– ¿Le importaría decirme qué está haciendo? -la cara de Wendy era la confusión misma, y Luke estuvo a punto de sonreír. No estaba mal que, por una vez, no fuera ella quien llevara la iniciativa. Luke se encogió de hombros y se dirigió a la terraza.
– Tranquila -sonrió a Gabbie y le desordenó el pelo-. Hasta ahora, todo va bien. Nuestro pequeño cuervo todavía podría reunirse con su madre.
Sin más explicaciones, volvió a la cocina. El cabo de la cuerda colgaba por la ranura del regulador. Metiendo otra vez las manos en las mangas de cuero para protegerse de las garras del pájaro, le agarró una pata. Rápidamente, ató la garra con la cuerda y la sujetó. Esperó hasta que la otra garra apareció en el resquicio y, de alguna manera, consiguió atraparla y atarla junto con la otra pata. Cruzando los dedos, soltó al aterrorizado cuervo, que empezó a agitarse dentro de su prisión.
– Tengo que volver a subirme al tejado -les dijo a sus boquiabiertas espectadoras-. Cruzad los dedos.
– Cruzaré lo que haga falta -dijo Wendy, completamente asombrada-. Y Gabbie, también.
La niña estaba demasiado impactada para hablar.
De nuevo en el tejado, subido en la escalera, Luke fue izando cuidadosamente la cuerda.
Al principio, el cuervo se agitó frenéticamente, pero, luego, inexplicablemente, pareció relajarse un poco. Agitaba las alas, pero sin la misma energía que antes. Quizás estaba demasiado exhausto. 0 quizá sentía que esa era su única oportunidad.
Luke tiraba y tiraba de la cuerda, y el mundo entero parecía contener el aliento. Estaba allí arriba solo, pero, extrañamente, no se sentía solo. Wendy estaba allí, contemplándolo, al igual que Gabbie.
De pronto, el pájaro surgió a la luz del día, agitándose alegremente. Pero todavía estaba atado. A Luke le costó mucho esfuerzo mantener el equilibrio en la escalera. Sin embargo, de alguna forma, consiguió bajar al tejado con el cuervo agitando las alas locamente. Allí, con las manos todavía en las mangas de la chaqueta y apoyado contra la chimenea para equilibrarse, agarró al pájaro y le desató las patas. El animal agitó las alas un poco y cayó sobre el tejado. Con un graznido final, remontó el vuelo, fue acogido en el círculo de sus congéneres y todos juntos se alejaron, lanzando chillidos de júbilo.
Luke se quedó sentado en el tejado, con una cuerda y una chaqueta rota en las manos, pero con una enorme sonrisa en la cara.
Y sus espectadoras lo habían visto todo.
– ¡Lo has conseguido! Oh, ven aquí… -allá abajo, Wendy se reía y lloraba al mismo tiempo. Había tomado en brazos a Gabbie y las dos bailaban en la hierba-. ¡Baja, Luke Grey! ¡Eres un hombre realmente maravilloso!
Luke bajó lo más rápido que pudo. Wendy y Gabbie sujetaron la escalera y, en cuanto tocó el suelo, lo abrazaron.
– Oh, Luke, qué bien -Wendy se reía entre lágrimas, y Gabbie no dejaba de sonreír. Wendy sujetaba a la niña en sus brazos y, de pronto, Gabbie se encontró entre los dos.
Se estaba acostumbrando al hecho de ser abrazado, cuando Wendy lo soltó y le puso en brazos a Gabbie. Pero Wendy solo había ido a recoger a Grace de su manta, para envolver al bebé en aquel abrazo.
– Luke, eso ha sido lo más maravilloso… lo más maravilloso… -entre risas y lágrimas, de alguna forma, Wendy se inclinó y lo besó.
Y, con ese beso, algo cambió para siempre.
Ella había dado el primer paso, pensaría él después, cuando trató de saber cómo había empezado todo. Wendy lo había besado. Se había inclinado y sus labios habían tocado los de Luke. Pero, de pronto, ya no era solo Wendy quien besaba. Gabbie y la pequeña Grace estaban en medio, pero Luke besaba a Wendy y sentía sus labios carnosos, cálidos y deliciosos… y su sabor no se parecía al de ninguna mujer a la que hubiera besado antes. Luke sintió que se estremecía y que su vida, de alguna manera, cambiaba en ese preciso instante. Las cosas que antes parecían oscuras se volvían claras, y las cosas que antes le parecían importantes se difuminaban de repente.
