Porque, a ojos de Wendy, él no había conseguido nada, pensó amargamente. Nada en absoluto.
Cuando se despertó, el sol, elevándose sobre el mar, lo envolvía todo con el resplandor del amanecer. Lo primero que vio fue a Wendy sentada al borde de la terraza, dándole el biberón a Grace.
Y se quedó mirándolas, cautivado.
Wendy llevaba el mismo camisón de la noche anterior. Bajo la luz de la luna, le había parecido suave, ajustado e increíblemente caro… la clase de camisón que un hombre deseaba tocar. Pero, a la luz del día, vio que era un simple camisón de algodón tan desgastado que parecía casi transparente. Sin embargo, Wendy seguía pareciendo igual de deseable. El pelo se le había soltado del moño y se había desparramado sobre sus hombros en una masa de desordenados rizos negros.
Era increíble, dolorosamente bella.
¿Por qué no se había dado cuenta el día anterior? 0 quizá sí lo había hecho, pero ella parecía ganar belleza cada vez que la miraba.
– Buenos días, Luke -se volvió y le sonrió. Y esa sola sonrisa lo hizo olvidarse de todo. Era como un amanecer en sí misma-. Me alegro de que haya decidido regresar al mundo de los vivos. Pensaba que Grace habría despertado a todo Bay Beach, pero al parecer Gabbie y usted están sordos como una tapia.
– Grace… -le salió un gallo, de modo que se detuvo y volvió a intentarlo. Cielos, había algo en aquella mujer que lo hacía sentirse como si tuviera quince años. Bajó deliberadamente la voz-. ¿Grace estaba llorando? -dijo, con un gruñido ridículo, y Wendy lo miró, divertida.
– Sí, Luke, estaba llorando. Berreando, más bien. Esta señorita sabe lo que quiere. Supongo que será cosa de familia…
Luke dio un respingo. ¿Cosa de familia?
¡Tenía una familia!, pensó de repente otra vez, con una sacudida de lucidez que le hizo parpadear. Justo ahí, en los brazos de aquella mujer extraordinaria, estaba su familia.
– ¿Puedo sugerir que se levante y encienda el fuego? -dijo ella, destrozando su euforia-. Me ha costado mucho calentar en las brasas el biberón de Grace, y hay que hacer el desayuno.
– ¿El desayuno? -Luke miró su reloj de pulsera-. Pero si solo son las seis -dijo débilmente. Se había pasado despierto, pensando, gran parte de la noche, y le apetecía seguir durmiendo-. Tal vez después de que le dé el biberón podamos volver un rato a la cama.
– Ni lo sueñe -ella sonrió más ampliamente-. Intente explicarle a un bebé de cinco meses que todavía no es de día. Grace ha dormido de un tirón casi toda la noche. No puede pedirle más.
Luke imaginaba que no. Sonriendo, apartó la colcha y luego deseó no haberlo hecho.
No había llevado su pijama. La noche anterior se había quitado los pantalones y la camisa y se había metido en la cama con un par boxers de seda de color negro con pequeños corazones rojos. Eran un regalo de una de las chicas de su oficina de Nueva York. Había olvidado que los llevaba puestos…
Wendy se quedó boquiabierta al verlos y sonrió maliciosamente. Luke se tapó con la manta apresuradamente.
– Eh, no se preocupe por mí -rio ella-. Yo estoy en camisón. No me importa verlo en pijama.
– No suelo acostarme con calzoncillos con corazoncitos -dijo él ásperamente, y ella volvió a reírse.
– No. Claro que no. Solo los lleva durante el día. Ya lo veo.
– ¡Wendy!
– ¿Hmm?
– ¿Es que no recuerda que soy su jefe? -dijo él, tratando de parecer severo-. Me gustaría que me tratara con respeto.
– Y lo haré. ¿Quién no respetaría a un hombre con esos calzoncillos?
Él la miró indignado. Wendy se dio la vuelta para dejar que se vistiera con dignidad.
Pero Luke sabía que seguía riéndose para sus adentros
CAPÍTULO 4
LAS PRIORIDADES, bajo mi punto de vista, son estas.
