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Roberto Bolaño

Entre Parentesis

Fuera de serie

"Entre paréntesis" representa, en cierto modo, el inicio de la cuenta regresiva para la esperada aparición de la obra mayor de Roberto Bolaño, "2666", que Editorial Anagrama tiene prevista para noviembre próximo.

La novela será publicada en un solo volumen de más de mil páginas, para luego aparecer -en la edición de bolsillo- dividida en las cinco partes que la conforman.

Inspirada en la serie de asesinatos de mujeres que, durante más de una década, ha asolado a la región mexicana de Sonora, la obra constituía para Bolaño la "gran novela acerca del mal", y ha de confirmar a su autor -en palabras de Ignacio Echevarría- "como un novelista absolutamente fuera de serie, decisivo".

La compilación reúne las columnas que el autor de "Los detectives salvajes" escribió en este diario, además de artículos y discursos dispersos, y una sorprendente entrevista que concedió, poco antes de morir, a la revista "Playboy".

En julio del 2000, Roberto Bolaño aceptó la idea de colaborar en este diario, enviando artículos que hablaran básicamente de literatura. Él mismo resumió así su proyecto: "A mí me gustaría tener una columna en donde pueda hablar del más desconocido poeta provenzal o del más conocido novelista polaco, todo lo cual en Santiago sonará por igual a chino". El celebrado autor de "Los detectives salvajes" deseaba, además, conformar un libro con las crónicas que lograra reunir "de aquí a un tiempo", pero su prematura muerte -ocurrida en julio del año pasado- le impidió cumplir personalmente con ese objetivo.

Ahora, Editorial Anagrama completa la tarea: el prestigioso sello español lanza esta semana, coincidiendo con la Feria del Libro de Madrid, el volumen "Entre paréntesis", que es la compilación de aquellas columnas, además de una serie de artículos publicados por Bolaño en diferentes medios de prensa y de discursos que pronunció en diversos encuentros literarios.

Aunque el título del libro corresponde al nombre que encabezaba las columnas de Bolaño en "Las Últimas Noticias", resulta pertinente consignar -como lo señala el crítico Ignacio Echevarría, encargado de la labor de recopilación y ordenamiento de los materiales- que los textos fueron escritos "entre paréntesis" de la actividad creadora principal del autor, quien al morir trabajaba en la culminación de su monumental novela "2666".

"Entre paréntesis" abre sus más de trescientas páginas con el "Autorretrato" que Bolaño escribió en 1998 a propósito de la concesión del Premio Rómulo Gallegos por "Los detectives salvajes", y continúa con tres discursos "insufribles", calificativo que Echevarría les ha adjudicado por su afinidad con el aire provocador de las conferencias incluidas por el mismo Bolaño al final de su libro póstumo "El gaucho insufrible".

Otra sección del libro, titulada "Fragmentos de un regreso al país natal", está constituida por textos en los que Bolaño habla sobre Chile, principalmente a partir de su primer viaje al país, en 1998, después de veinticinco años de ausencia. Aquí, el autor de "Nocturno de Chile" aborda temas que van desde la poesía de Nicanor Parra -por quien siempre confesó una franca admiración- hasta el polémico Premio Nacional de Literatura, pasando por una crónica amarga y dura de cierta cena a la que asistió en casa de Diamela Eltit y Jorge Arrate.

Entre las cerca de sesenta crónicas que Bolaño publicó en este diario, y que conforman la parte medular del volumen, destaca la inclusión de "Jim", que posteriormente aparecería -por decisión del autor- como uno de los cinco relatos de "El gaucho insufrible". Según Echevarría, "me gusta la idea de que se reconozca la porosidad entre los cuentos de Bolaño y sus columnas, y, en ese sentido, ‘Jim’ desempeña una función estratégica dentro del libro".

Otros textos recopilados en "Entre paréntesis" dan cuenta de los puntos esenciales de la formación literaria de Bolaño, quien incluso ofrece mordaces consejos a quienes quieran dedicarse al arte de escribir cuentos, además de una visión personal acerca de su premiada novela "Los detectives salvajes".

El libro -definido por Echevarría como "un suculento dietario de lecturas, amistades, paseos y remembranzas"- cierra con una extensa y sorprendente entrevista que Bolaño concedió, poco antes de morir, a la edición mexicana de la revista "Playboy", de la cual reproducimos -en la página de enfrente- algunos fragmentos.

