– Podría ser -dijo Sonia en tono petulante-. He conocido a un tipo de Perth. Vamos a, ya sabe, a empezar una nueva vida. La niña puede pasar con nosotros un tiempo. Ya veremos si la cosa funciona.
«Quieres decir que no te importa destrozar la vida de tu hija», pensó Wendy, furiosa. La mujer apenas parecía haber notado la presencia de Gabbie.
– ¿No sería mejor que primero se estableciera en Perth? -sugirió Wendy con calma-. ¿Que encontrara un sitio donde vivir y que luego le mandáramos a Gabbie? -respiró hondo-. Yo le pagaría el billete de avión.
– ¿Nueva York? ¿Quién demonios es usted?
– Soy Luke Grey -podían haber estado solos en la habitación, Sonia y él. Luke estaba mostrando su lado más profesional. No pensaba dejar que nada se interpusiera en su camino-. Soy el jefe de la señorita Maher, aquí presente -señaló hacia Wendy, pero evitó mirarla a los ojos. No debía mostrarse personalmente implicado en el asunto-. La he contratado para que cuide de mi hermana. Yo hago negocios en todo el mundo y no tengo tiempo de dedicarme a la niña. La presión del trabajo, ya me entiende -lanzó a Sonia una sonrisa breve, pero no exenta de simpatía. Su sonrisa de seductor-. Estoy seguro de que, como madre soltera, debe ocurrirle algo parecido.
– Yo… sí -Sonia estaba desconcertada.
– El caso es que mi hermanita quiere mucho a su Gabbie -no mencionó que Grace tenía solo siete meses y que le gustaba todo el mundo-. Como sabrá, en su papel de madre de acogida, la señorita Maher también ha estado cuidando de su hija. Estoy aquí para ver si podemos llegar a un acuerdo que permita que las cosas sigan como hasta ahora. Es decir, que las niñas puedan seguir juntas.
Sonia achicó los ojos, desconfiada.
– La niña se viene conmigo.
Luke asintió.
– Entiendo que, como madre, no quiera usted dejar definitivamente a su hija. Pero el señor Burrows -señaló a Tom- me ha dicho que ya ha pensado usted otras veces en la adopción y que ha firmado los papeles de la preadopción, aunque luego se haya arrepentido en el último momento…
– Pues sí -contestó ella-. ¿Y qué? Estoy en mi derecho de cambiar de opinión.
– Pero, en vistas de que ya ha dejado usted a su hija varias veces en situación de acogida en los meses previos a la adopción definitiva, me preguntaba -dijo Luke suavemente-, si habría alguna posibilidad de que pudiéramos facilitar su decisión.
– ¿Cómo?
– Con dinero, por ejemplo…
– Nosotros no nos dedicamos a vender niños -dijo Tom rápidamente, y Luke asintió.
– Lo entiendo -señaló hacia los hombres que había detrás de él-. Estos señores son abogados muy cualificados. Nick es el juez local de Bay Beach. Charles es mi abogado personal. Y David está especializado en asuntos familiares. Ellos me han explicado que no puede aceptarse ningún pago en el periodo de la preadopción. Pero Gabbie ya ha pasado por eso en repetidas ocasiones. Si la señorita Rolands renunciara a ella ahora, una oferta que le facilitara las cosas en el futuro sería consideraba razonable. Sería una cuestión personal entre dos particulares que no interferiría en la adopción.
– ¿Cuánto? -la mujer miraba a Luke como si este sostuviera el Santo Grial.
– Digamos… ¿doscientos mil dólares? -sin dudarlo, Luke sacó un cheque del bolsillo de su chaqueta y lo dejó sobre la mesa. La mujer miró aquel pedazo de papel con la boca abierta.
– Esto debe de ser una broma. Doscientos de los grandes…
– No estoy bromeando, señora Rolands -dijo Luke amablemente-. Mi hermanita necesita compañía y quiero que esté con Gabbie.
– Usted está loco.
