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– Sí.

– Entonces, sé qué volverás -dijo ella con serenidad-. Tarde o temprano. Para… recuperar tu coche. Pero, cuando Luke salió de la granja en su extraño y abollado automóvil, no pensaba en volver para recupe rar su coche.

En realidad, su coche ocupaba el cuarto lugar en su lista de prioridades.

Siguió un periodo de paz para Wendy. Pero no por mucho tiempo.

– ¡Cuéntamelo todo! ¡Vamos!

Habían pasado tres días y Shanni, la mejor amiga de Wendy, había llegado a la granja en estado de estupefacción. Fresca, vivaz y recién llegada de su segunda luna de miel, Shanni había ido a rescatar a su amiga del peligro, y Wendy había tenido que poner en práctica todas sus habilidades para tranquilizarla.

– No hay nada que contar -Wendy sonrió con su mejor sonrisa-. Solo es un trabajo. Tú tienes muchas más cosas que contar. Háblame de tu luna de miel. ¿Qué tal te ha ido?

– Estupendamente. Pero…

– ¿Qué tal están Nick y Harry?

– Bien, pero…

– ¿Y tu casa nueva? ¿Ya puedes mudarte?

– Wendy Maher, deja de cambiar de tema de una vez -Shanni la miró indignada por encima de la mesa-. Me marcho dos meses, ¿y qué sucede? Vuelvo a casa y me encuentro con que has dimitido. Y Erig me dice que te has largado con el tipo más impresionante que había visto en toda su vida. ¡Para vivir con él! ¡Si no lo veo, no lo creo! -miró a su alrededor, achicando los ojos-. ¿Dónde está?

– Lo tengo escondido debajo de la cama -rio Wendy-. Para usarlo cuando las niñas se duermen -luego se puso seria-. No, Shanni, mi jefe no está aquí. Está en Londres, viendo a la madre de Grace.

– ¡En Londres! -Shanni la miró con los ojos como platos-. Sí, claro. Tu jefe está en Londres. Y te ha dejado aquí, sola. ¡Wendy, hay un Aston Martin ahí fuera!

– Bueno, no podía dejarme en la granja sin un coche -le explicó Wendy, sonriendo-. Es mi carrito de la compra.

Shanni se atragantó.

– ¿Tu… tu carrito de la compra? ¿Un Aston Martin deportivo? ¿Se ha ido y te ha dejado su coche para que vayas a la compra?

– Por supuesto -dijo ella plácidamente, todavía sonriendo.

Hubo un silencio mientras Shanni trataba de asumir lo que acababa de oír. Frunció muy despacio los labios y la observó, pensativa.

– Nick tenía un coche deportivo -dijo finalmente-. Hasta que nos conoció a Harry y a mí.

– Bueno, Luke todavía lo tiene -Wendy se encogió de hombros y se levantó para hacer café-. No hagas una montaña de un grano de arena, Shanni. Solo lo ha dejado aquí como garantía.

– ¿Cómo garantía de qué?

– De que volverá.

– ¿Crees que, si no, se largaría?

– No lo sé -contestó Wendy-. No tengo ni la menor idea de lo que haría Luke Grey.

Pero su amiga siguió mirándola con incredulidad. Luego miró a su alrededor. Tres días y un ejército de obreros habían hecho maravillas. La casa había empezado a recuperar su antiguo aspecto. Era elegante, acogedora y muy bonita.

Y las niñas…

Shanni había sido maestra de Gabbie en la guardería, así que era una de las pocas personas en el mundo en las que la niña confiaba. Así pues, Gabbie decidió que su visita no era lo bastante importante como para interrumpir la tarta de barro que estaba haciendo en la terraza. A través de la ventana, Gabbie parecía concentrada, manchada de barro hasta las orejas, y feliz. Y en el cuarto de estar, Grace dormitaba plácidamente sobre una mantita de lana.

Las niñas estaban perfectamente, pensó Shanni. Y aquel lugar parecía salido de una revista de decoración, solo que era mucho, mucho más acogedor. Pero quedaban tantas cosas por explicar…

– Wendy, voy a estallar si no me lo cuentas -declaró. Se levantó, rodeó la mesa, tomó a su amiga por los hombros y la obligó a mirarla a la cara-. 0 me cuentas lo que pasa o te juro, te juro que… que me estallarán los tirantes.

– ¡Pero si no llevas tirantes!

