– Oh, fantástico -dijo él amargamente-. Eso es muy alentador. ¿Pretende que renuncie a mi fortuna, que me vuelva cojo, o deforme, o que olvide un poquito mi higiene personal? No quiero su compasión.
Ella se echó a reír, puso las manos detrás de la cabeza y lo observó detenidamente.
– Bueno, tal vez esa no sea la solución. ¿Wendy le ha contado algo sobre Adam?
– Solo que era perfecto.
– Ella no puede haberle dicho eso, porque no es verdad -dijo Shanni francamente-. Adam era rico e irresponsable. Wendy y él solo llevaban seis meses casados cuando, un día, él intentó adelantar a un camión en medio de una lluvia torrencial. De frente venía otro coche, pero Adam pensó que su magnífico coche sería lo bastante rápido como para adelantar al camión antes de chocar. Se equivocó. Se mató, mató a un bebé que iba en el otro coche, y mandó a Wendy al hospital seis largos meses.
Luke se quedó mirando a Shanni, horrorizado e incrédulo. Shanni lo miró serenamente, observando su reacción. Lo que vio pareció satisfacerla, porque asintió y se puso en pie.
– ¿Ve? Ya sabía yo que no se lo había contado todo. Wendy nunca habla de ello. En la ciudad, todo el mundo sabe que su marido murió en un accidente y que ella quedó gravemente herida, pero no que Adam fue responsable de la muerte de un niño. Solo lo sé yo. Ella se siente de algún modo responsable de aquello. Porque no detuvo a Adam.
– ¿Por qué me lo cuenta?
– Porque es importante -dijo ella-. Y porque estoy segura de que usted es importante para Wendy. 0 que puede llegar a serlo. Verá, ella está distinta. Hay algo en usted que la ha hecho cambiar. Está… no sé… iluminada, de algún modo. Pero sé que nunca dejará que usted se le acerque si cree que es como Adam.
– No lo soy.
– No -había suficiente duda en su voz como para picar el orgullo de Luke. Este se levantó y sostuvo fríamente la mirada de Shanni.
– Si usted cree que… Si Wendy cree que…
– Si ella lo cree, está en su mano hacerle cambiar de opinión.
– No -él cerró los ojos y, cuando los volvió a abrir, tenía una expresión sombría-. No puedo convencerla de algo tan elemental. Tiene que darse cuenta por sí misma. Es verdad, estoy muy enamorado de Wendy. Ella es… diferente. Pero no voy a pedirle que confíe en mí. Eso tiene que salir de ella.
Shanni lo miró largamente y luego suspiró.
– Tiene razón, por supuesto -dijo tristemente-. Pero no está de más que sepa a lo que se enfrenta. Y, además, hay mucho tiempo -volvió a sonreír persuasivamente-. ¿Sabía que mañana es su cumpleaños?
– No, no lo sabía -dijo él, sorprendido.
– Puede darle una sorpresa -dijo Shanni-. ¿Por qué no la lleva a cenar? Y me refiero a una verdadera cena. Hace años que Wendy no se toma un día libre. ¿Qué le parece llevarla a un sitio realmente especial? A Whispering Palms, por ejemplo. Es un restaurante precioso, al sur de la ciudad. A Wendy le vendrá bien tomarse una noche libre, lejos de los niños. Y, con un hombre como usted, podría incluso…
– Ya, ya -él sonrió-. Me hago una idea -sacudió la cabeza-. Pero Wendy no querrá dejar sola a Gabbie.
– Oh, sí querrá, si Nick, Harry y yo llegamos por sorpresa y nos quedamos con ella -dijo Shanni-. Gabbie confía en mí y se lleva muy bien con Harry, mi hijo, y con Nick. Si nos presentamos sobre las cinco, con una tarta de cumpleaños, y os animamos a salir… -observó pensativamente la casa-. Nos traeremos los pijamas y pasaremos aquí la noche. Así tendrá todo el tiempo del mundo.
– ¿Para qué?
– Si usted no lo sabe, no seré yo quien se lo diga -contestó ella, divertida-. Pero esta podría ser una buena oportunidad, Luke Grey. Si yo fuera usted, no la desperdiciaría.
¿Y cómo iba a rechazar él una invitación semejante?
Sábado.
