Lindy era modelo, y se notaba. Medía casi un metro ochenta; era esbelta como un junco y unos espléndidos rizos castaños le caían cuidadosamente sobre los pechos. Sus ojos eran de un azul celeste, inmensos y maravillosos. Sus labios carnosos se habían fruncido en un mohín al ver a su inesperado visitante, y su suntuoso kimono dorado parecía recién salido de la colección de un diseñador.
Aquella mujer debía de haberle costado a su padre una fortuna, pensó Luke cínicamente. No era de extrañar que el viejo hubiera dejado tantas deudas. ¿Pero por qué al mirarla le daban ganas de salir corriendo?
– No hacía falta que viniera hasta aquí para verme -le dijo Lindy, modulando cuidadosamente la voz hasta convertirla en un susurro sensual. La desconfianza de Luke aumentó. Sabía que ella hablaría de esa forma con todos los hombres atractivos que encontrara en su camino.
– Me ha costado mucho encontrarla -admitió Luke en tono profesional-. Una persona de la agencia de modelos me dijo dónde estaba.
Los ojos de Lindy brillaron de rabia.
– No deberían habérselo dicho. Les avisé de…
– ¿De veras no quería que la encontrara? -preguntó Luke con curiosidad-. ¿De veras no quiere volver a saber nada de su hija?
– Para empezar, yo no quería tenerla -dijo ella en tono petulante-. Pero su padre, sí, y me pilló en un momento bajo. Mi carrera como modelo estaba atravesando un bache, y todas mis amigas tenías niños, así que pensé, bueno, ¿por qué no? Los bebés son tan monos, y su padre me dijo que siempre habría dinero para pagar a las mejores niñeras.
A las mejores, no, pensó Luke involuntariamente. Él tenía a la mejor niñera del mundo… allá, en Bay Beach. Donde deseaba estar en ese momento.
– Pero, luego, su padre murió, y no quedó nada -la voz de la chica había perdido su tono sensual y dejaba traslucir su descontento y su rabia. Pero no era por la muerte de su padre, pensó Luke. Era porque se había quedado sin dinero-. Me prometió que siempre tendríamos dinero, y en realidad no tenía nada -continuó ella-. ¡Nada! ¡Me echaron del apartamento! Mi niñera se fue porque no podía pagarla. Y yo nunca en mi vida había cambiado un pañal. De repente, tenía que encargarme de todo. Y lo odiaba. Luego me llamaron de la agencia para decirme que tenían trabajo para mí, en Europa. Estaré aquí tres meses. 0 más, si mis planes se cumplen. Como ve, no puedo hacerme cargo de un bebé.
– No puede ocuparse de Grace mientras viaja -admitió Luke en voz baja, con evidente disgusto-. ¿Pero querrá recuperarla después?
Los enormes, ojos de Lindy se ensancharon por la sorpresa, como si aquella pregunta fuera obvia.
– ¿Para qué?
– Es su hija.
– No -la mujer sacudió su espléndida mata de pelo con firmeza-. Yo no lo siento así. Su padre me utilizó. Me mintió. Me engañó para que la tuviera y yo no quiero responsabilizarme de su futuro.
– Pero sigue siendo muy mona -dijo Luke, expectante.
– ¿Ah, sí? Levántese usted a las dos de la madrugada y verá lo mona que es. Y el coste de las niñeras… -de pronto, la cara de Lindy se suavizó-. Pero usted debe de ser rico. El tipo al que contraté para que lo encontrara me dijo que era una especie de agente de bolsa. Y si puede permitirse venir a Londres solo para verme… Si usted paga a una niñera y algo para nuestra manutención, entonces me lo pensaría -sus ojos se achicaron; el signo del dólar parecía brillar en ellos-. Al fin y al cabo, su padre me estafó. Usted me lo debe.
– Yo no le debo nada -la cara de Luke se endureció. La idea de dejar a su hermana con aquella mujer le hacía hervir la sangre-. No estoy legalmente obligado a cuidar de otros hijos de mi padre.
– Lo sé -dijo ella-. Mi abogado me dijo que no podía pedirle nada. Pero Grace es su hermanastra.
– ¿Y si no me hago cargo de ella?
– Entonces, la daré en adopción -dijo Lindy brutalmente-. Ya se lo he dicho, no puedo quedarme con ella. ¿Qué hombre iba a mirarme teniendo que cargar con una niña?
Ese era el quid de la cuestión, pensó Luke, asqueado.
– Si me hago cargo de ella… -dijo lentamente, con cautela.
