio de baldosas y descendió por los escalones que llevaban al camino principal del jardín. Un leve temblor de deseo la hizo estremecerse y aceleró el paso.
– ¿Qué haces aquí? -la voz de Jordan rompió el silencio de la noche.
Kasey se detuvo en seco, con el corazón constreñido de temor. Por un breve segundo pensó que aquella áspera pregunta iba dirigida a ella, hasta que de pronto comprendió que era imposible que Jordan la hubiera visto a través del matorral que los separaba.
– Buscándote, querido.
Kasey contuvo el aliento al oír la voz grave, aterciopelada y sensual de Desiree. Jordan masculló una imprecación.
– ¡Vaya lenguaje, Jordan! Yo también podría preguntarte qué haces aquí solo, ¿no?
Kasey se quedó inmóvil, sabiendo que debía acercarse a ellos… o escapar de allí.
– Estaba disfrutando de la soledad -replicó Jordan-. Y me gustaría seguirla disfrutando.
– ¡No te pongas así, querido! -dijo Desiree con un puchero-. No he hablado contigo en toda la noche.
– He estado atendiendo a los invitados. Deberes de anfitrión -replicó Jordan con evidente sarcasmo.
– Muy admirable de tu parte. Tenías que ser un Caine para saber comportarte en sociedad.
– Se te nota el complejo, Desiree.
– Eres un canalla, Jordan Caine.
– Quizá. Pero será mejor que vuelvas adentro antes de que alguien advierta tu ausencia.
– Antes de que se den cuenta de que no estamos ninguno de los dos, ¿verdad?
– Está bien. Antes de que se den cuenta de la ausencia de ambos.
Desiree emitió una risa ronca y sensual, que dejó helada a Kasey. No era posible que Jordan y Desiree…