Cuando el oficiante pronunció las palabras rituales: «os declaro marido y mujer…», Jordan alzó el velo de la joven y la besó. El beso fue bien, pero el efecto la hizo temblar de tal manera que le costó firmar su nombre en el registro. David, el padrino de Jordan, se inclinó para palmearle el brazo y decirle que no se pusiera nerviosa, que no era el fin del mundo.
¡Cómo hubiera deseado que sí lo fuera!
Kasey permaneció tensa y temblorosa durante la interminable sesión de fotografía de los periodistas. Jordan había conseguido que aparecieran sólo después de la ceremonia.
Sin embargo, Kasey recobró en la recepción parte de su estoica serenidad. Quizá la bebida que Jordan le puso en las manos tuviera algo que ver con ello.
Hasta que no llegaron a la recepción, Kasey no pensó en Greg Parker. Con azoro se dio cuenta de que no lo había visto en la iglesia. Sin embargo, debía haber estado allí. Por lo menos, él y Paula estaban sentados a la mesa al lado de Peter, el hermano de Kasey.
Greg estaba pálido y parecía cansado; Paula le dirigía constantes miradas de adoración. En cierto momento, los ojos de Greg se encontraron con los de Kasey y la joven advirtió el dolor que se reflejaba en ellos y se asombró al darse cuenta de que el único sentimiento que nacía en ella era remordimiento.
Dirigió una mirada de soslayo a su marido, que la estaba mirando con los ojos entrecerrados. ¿La habría visto mirando a Greg? ¿Y tendría alguna importancia que la hubiera visto? Jordan no tenía idea de cuáles eran los sentimientos que ella abrigaba por Greg, de modo que no podía sospechar… Kasey se irguió de repente con orgullo. Jordan era la última persona que podía acusarle de nada. Él tenía sus propias razones para estar allí, para haberse casado con una mujer a la que apenas conocía, y no eran mejores que las suyas.
Los discursos fueron breves y la comida exquisita, según comentaron después los invitados. Pero Kasey no recordó haber saboreado ni un bocado.
Después llegó el vals nupcial. El pánico volvió a apoderarse de ella mientras giraba en brazos de su esposo. No se atrevía a mirarlo. ¿Advertiría él su nerviosismo? Por supuesto, Jordan era un hombre de mundo y debía darse perfecta cuenta de todo.
Sin poderse contener, alzó la mirada hacia él y Jordan esbozó una sonrisa, provocando en ella un escalofrío que la sacudió por entero.
– Ah, por fin te acuerdas de que estoy aquí -Jordan posó la mejilla en la de ella y le susurró aquellas palabras al oído. Kasey se apartó de él.
– No entiendo a qué te refieres.
– ¿No? Es la tercera vez que me miras.
– Eso es ridículo.
– ¿De verdad, Kasey? -Jordan soltó una carcajada amarga-. Debo agradecer que al menos hayas comprobado que era yo el que esperaba ante el altar antes de avanzar por el pasillo. Habría sido terrible que te estuviera esperando el hombre equivocado, ¿no?
Kasey lo miró fijamente. ¿Qué había querido decir? ¿Acaso…? No, no podía saberlo. Intentó recobrar el aplomo.
– ¿Crees que estaba esperando encontrarme con Tom Selleck? -preguntó con humor. Sólo un leve temblor en la voz delató la tensión que la embargaba. Jordan hizo una mueca.
– ¿Ese niño bonito? ¡Kasey, no puedes hablar en serio!
¿Niño bonito? Quizá. Pero nadie podría considerar a Jordan Caine de esa manera. Sus rasgos eran demasiado masculinos y vigorosos. Jordan era más atractivo que cualquier estrella de cine.
Reprimió el impulso de buscar a Greg con la mirada. La volvió a embargar el remordimiento. ¿Cómo podía haber olvidado a Greg tan pronto? Lo había amado; todavía lo amaba… ¿o no? Volvió a mirar a Jordan.
– Pareces una princesa esperando que me convierta en sapo -dijo él y Kasey perdió el paso-. Pero en realidad nunca seré un sapo -continuó Jordan-. De hecho, soy un valiente príncipe que viene a llevarte a su reino.