– ¿Lo hará? -ella lo miró sorprendida, y Luke dio mentalmente un paso atrás. Sería peligroso que aquella mujer pensara que su hermana le importaba.
– Lo he pensado mucho y he tomado una decisión. Si realmente quiere deshacerse de Grace, yo me haré cargo de ella… en memoria de mi padre.
Ella lo miró con asombro.
– No habrá heredado ese sentido de la responsabilidad de su padre, desde luego -dijo, y su voz adoptó un tono defensivo-. Eso sería estupendo. Si usted…
– Si eso es lo que quiere, necesito que me nombre su tutor legal -dijo Luke.
– No quiero firmar nada -contestó ella.
– Pero no puedo hacerme cargo de la niña si no tengo el derecho legal para hacerlo -dijo Luke cautelosamente-. He consultado a un abogado, y necesito su permiso para ocuparme de su custodia.
– No.
– Lo siento, Lindy, pero no podemos dejar esto así. En este momento, Grace está en el limbo. Yo no tengo derechos legales para hacerme cargo de ella, y usted no la quiere.
– Entonces, ¿qué?
La cara de Luke se endureció. Pero, advertido por Wendy y por sus abogados, había ido preparado para hacer frente a una situación semejante.
– Entonces, tendremos que hacerlo público -dijo, mirándola fijamente-. Le diré a la prensa que ha abandonado a su hija.
Ella palideció.
– No lo hará.
– Solo quiero que me dé permiso legal para cuidar de ella -dijo él otra vez, recordando a Wendy-. Así, yo cargaré con toda la responsabilidad y usted no tendrá que preocuparse de nada más.
– Pero -la mujer se mordió el labio-, si yo…
– ¿Si cambiara de opinión? -la expresión de Luke se suavizó un poco-. Lindy, la mujer que está cuidando a su hija es una asistente social -dijo-. Es la mejor… y me ha dicho que, cuando crezca, Grace necesitará tener contacto con usted, aunque solo sea muy de vez en cuando. Podemos incluir el derecho de visita en el acuerdo de custodia. De esa forma, usted siempre sabrá dónde está la niña, y, si quiere verla, podrá hacerlo.
– ¿Pero no podré recuperarla?
– Eso es -con las palabras de Wendy todavía zumbándole en los oídos, pronunció su ultimátum final-. Es lo más justo para Grace. Si quiere que me haga cargo de la niña para el resto de su vida, estoy dispuesto a hacerlo, pero solo de manera legal.
Lindy lo miró largamente.
– Sabe, es usted realmente encantador -dijo lentamente, pillándolo desprevenido-. ¿No supondrá…?
– Yo no supongo nada -dijo Luke duramente. Cielos, aquella mujer lo asustaba. Cada vez anhelaba más a Wendy. Wendy que, con sus faldas floreadas, sus rizos desordenados y su cualidad mística, estaba a años luz del glamour de aquella mujer-. Si acepta, nos reuniremos con mis abogados mañana por la mañana. ¿De acuerdo?
Ella se mordió el labio unos segundos. Era evidente que aquella decisión era tan importante para ella como el color de la laca de uñas que debía ponerse.
– Sí -dijo finalmente-. Y, luego, podré seguir con mi vida.
– El Aston Martin todavía está ahí, por lo que veo.
Wendy estaba arrancando hierbajos de lo que antaño había sido una rosaleda. Shanni había llegado por sorpresa y se había sentado en el suelo, al sol, junto a su amiga.
– ¿Cuándo vuelve tu príncipe azul?
– El martes, tal vez.
– El martes -repitió Shanni-. ¿Puedo conocerlo?
Wendy suspiró y dejó de escarbar.
– Es mi jefe, Shanni. No mi amigo. Así que, no, no puedes conocerlo. Solo se quedará una hora o así. Va a traer los papeles de la custodia de Grace y un contrato para mí. Después de eso, será libre para ir adonde quiera.
– ¿Va a adoptar a Grace?
– Eso parece -Wendy se sentó en cuclillas y miró con orgullo la tierra que acababa de limpiar. Después de mucho trabajo, la casa y el jardín empezaban a tener un aspecto estupendo-. A mí también me sorprende -admitió-, pero así es. Está dispuesto a ocuparse de ella para siempre. Llamó desde Londres ayer. El proceso de adopción tardará aún tres meses. Lindy podría cambiar de opinión en ese intervalo, pero él está seguro de que no lo hará. Luke es ahora el tutor legal de Grace.