Luke parpadeó. Ese era el tono que él solía adoptar en las reuniones de negocios. No estaba acostumbrado a que se dirigieran a, él de ese modo, sobre todo si quien lo hacía era una mujer que parecía haber salido de una comuna hippie y que llevaba en brazos a dos niñas.
Habían desayunado… o algo parecido. El armario de la loza de la cocina había sido invadido por los ratones y Wendy había declarado que no tocaría nada sin desinfectarlo primero. De modo que habían ensartado rebanadas de pan en un palo, las habían tostado sobre el fuego y untado con mantequilla, se las habían comido con las manos, y habían bebido la leche que el taxista les había traído la noche anterior directamente de los envases. Curiosamente, todo le había sabido delicioso.
– Prioridad número uno, ¿agua caliente? -sugirió Luke, intentando recuperar la iniciativa. Wendy asintió.
– Lo comprobé anoche. El agua caliente corre a través del fogón de la cocina, así que ese será su primer cometido -miró su reloj-. En cuanto acabe, puede llamar a un electricista, a un cristalero y a la compañía telefónica. Con eso estarán solucionadas las necesidades más urgentes. Pero además hay que limpiar la chimenea, y conseguir un deshollinador nos llevaría semanas. No hay ninguno en Bay Beach. Así que… -le lanzó una sonrisa compasiva-, tendrá que hacerlo usted.
Luke gruñó:
– No.
– Pero si es muy fácil -rio ella-. Podemos hacerlo como en los viejos tiempos, si quiere: usted se mete dentro y nosotras encendemos el fuego. Así acabará enseguida.
– 0 me asarán para comer. Muchas gracias -volvió a gruñir él-. ¿Es que piensa tenerme toda la semana fregando? -contempló su ropa mugrienta-. Tengo que conseguir algo que ponerme.
– Ya se preocupará de eso más tarde -dijo ella y se quedó pensativa-. Creo que después de que solucione lo de la electricidad, parta un poco de madera y limpie la chimenea, podrá ausentarse un rato.
– Vaya, gracias.
– Además, debe hacer algo urgentemente respecto a Grace -añadió ella, y él frunció el ceño.
– ¿Cómo qué?
– Como buscarse alguna garantía legal -contestó ella-. Ahora mismo, si la madre de Grace volviera, podría acusarlo de toda clase de cosas. Incluyendo el secuestro. Y sería su palabra contra la de usted.
El se quedó perplejo.
– Ella no haría eso. Abandonó a la niña en mi puerta.
– La gente hace cosas de lo más extraño -dijo Wendy suavemente, abrazando a Gabbie. Tenía a Grace en el otro brazo y, con las dos pequeñas contra su pecho, parecía una gallina protegiendo a sus polluelos.
Estaba acostumbrada a luchar por los niños, pensó Luke de repente. Y luego pensó que le encantaba tenerla a su lado. ¡Era una mujer extraordinaria!
Pero, de alguna manera, consiguió volver a pensar en las cosas prácticas.
– ¿Pero por qué iba a acusarme de secuestrar a Grace?
– Si Lindy está furiosa por cómo la trató su padre, tal vez la pague con usted.
– No lo hará…
– Quizá no -dijo Wendy-. Pero debe usted protegerse. Encuéntrela, búsquese un abogado y haga que ella firme un acuerdo concediéndole la custodia de la niña. Cuanto antes lo haga, mejor.
Luke lo pensó un momento, recordando lo que le había contado sobre Sonia.
– Tal vez debería encargarme de ello ahora mismo.
– ¡Oh, nada de eso! Antes tiene que limpiar la chimenea -dijo ella-. Y hay algo más.
– ¿Qué?
– Ya se lo he dicho -continuó Wendy tranquilamente, como si aquello fuera un pequeño detalle sin importancia-. Yo tampoco tengo respaldo legal. Si usted se va, no tengo derecho legal para cuidar de Grace.
– Yo le conseguiré ese respaldo -dijo él rápidamente-. Si me voy ahora, podría estar de vuelta en un par de días.
– Ese es el problema -dijo ella, con ojos fríos y desafiantes-. La gente no vuelve. Si he aprendido algo en mi trabajo, es precisamente eso.