– Estoy segura de que eres el sapo del estanque de lirios -comentó ella con ironía y fue recompensada por una sincera carcajada de su marido.
– Lo tomaré como un elogio, bella princesa.
Una leve sonrisa curvó los labios de Kasey y Jordan clavó la mirada en aquella boca carnosa y sensual durante lo que le pareció a la joven una eternidad.
– Y hablando de elogios -continuó Jordan-, está usted divina, señora Caine. Ese vestido es exquisito.
Un brillo sensual iluminó la mirada de Jordan y un leve rubor tiñó las mejillas de Kasey. Sintió frío y calor al mismo tiempo y una total confusión.
– Gracias -replicó, turbada.
– De cualquier manera, estoy deseando verte sin él -susurró Jordan y Kasey se sonrojó todavía más-. Guardo un recuerdo de ti que me está volviendo loco desde hace varias semanas. Me persigue día y noche… especialmente de noche. Veo una extensión de suave piel cremosa, piernas bien formadas, caderas redondas…
– ¡Jordan! -trató de interrumpirlo Kasey.
– Cada hermoso centímetro de tu cuerpo… -continuó él-. Y tu pelo, como una cascada de fuego sobre las sábanas.
Algo parecido al fuego comenzó a arder en su interior, y se extendió por todo el cuerpo de la joven. Todo aquello era ridículo, se regañó; la ceremonia, la recepción, el vals… Intentó restarle importancia a la situación.
– ¿Cascadas de fuego? Qué poético, Jordan -arqueó irónicamente las cejas-. Tengo que reconocer que eres todo un caballero.
– No sabes cuántas veces he maldecido mi caballerosidad -prosiguió Jordan en el mismo tono-, por no haberme aprovechado de ti cuando tuve la oportunidad.
– Si yo hubiera estado dispuesta, querrás decir -se apresuró a replicar Kasey y su esposa rió con suavidad contra su mejilla.
– Habrías estado dispuesta -dijo él.
– No estés tan seguro -murmuró.
Sus ojos se encontraron y una leve sonrisa se dibujó en los labios de Jordan.
– Eso nunca lo sabremos, ¿verdad? -la miró sin pestañear-. Pero esta noche sí -añadió con toda intención.
¡Aquella noche! ¿Qué haría cuando estuvieran solos?, se preguntó Kasey. No podía imaginarse compartiendo la intimidad de la habitación nupcial con un hombre al que no amaba. ¿Cómo iba a permitir que aquel hombre…? Todas sus fantasías de adolescente habían estado centradas en un amor romántico y cuando pensaba en el amor físico, siempre lo relacionaba con Greg.
Sin embargo, Jordan Caine, aquel perfecto desconocido, tenía derecho a besarla, tocarla y conocer cada fragmento de su cuerpo como ningún otro hombre lo había hecho. Ni siquiera Greg.
Greg debía ser el hombre con el que hiciera el amor aquella noche, susurró una vocecilla interior. Pero él nunca sería de ella.
Y era evidente que Jordan esperaría una esposa complaciente en su noche de bodas.
¡No, no podría! Debía terminar de alguna forma con aquella absurda farsa. Si Jordan y ella hacían el amor aquella noche, los dos se estarían usando como sustituto de otra persona. Kasey no podía aceptar de ninguna manera una relación bajo tales condiciones.
Abrió la boca para decirle lo que pensaba, pero antes de que hubiera dicho nada, su padre se acercó para bailar con ella y Jordan se retiró. Pero antes de alejarse de ella, le miró con expresión burlona advirtiéndole que estaba cercano el momento de la verdad. Kasey se estremeció y su padre la miró con extrañeza.
– ¿Qué te pasa, cariño? No tendrás frío, ¿verdad?
– No. Lo que pasa es que… estoy un poco cansada, supongo. Ha sido un día muy largo.
Y se extendía ante ella una noche todavía más larga. Una noche aterradora y, sin embargo, extrañamente tentadora.
Las horas se le pasaron volando mientras bailaba con todos los invitados, tanto los de ella como los de Jordan. En la atestada pista casi no vio a Jordan mientras él bailaba con las invitadas. Sin embargo, el remolino de gente pareció abrirse cuando Jordan empezó a bailar con su cuñada. O al menos así le pareció a Kasey.