– ¡Podría llevarlos! Las mujeres casadas ensanchamos de forma alarmante -murmuró Shanni-. Sobre todo, si estamos embarazadas.

– Shanni, ¿no estarás embarazada?

– Solo un poquito -Shanni sonrió, radiante-. Además, tenemos una gata nueva que se llama Darryl, y Harry quiere adoptar una cabra. Bueno, ya te he contado todas mis noticias. Ahora vas a contármelo todo, y no te soltaré hasta que lo hayas hecho. Si crees que voy a dejar a mi mejor amiga en manos de… de un tipo que conduce un Aston Martín…

– Yo no estoy en sus manos.

– Convénceme. w -Lo haré.

Pero, al cabo de media hora de explicaciones, más otra media hora de preguntas, Shanni no estaba en absoluto convencida.

– ¿Cómo sabes que volverá?

– ¿Bromeas? -Wendy salió al exterior-. ¿Sabes cuánto vale ese cacharro? Volverá.

– ¿Y no crees que tal vez vuelva porque quiera a su hermanita?

– Quizá lo haga con el tiempo -dijo Wendy, titubeando-. Pero, si la quiere, aún no lo sabe.

– Así que, ¿crees que volverá, te dará respaldo legal como niñera y luego se marchará?

– Ese es el plan.

– Pero… ¿vendrá de visita alguna vez?

– Espero que sí -Wendy no parecía muy segura-. Es importante para Grace que lo haga.

– Sabes… -Shanni observó a su amiga pensativamente-, si ese Luke es como Erin me lo describió, sería muy fácil enamorarse de él.

– ¡Estás de broma!

– Cosas más raras ocurren. Piensa en Nick y en mí, por ejemplo.

– Yo ya estoy escarmentada del amor -dijo Wendy, con voz clara y firme-. Luke es atractivo, no lo niego, pero no hay ninguna posibilidad de que yo vuelva a cometer ese error.

– Adam lleva muerto seis años.

– Al igual que el niño al que mató. Eso sigue sin ser fácil de asumir.

– Pero tú quieres a Gabbie -dijo Shanni suavemente, emocionada-. Wendy, tú te culpas por lo que pasó, pero eso no ha impedido que vuelvas a querer. Quieres a Gabbie. Y ahora a Grace… Y si has aprendido a querer otra vez…

Pero la expresión de Wendy se había hecho impenetrable.

– Querer a los niños es diferente.

– ¿Diferente de querer a un hombre? Tal vez. Porque fue Adam quien te causó ese sufrimiento -dijo Shanni dulcemente. Sabía que aquello debía dolerle a Wendy, pero debía decírselo-. Pero no todos los hombres son como Adam, Wendy. No puedes culpar a Luke de los errores de tu marido.

– Porque yo amaba demasiado a Adam, murió un niño -dijo Wendy con dureza-. Nunca debí dejarle conducir así. Pero él se pavoneaba como un niño con un juguete, con su maldito coche… ¡y parecía tan feliz! Fui una estúpida… porque estaba enamorada… Y.el bebé que iba en el otro coche pagó por mi estupidez. Y sus padres.

– Adam también pagó su precio -le recordó Shanni-. Está muerto. Se acabó, Wendy.

– Sí, se acabó -Wendy se dio la vuelta y se sentó a la mesa-. Lo sé. Se ha acabado. Pero yo quería demasiado a Adam, y perdí el control. Eso nunca volverá a pasar. Querré a mis niñas, las protegeré, y ya está.

– Wendy…

– Por el amor de Dios, Luke está fuera de mi alcance, de todos modos -dijo Wendy, intentando sonreír-. Es rico y guapísimo. ¿Qué podría ver en mí un hombre como él?

En ese preciso instante, a veinte mil kilómetros de distancia, Luke estaba cara a cara con la madre de Grace y, de pronto, inexplicablemente, deseó que Wendy estuviera a su lado.

Lindy era impresionante. ¿Cómo era posible que su padre, un hombre de casi setenta años, hubiera conseguido atraer a una mujer así? Luke observó a la mujer a la que finalmente había encontrado en uno de los mejores hoteles de Londres, y no encontró la respuesta. Desdee luego, su padre había sido un hombre con encanto, pero una sola mirada bastaba para comprender que aquella mujer estaba acostumbrada a lo mejor que podía comprar el dinero.