– Tal vez. Pero solo se le presentará una oportunidad así. Si se lleva a Gabbie ahora, mi hermana se encariñará con otra niña y le haré esta oferta otra persona. Mis abogados pueden arreglar los papeles inmediatamente. Una vez le haya entregado la custodia a We… a la señorita Maher…
Pero había cometido un error. Había estado a punto de decir el nombre de Wendy. Sonia alzó la vista del cheque, miró a Luke y luego su mirada se posó en Wendy. Y esta no fue capaz de ocultar su expresión de esperanza lo bastante rápido. Oh, cielos…
Y Sonia lo entendió todo.
– Hace esto por ella -exclamó la mujer-. Para que ella se quede con la niña. Es ella quien la quiere -su deseo de venganza era terrible de contemplar. ¿Qué le había ocurrido a aquella mujer en el pasado para que albergara tanto odio? Wendy no lo sabía, pero el odio estaba allí, era real-. ¡No! ¿Doscientos mil? Me los gastaría y, entonces, ¿qué? No podría recuperar a la niña -se dio la vuelta y miró por la ventana-. Y miren lo que tenemos ahí -señaló el coche de Luke, que resplandecía frente al edificio; su codicia parecía aumentar a cada segundo-. Siempre he querido tener un coche como ese. Doscientos de los grandes… Creo que con eso no podría comprármelo. Usted debe de estar forrado. Seguro que no significaría mucho para usted, y la niña…
– Puede quedarse también con el coche, si quiere…
Siguió un tenso silencio. Todos contuvieron el aliento.
– Usted… bromea -a diferencia del cheque, el coche era una cosa tangible y, por la expresión de Sonia, todos comprendieron que sabía cuánto valía.
– No bromeo -Luke se encogió de hombros, como si estuviera perdiendo interés en la conversación-. El cheque y el coche pueden ser suyos. Ahora mismo. Los papeles están en la guantera. Estoy seguro de que, con mis abogados presentes, la transferencia podría arreglarse inmediatamente. Esa es mi última oferta. Tómela o déjela.
La mujer se dio la vuelta para mirarlo. Luego bajó la vista hacia su hija, con la indecisión pintada en el rostro. Pero no por una cuestión de sentimientos. Solo por deseo de hacer daño.
Sin embargo… un coche tan caro… Un cheque como aquel…
– ¿Si firmo…?
– Quiero que quede clara una cosa -la interrumpió Tom, con cautela-. El dinero y el coche no tienen nada que ver con la adopción. Si firma ahora, su hija será apartada de usted legalmente. Podrá solicitar visitas supervisadas, pero perderá la custodia de la niña.
– ¿Pero, si firmo ahora, puedo llevarme el coche?
– Sí. Pero se irá sola.
La mujer cerró los ojos un momento y en su expresión se dibujó un destello de triunfo. Después, puso una mano en la espalda de Gabbie y la empujó hacia Wendy. La decisión había sido tomada.
– Quédese con ella -dijo con aspereza-. Yo nunca la he querido. Odiaba a su padre y la odio a ella. Díganme dónde tengo que firmar y nunca volverán a verme.
Wendy dejó que los hombres se encargaran del resto.
Mientras Sonia firmaba documento tras documento, y Luke rubricaba la transferencia de su preciado coche, ella tomó a Gabbie en sus brazos, se la llevó al pasillo y la abrazó con todas sus fuerzas.
– Vamos a olvidarnos de todo lo que ha dicho tu madre ahí dentro -dijo con firmeza-. Tu papá y tu mamá se pelearon y ella ahora ella quiere pagarlo contigo. Pero ha hecho lo mejor que podía hacer por ti. Ahora eres mía. ¿Has oído bien? Te ha dado en adopción, Gabbie, y ahora serás mi hijita para siempre. Para siempre, para siempre, para siempre…
– ¿Y puedo quedarme contigo y con Grace y con Bruce?
– Sí.
– ¿Y… -Gabbie se echó hacia atrás y miró fijamente a Wendy con unos ojos enormes y brillantes-… y Luke le ha dado su coche a mi madre para que yo pudiera quedarme contigo?
La niña lo había entendido todo. Wendy sonrió con los ojos llenos de lágrimas.
– Sí, se lo ha dado.
– ¿Tú crees…? -preguntó Gabbie muy seria-. ¿Tú crees que Luke nos quiere?
– Creo que sí -dijo Wendy con voz trémula-. Creo que nos quiere mucho, mucho, mucho…