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– ¿Has venido otras veces?

– Solía venir con mi abuelo, hace muchos años, antes de que construyeran el restaurante.

– Quizás a los camarones no les gusten los turistas.

– Los camarones no tienen tan buen gusto -él sonrió en la oscuridad-. ¿Dónde demonios estarán?

– ¡Ahí! -Wendy señaló una sombra que cruzaba bajo ella-. Creo que he visto uno. Era casi transparente.

– Necesitamos una linterna acuática -gruñó Luke, y su expresión de disgusto hizo reír a Wendy.

– Sí, los farolillos de aceite no son muy eficaces bajo el agua. Mira, ahí hay otro. Son casi invisibles.

– ¡Lo tengo! No, se me ha escapado. Tienes razón; son transparentes. Se me había olvidado.

– Es un mecanismo de defensa.

– Fantástico. Y vienen aquí para aparearse. ¿Cómo demonios lo conseguirán?

– ¿Perdón? -Wendy parpadeó.

– Se supone que vienen a los estuarios a desovar -dijo él-. Pero vienen cuando apenas hay luna, y son prácticamente transparentes. Imagínate que fueras un camarón macho buscando un camarón hembra…

– Debe de ser muy difícil -convino Wendy. Sentía escalofríos que subían y bajaban por su espalda. Cielos, necesitaba agua fría. Necesitaba refrescarse.

Al igual que ella, Luke se había quitado los zapatos. Se había arremangado los pantalones y estaba metido hasta las rodillas en el agua, con su espléndida chaqueta de traje y su corbata, mirando intensamente el agua y hablando de camarones macho y camarones hembra. De pronto, Wendy sintió como si la arena comenzara a ceder bajo sus pies.

– ¿Cómo crees que la encontrará? El camarón macho a la camarona, quiero decir -preguntó Luke.

– Tal vez se chocan el uno contra el otro en la oscuridad -dijo ella, con nerviosismo-. Y se juntan.

– Podría ser -dijo él, mirando el agua-. Pero me parece triste esa falta de discriminación por parte de los camarones. ¿Y si un camarón llamado Jake quisiera específicamente a una camarona llamada Maud?

– Ella tendría que llevar un perfume distintivo -aventuró Wendy-. Eau de pez, por ejemplo.

– ¿Y tú crees que así el camarón Jake podría encontrarla? -dijo Luke, pensativo, volviendo su atención a la chica sentada a su lado-. ¿En la oscuridad?

– Si… si de verdad quiere, la encontrará.

¿Por qué le faltaba la respiración?

– Claro que quiere -Luke respiró hondo. Alzó el farolillo, apagó la llama y lo dejó sobre la arena. Cuando volvió a mirarla, en sus ojos había una expresión distinta. Como si hubiera tomado una decisión y no hubiera marcha atrás. Y ella apenas podía respirar…

– El la desea terriblemente -dijo Luke y alzó una mano para acariciar los rizos de Wendy-. Tanto, que apenas puede soportarlo.

– ¿Estamos…? -cielos, no podía respirar. Él estaba tan cerca. Aquello era tan inevitable… tan maravilloso-. ¿Estamos hablando de camarones?

– Estábamos -dijo él suavemente, retirándole el pelo de la cara. Había tan poca luz, apenas un rayo de luna, pero le bastaba para ver lo que quería. A su Wendy. A su amor-. Hemos cambiado de tema -añadió.

– Luke…

– No -le tocó los labios muy delicadamente con los dedos-. No quiero que digas nada. No quiero que pienses en el «qué pasaría si…» ¿Qué pasaría si yo fuera como Adam? ¿Qué pasaría si esto no funciona? ¿Qué pasará mañana? Porque ahora… ahora quiero que me digas lo que sientes.

– No puedo -ella parecía paralizada, pero las caricias de Luke enviaban corrientes de fuego a través de todo su cuerpo.

– Entonces, te diré lo que siento yo -respondió él. Tomó la cara de Wendy entre sus manos y la forzó a mirarlo a los ojos-. Me siento como el camarón Jake buscando desesperadamente a su amada. Solo que yo la he encontrado. ¿Y sabes lo más extraño? Me parece que me he pasado la vida buscando, sin saberlo, hasta que te encontré a ti.

– ¡No, Luke!

