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Con la llegada de Cody y Warner se reunió el equipo al completo, que estaba formado por diez miembros, sin contar el sirdar y su ayudante, que supervisaban a los encargados de la cocina, los mensajeros que iban a transportar películas y los diez o quince porteadores, que iban y venían del CBA, Chomrong y Pokhara.

En Pokhara, un pueblecito que era el lugar de acceso a los recorridos más populares del Nepal, el teniente Surjabahandur Tuhte era el responsable de atender a la expedición y suministrarle el material, y al igual que Hurké Gurung, también él había servido en el cuerpo de Fusileros Gurka. A más de ciento cincuenta kilómetros de distancia, en Katmandu, Helen O'Connor, una corresponsal de la Reuters, dirigía el despacho de la expedición, un piso muy elegante que daba a la plaza Durbar. Helen, que hablaba de corrido nepalés e indostanés, mantenía buenas relaciones con el gobierno y además, como Jack pudo comprobar en múltiples ocasiones, conocía a la perfección cómo funcionaba la burocracia del país y en particular el Departamento de Aduanas y Aranceles. Tendrían que confiar en el buen oficio de Helen si las autoridades nepalesas llegaban a enterarse del objetivo real de la expedición y del lugar prohibido en el que pensaban llevar a cabo sus investigaciones.

Estaban conectados. La revolución digital había supuesto un cambio radical no sólo para los fanáticos de la informática sino también para la comunidad del espionaje. Bryan Perrins podía ponerse directamente en contacto con cualquier agente con tan sólo pulsar el botón del ratón nada más levantarse. Solamente unos años atrás había departamentos enteros compuestos de personas que se dedicaban a manejar receptores de radio, leer mensajes radiados, analizar transmisiones y procesar la información. En la actualidad, la mayoría de esos mismos departamentos había reducido el número de trabajadores drásticamente, pues a Perrins le bastaba con abrir su correo electrónico para leer los informes de mayor relevancia de cualquier agente. En aquel momento lo que más le interesaba era recibir el correo electrónico dirigido a Hustler [2] que le mandaban directamente desde el Nepal. Podía incluso contestar automáticamente a través de una simple función «por favor, conteste» y así se ahorraba tener que utilizar el nombre en clave del agente, que en aquel caso era Castorp, o el número de su correo electrónico. Desde los tiempos en que el ministro de Guerra se había acostado con Mata Hari, nadie había gozado de una relación tan íntima y directa con un agente.

Normalmente Perrins no aprobaba que el personal en activo incluyera bromas en sus informes, pero cuando leyó el primer mensaje que le mandaron desde el Santuario del Annapurna, casi no pudo contenerse; el sarcasmo de la frase de Castorp, «todavía sin yeticias de su paradero», le arrancó una carcajada.

– Menuda pandilla, están todos zumbados -exclamó Perrins.

Titubeó un momento, preguntándose si no sería desafortunado contestar con la misma frivolidad, porque después de todo Castorp estaba arriesgando la vida. Pero acababa de llegar y le quedaban muchos días por delante. Así que ¿por qué no? Un poco de humor quizá le infundiera los ánimos que necesitaba. Perrins escribió, pues, el siguiente mensaje:

Su informe es de un mal gusto abominable. En el futuro por favor utilice el término persona de las nieves. Hustler.

Sería la última vez que Castorp haría reír a Perrins.

A Jack no le cabía ninguna duda de que era la CIA quien había decidido aprovecharse de la expedición para efectuar sus operaciones. En cuanto a qué era lo que se proponían, estaba casi totalmente seguro de que, fuera lo que fuera, guardaba relación con el conflicto indopakistaní. A pesar del período de reflexión impuesto, no dejaba de ser una situación crítica. Había pocas personas bien informadas que no pensaran que, en cuanto terminara el período de reflexión de tres meses impuesto, los dos bandos reanudarían las hostilidades. Pero, como el Santuario del Annapurna estaba mucho más cerca de la frontera nepalesa-tibetana que de la frontera con la India, no se explicaba qué perseguía exactamente la CIA. Aunque por otro lado, el Tibet, un país controlado por la China comunista, justificaba también, a su juicio, el interés de la CIA. Los chinos lo habían invadido y ocupado en 1950 y desde entonces era imposible conseguir un permiso para escalar cualquier montaña del Himalaya por la vertiente tibetana. Las autoridades ni siquiera se molestaban en dar explicaciones, pero desde su primer viaje al Himalaya, Jack había oído insistentes rumores de que los chinos utilizaban el Tibet con el fin de construir fábricas secretas de armas nucleares, y también bases de misiles, estaciones de radar y vertederos para residuos radiactivos. ¿Tendría algo que ver el interés de la CIA por el Santuario con el arsenal nuclear chino?

La tercera y última posibilidad que se le ocurrió a Jack también tenía en cuenta a los chinos, y era la más inquietante de todas: los chinos tenían intención de sacar partido de las hostilidades entre la India y Pakistán e invadir el Nepal cruzando el Tibet, al igual que hizo la Unión Soviética cuando invadió Afganistán en 1979.

Jack hubiera intervenido gustoso en cualquier operación que tuviera como fin evitar una guerra en la India o abortar las ambiciones militares de los chinos en la zona. Pero le exasperaba que les hubieran utilizado a él y a sus colegas de la expedición.

No desconfiaba de Mac ni de Jutta ni del sirdar, puesto que habían sido compañeros suyos en anteriores expediciones. De Swift ni que decir tiene que no podía sospechar ni por asomo. Así pues, a Jack sólo le cabía vigilar atentamente a Tsering, Jameson, Cody, Warner y Boyd, porque estaba convencido de que tarde o temprano uno de ellos iba a decir algo que lo delataría.

Y cuando esto ocurriera, Jack estaría preparado para desenmascararlo.

DIEZ

La filosofía persigue cortarle las alas a un ángel, conquistar todos los misterios con argumentos exactos, vaciar el aire hechizado y la mina donde habitan los gnomos…

John Keats

A poco de llegar Lincoln Warner y Byron Cody al CBA, el tiempo empeoró. Cuando la luz crepuscular envolvió por segunda vez al reducido grupo que estaba acampado en el valle del glaciar, la visibilidad se hizo prácticamente nula y el viento sopló con tal furia que sus aullidos lo convertían casi en un ser vivo.

Byron Cody, al salir del pozo que conducía al refugio Tierra Blanca, sintió que el vendaval le cortaba literalmente la respiración. Su barba de nada le protegía, su cara recibió el impacto del viento como si le hubieran arrojado un chorro de arena, y se alegró de que alguien previsor hubiera colocado una cuerda a modo de barandilla entre el refugio y la concha.

– Vaya noche -murmuró iluminando con la linterna los diversos depósitos en los que estaban almacenadas las provisiones y el resto del material y que habían cubierto con lonas fijadas en el suelo que el viento agitaba como si la tierra tuviera un violento acceso de fiebre. Después enfocó la concha.

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[2] Hustler significa buscavidas, persona que se gana la vida por medios ilícitos, estafador, prostituta, y también alguien que trabaja con gran ahínco y que arrasa. (Nota de la t.)