Luke estuvo inquieto todo el día y, sobre las cinco de la tarde, Wendy estaba convencida de que pasaba algo raro. Aunque procuraba mantenerse a distancia, estaba pendiente de los cambios de humor de Luke. Y él estaba muy nervioso, aunque Wendy no sabía por qué.
0 no lo supo hasta que vio el coche familiar aparcado en el patio delantero. Nick, Shanni y Harry la saludaron alegremente por las ventanillas. Cuando se abrió la puerta del pasajero, Wendy vio que Shanni llevaba una gran tarta de cumpleaños que parecía…
– ¡Un cachorro de basset-hound!
La tarta era casi una réplica de la cabeza de Bruce, con velas en el hocico.
– Sí, porque hemos pensado que, además de tu cumpleaños, podíamos darle una fiesta de bienvenida a Bruce -explicó Shanni entre risas, presentaciones y felicitaciones-. Hasta pensamos traer a Darryl, nuestra gata, pero luego Nick dijo que era mejor no hacerlo.
– En efecto -dijo Nick, estrechando la mano a Luke-. Así que, tú eres la nueva víctima de los enredos de Shanni, ¿no? Acepta un consejo: escapa mientras puedas.
– Sí, claro, como hiciste tú -dijo Shanni, burlona-. Por eso te casaste conmigo. Wendy… -se volvió hacia ella-, ¿te ha dicho Luke dónde va a llevarte esta noche?
Wendy parecía completamente sorprendida.
– No, no me lo ha dicho.
– Dile dónde vas a llevarla, Luke.
– A Whispering Palms… -dijo Luke, tan rápidamente que Wendy lo miró asombrada.
– Es un sitio muy agradable -dijo Shanni con aprobación-. ¿No es cierto, Nick?
– Es el sitio más caro a este lado de Sidney -dijo Nick.
– Yo no pienso ir a Whispering Palms -dijo Wendy bruscamente.
– No seas tonta, cariño. Claro que vas a ir -sonrió Shanni-. Solo tienes que apagar las velas, tomarte un trozo de tarta para celebrarlo con los niños, y luego Nick y yo seguiremos divirtiéndonos con tu camada mientras Luke y tú salís a divertiros.
– No quiero…
– Claro que quieres -dijo Shanni-. A Nick y a mí nos ha costado mucho organizarlo todo esto. No todos los días el juez de la ciudad se ofrece a hacer de niñera… y a pasar la noche aquí para que no tengas que preocuparte de la hora. Así que, ya puedes ir a ponerte ese precioso vestido de seda de color melocotón que te pusiste en nuestra boda.
– ¡Shanni!
– Este es nuestro regalo de cumpleaños -gimió Shanni, haciendo pucheros-. No me digas que no lo quieres.
Wendy no sabía si reír o llorar.
– Shanni, eres una embaucadora. ¡Esto es un chantaje!
– Un chantaje muy agradable -dijo Shanni, y volvió a sonreír-. Vamos a encender las velas y luego podréis marcharos. Para pasar una inolvidable velada de cumpleaños.
Aquello no podía funcionar.
En cuanto dejaron atrás la granja, Luke comprendió que se encaminaba hacia el desastre. No hubiera debido dejarse convencer por Shanni, pensó sombríamente. Sabía que a Wendy no le gustaría.
¿Pero por qué no? Cualquiera de las mujeres con las que había salido hubiera matado por pasar una velada así.
Para empezar, la tarde era perfecta, cálida y balsámica y sin una pizca de viento. Por otra parte, Luke llevaba su mejor traje, y sabía que le sentaba bien. Y Wendy… Cuando apareció vestida con su suave traje de seda, simplemente lo dejó sin aliento.
El vestido tenía un escote de caja alto, pero que dejaba ver el principio de su canalillo. Tenía mangas japonesas e iba abotonado sobre el pecho con diminutas cuentas de madreperla. La tela, suave y vaporosa, se ajustaba como un guante a sus caderas y a sus piernas, mostrando cada curva de su espléndido cuerpo.
Allí, sentada en aquel magnífico coche, con los rizos sueltos agitados por el viento mientras se dirigían al restaurante, Wendy era la criatura más bella que Luke hubiera visto en toda su vida. Pero no parecía contenta.
– Wendy, ¿quieres hacer el favor de relajarte? -dijo él-. Las niñas estarán bien con Nick y Shanni.
– Lo sé.
– Entonces, ¿qué te pasa?
Ella sacudió la cabeza e intentó componer una sonrisa.