Ocho segundos de Nicanor Parra [1]

Miércoles 25 de abril de 2001

Sólo estoy seguro de una cosa con respecto a la poesía de Nicanor Parra en este nuevo siglo: pervivirá. Esto, por supuesto, significa muy poco y Parra es el primero en saberlo. No obstante, pervivirá, junto con la poesía de Borges, de Vallejo, de Cernuda y algunos otros. Pero esto, es necesario decirlo, no importa demasiado.

La apuesta de Parra, la sonda que proyecta Parra hacia el futuro, es demasiado compleja para ser tratada aquí. También: es demasiado oscura. Posee la oscuridad del movimiento. El actor que habla o que gesticula, sin embargo, es perfectamente visible. Sus atributos, sus ropajes, los símbolos que lo acompañan como tumores son corrientes: es el poeta que duerme sentado en una silla, el galán que se pierde en un cementerio, el conferenciante que se mesa los cabellos hasta arrancárselos, el valiente que se atreve a orinar de rodillas, el eremita que ve pasar los años, el estadístico atribulado. No estaría de más que para leer a Parra uno contestara la pregunta que se hace y nos hace Wittgenstein: "¿Esta mano es una mano o no es una mano?". (La pregunta debe uno hacérsela mirando su propia mano).

Me pregunto quién escribirá ese libro que Parra tenía pensado y que nunca escribió: una historia de la segunda guerra mundial contada o cantada batalla tras batalla, campo de concentración tras campo de concentración, exhaustivamente, un poema que de alguna forma se convertía en el reverso instantáneo del "Canto general" de Neruda y del que Parra sólo conserva un texto, el "Manifiesto", en donde expone su ideario poético, un ideario que el mismo Parra ha ignorado cuantas veces ha creído necesario, entre otras cosas porque para eso, precisamente, están los idearios: para dar una vaga idea del territorio inexplorado en el que se internan, y no muy a menudo, los escritores verdaderos, pero que a la hora de los riesgos y peligros concretos sirve de muy poco.

El que sea valiente que siga a Parra. Sólo los jóvenes son valientes, sólo los jóvenes tienen el espíritu puro entre los puros. Pero Parra no escribe una poesía juvenil. Parra no escribe sobre la pureza. Sobre el dolor y la soledad sí que escribe; sobre los desafíos inútiles y necesarios; sobre las palabras condenadas a disgregarse así como también la tribu está condenada a disgregarse. Parra escribe como si al día siguiente fuera a ser electrocutado. El poeta mexicano Mario Santiago, hasta donde sé, fue el único que hizo una lectura lúcida de su obra. Los demás sólo hemos visto un meteorito oscuro. Primer requisito de una obra maestra: pasar inadvertida.

Hay momentos en la travesía de un poeta en la que a éste no le queda más remedio que improvisar. Aunque el poeta sea capaz de recitar de memoria a Gonzalo de Berceo o conozca como nadie los heptasílabos y endecasílabos de Garcilaso, hay momentos en que lo único que puede hacer es arrojarse al abismo o enfrentarse desnudo ante un clan de chilenos aparentemente educados. Por supuesto, hay que saber atenerse a las consecuencias. Primer requisito de una obra maestra: pasar inadvertida.

Un apunte político: Parra ha conseguido sobrevivir. No es gran cosa, pero algo es. No han podido con él ni la izquierda chilena de convicciones profundamente derechistas ni la derecha chilena neonazi y ahora desmemoriada. No han podido con él la izquierda latinoamericana neostalinista ni la derecha latinoamericana ahora globalizada y hasta hace poco cómplice silenciosa de la represión y el genocidio. No han podido con él ni los mediocres profesores latinoamericanos que pululan por los campus de las universidades norteamericanas ni los zombis que pasean por la aldea de Santiago. Ni siquiera los seguidores de Parra han podido con Parra. Es más, yo diría, llevado seguramente por el entusiasmo, que no sólo Parra, sino también sus hermanos, con Violeta a la cabeza, y sus rabelesianos padres, han llevado a la práctica una de las máximas ambiciones de la poesía de todos los tiempos: joderle la paciencia al público.

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[1] Prólogo del catálogo de la exposición de Parra que se inaugura

hoy en Madrid.