Algo inmenso había sucedido. ¿Pero el qué? No lo sabía. Solo sabía que Wendy era maravillosa.
La abrazó más fuerte. No entendía lo que le ocurría, lo que les ocurría a ambos. Wendy…
– Eh, me estáis espachurrando -por debajo del nivel del beso, Gabbie parecía reírse. Luke volvió a la realidad. Se echó hacia atrás y miró la cara emocionada de Wendy… y vio su propia confusión reflejada en sus ojos.
– El pajarito se ha salvado -chilló Gabbie alegremente-. Lo hemos salvado.
– Sí, Gabbie, lo hemos salvado -Luke todavía miraba a Wendy, pero ella pareció volver su atención hacia la niña con un estremecimiento. Le lanzó una única mirada sorprendida, le quitó a Gabbie de los brazos y le dio a Grace. Luego retrocedió y dejó a Gabbie en el suelo, dejando a Luke con el bebé en brazos. Pero él vio que se había sonrojado bajo su bronceado.
Y Luke todavía no entendía lo que había pasado. Solo sabía que era algo grande. ¡Inmenso!
– Se ha ido volando con su mamá y su papá -dijo Gabbie con orgullo.
– Claro que sí -a Luke le costó mucho trabajo hablar.
¿Qué le ocurría? Había besado a otras mujeres, a muchas mujeres, y nunca se había sentido así.
– Y sus hermanitos y hermanitas lo estaban esperando -continuó Gabbie, resplandeciente-. Le hemos salvado la vida.
– Y tú has sujetado la escalera -le dijo Luke, recobrándose un poco-. Nunca lo hubiera conseguido si tú no hubieras sujetado la escalera.
– ¿De verdad? -la niña parecía a punto de estallar de alegría.
– De verdad.
– Bueno… -Gabbie suspiró y luego apoyó la barbilla sobre el pecho, observando a Luke con una mirada que él empezaba a reconocer. Aquella niña interiorizaba su alegría. No se atrevía a expresarla por si la rechazaban. Luego, Gabbie pareció ganar confianza. Alzó la vista hacia Luke y se echó a reír-. Pareces… tonto -dijo.
– ¡Gabbie! -exclamó Wendy en tono de reproche, pero luego se atrevió a mirar a Luke y no pudo evitar sonreír-. Aunque, en realidad…
– ¿En realidad, qué? -preguntó Luke, molesto, temiéndose lo peor.
– Pareces un deshollinador andrajoso que hace dos semanas que no se lava -dijo ella, riendo-. Además… Oh, Luke, tienes un arañazo en la mejilla, y tu pobre chaqueta… está hecha pedazos.
– No importa -logró decir él, aturdido.
– Claro que importa, Luke Grey -dijo ella suavemente, sosteniéndole la mirada-. Importa, y mucho. Ha sido lo más maravilloso que he visto en mucho, mucho tiempo. ¿No crees, Gabbie?
Gabbie sonrió tímidamente.
– Pero necesitas un buen baño -dijo Wendy-. Y nosotras también… antes de que lleguen los electricistas y los cristaleros y todos los demás. Gabbie, ¿te apetece nadar?
– ¿Nadar? -la niña pareció dudar.
– Sí, nadar. Vamos a llevarnos una barra de jabón, o seis barras de jabón, al mar. Podemos poner a Grace en su cestita mientras metemos al tío Luke en el agua y lo restregamos hasta que vuelva a tener un aspecto decente. ¿Te apetece, Gabbie, cariño?
– Sí -dijo Gabbie rápidamente.
Y Luke no pudo hacer otra cosa, más que seguirlas. Adonde quisieran llevarlo.
CAPÍTULO 5
EL BAÑO fue maravilloso, pero no impidió que Luke siguiera sintiéndose confuso. En realidad, cuando salió del agua, se sentía tan confundido como si se hubiera quedado dormido y hubiera despertado en otro mundo.
Llevaba veinte años sin bañarse en el mar. Aquel no fue un baño como los que solía tomar en la piscina del gimnasio de la ciudad para tonificar el cuerpo y compensar las muchas horas que pasaba sentado delante del ordenador o en reuniones interminables.
Todos se habían bañado. Hasta la pequeña Grace. Wendy y Gabbie salieron corriendo hacia la playa, con Luke detrás, llevando en brazos a Grace. Cuando él alcanzó la cima de las dunas, ellas ya estaban en el agua, completamente vestidas.