– Déjame hablar -dijo él con firmeza-. Me ha costado mucho esfuerzo traerte hasta aquí, así que lo menos que puedes hacer es escucharme. Aunque sea por simple cortesía.

Aquel seco discurso la sorprendió, pero consiguió reaccionar.

– Es mi cumpleaños -dijo ella ásperamente-. Si no quiero escuchar discursos, no tengo por qué hacerlo.

– Son las once y veinticinco. Si es necesario, esperaré quince minutos, hasta que ya no sea tu cumpleaños -la tomó de las manos con fuerza y continuó por donde lo había dejado-. Wendy, nunca pensé que podría enamorarme…

– ¡Enamorarte!

– Cállate -dijo él suavemente-. Sí. Enamorarme. Tú sabes lo que es eso. Y yo también. Es lo que nos ha pasado a nosotros.

– ¡No es cierto!

– No discutas -la ordenó él-. No hay más que ver el modo en que reaccionas para saberlo. Este lazo es… es como si fuéramos dos mitades de un todo y no pudiéramos sentirnos completos a menos que estemos juntos. Me he pasado los diez últimos años buscando a las mujeres más bellas. Las más ingeniosas. Las más influyentes. He salido con una ingeniosa belleza tras otra.

– No necesito saber nada sobre tu vida amorosa -dijo ella bruscamente, intentando retirar las manos.

– Sí, sí lo necesitas -dijo él, con voz repentinamente dura-. Al igual que yo necesito saber más sobre Adam. Tenemos que hablar de ello y seguir adelante. Porque esto es distinto. Es como si hubiéramos sido transportados a otra vida. Te quiero, Wendy. Te necesito. Quiero casarme contigo, vivir contigo, cuidar de ti. Tener más hijos contigo. Pero, sobre todo… lo que quiero ahora mismo es… es hacerte el amor. Quiero abrazarte y sentir la tibieza de tu cuerpo, y quiero hacerlo antes de que puedas empezar a protestar. Te quiero tanto, Wendy, que no sé cómo puedes estar ahí y no sentir lo que yo siento…

– Luke, para -le suplicó ella-. Yo no puedo…

– ¿No puedes? -él sonrió con tanta ternura que ella sintió que se derretía-. ¿No puedes?

– Yo…

– ¿Eres capaz de decirlo, amor mío? ¿Puedes mirarme a los ojos y decir que no me quieres?

¡Debía hacerlo! Pero Luke la agarraba de las manos y estaba tan cerca de ella…

Nunca se había sentido así, pensó, desesperada. Ni siquiera con Adam.

Luke enterró la cara entre sus rizos y ella sintió su cálido aliento sobre la piel y el latido de su corazón acompasado con el suyo. Todavía estaban metidos en el agua. La noche era un paño de terciopelo negro a su alrededor y no había lugar más que para la verdad.

«No pensar en el mañana…». Solo importaba el presente. Aquella noche y después… nada más.

Nada duraba para siempre, pensó sombríamente. Pero estar allí, en brazos de aquel hombre que la abrazaba cada vez más fuerte, era tan dulce… tan seductor…

– Déjame quererte, Wendy -dijo él, emocionado-. Déjame quererte, amor mío. Ahora y siempre.

Wendy cerró los ojos y, cuando volvió a abrirlos, la decisión ya no estaba en sus manos. Luke la besó intensamente, la tomó en brazos y la llevó hacia las dunas.

Y Wendy comprendió que, pasara lo que pasara al día siguiente, en ese momento solo le importaba aquella noche, aquel hombre… Y la felicidad.

CAPITULO 9

AMANECÍA.

Mientras el sol se alzaba en el horizonte, Luke se despertó, con Wendy en brazos. La abrazó más fuerte, saboreando aquel último momento de placer, y luego la besó en la nuca para despertarla.

– Cariño…

Ella se despertó, aturdida, y, al ver que era de día, se asustó.

– ¡Oh!

– Tranquila -Luke la estrechó en sus brazos. No iba a dejarla marchar por nada del mundo, pero sabía cuál sería el primer pensamiento de Wendy. Sus niñas-. Nick y Shanni están en la granja. No nos esperan hasta la hora del desayuno.

Ella se quedó pensando, todavía preocupada. Pero se sentía tan ligera y tan increíblemente bien…