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A la mañana siguiente, a primera hora, Judy se encontraba en la sala de reuniones leyendo y releyendo el fax, como si así pudiera cambiar su resultado: «Se dispone, por consiguiente la denegación de la solicitud de retirada de la defensa, así como la propuesta alternativa de aplazamiento del juicio».

– No lo entiendo -dijo Judy-. ¿Cómo puede denegarlo?

– ¿Que Guthrie nos ha denegado la solicitud? ¿Todo? ¿No admite la retirada? ¿Ni un aplazamiento? -Mary, de pie a su lado, iba estudiando la orden-. Ni siquiera da una razón para ello. Ninguna explicación.

– No tiene obligación de explicar nada, es un juez.

– Es deprimente. A Bennie le será imposible sacar adelante el caso. ¡Acaba de morir su madre, por el amor de Dios! ¿Y no puede concederle una semana, ni tres días?

Judy negó con la cabeza.

– Debe de haber calculado que ya tiene tres días, si contamos a partir del jueves. Serían: viernes, sábado y domingo. La selección del jurado está programada para el lunes, y enseguida se abrirá la sesión.

– ¿Podríamos presentar un recurso?

Judy levantó la vista.

– ¡No, lista! Se trata de una orden a la que se da curso legal provisionalmente, y no puede presentarse recurso hasta que el caso esté visto para sentencia.

– Ya lo sabía. La pregunta tenía truco.

Judy sonrió, pensando.

– Imagino que podríamos presentar algún tipo de petición de urgencia, o bien alegar falta de ética, pero no conseguiríamos nada. El Tribunal Supremo no interviene gracias a un criterio de urgencia por algo que se considera criterio del juez. Y alegando falta de ética, lo que sacaríamos sería una reprimenda.

– También lo sabía.

– ¿Qué es lo que sabías?

– Lo que me acabas de decir.

Judy sonrió, pero le duró poco la expresión.

– Me sabe mal molestar a Bennie con esto. ¿La llamo a casa?

– Por supuesto. ¿Qué otra cosa podemos hacer? Que trabaje en su casa si quiere y nosotras le vamos pasando la información. -Mary señaló con la cabeza los papeles que tenía sobre la mesa-. He descubierto que Burden sigue fuera del país. Le mandaré un informe. Haré también la transcripción de las notas que he tomado en la investigación con los vecinos y le haré llegar una copia con un mensajero. Luego puedo redactar la revisión de las declaraciones de los testigos de la acusación.

– Puede ser una buena ayuda.

– Soy un pozo de recursos. ¿Qué vas a hacer tú?

– Corregir tus trabajos, como siempre -respondió Judy y luego cogió el teléfono para llamar a Bennie.

Bennie estaba sentada en el borde de la cama, con su albornoz blanco, aún con el teléfono en la mano después de que su asociada hubiera colgado tras ponerla al corriente de todos los asuntos. No se le ocurría el nombre de un solo juez capaz de negarle la solicitud, como mínimo en lo referente al aplazamiento, y consideraba que no era propio de alguien de la talla de Harrison Guthrie. Perpleja, siguió con el teléfono en la mano, hasta que Grady se lo colgó.

– ¿Por qué lo ha denegado? -preguntó Grady, quien vestía vaqueros y camiseta gris; se había levantado pronto y había preparado café y unas tostadas, que Bennie ni siquiera había tocado.

– No lo sabemos. No consta la razón, sólo la orden.

– ¿También ha negado el aplazamiento? ¿Qué le rondará por la cabeza?

– ¡Quién sabe! -exclamó Bennie, moviendo la cabeza. Notaba un dolor en las sienes y los ojos resecos y pegajosos. Tras una noche de insomnio, estaba decaída. Bear, que iba de un lado para otro, apoyó su ancha cabeza en el muslo de Bennie, quien se la acarició con gesto maquinal-. Puede que a la solicitud le faltara algo. Tal vez debí investigar algún caso, un determinado precedente…

– No. -Grady cruzó los brazos-. Eso no habría cambiado nada. A él le respalda la ley en este sentido, pero, por derecho consuetudinario, como mínimo podía concederte el aplazamiento. Aunque fuera por consideración hacia ti.

– Será por culpa del revuelo de la prensa. Es posible que quiera acabar de una vez.

– Imposible. ¿No crees que la decisión levantará más polvareda? Cuando salga a la luz que tu madre ha muerto y no te ha concedido ni una semana… Algún día tendrá que presentarse de nuevo para la reelección.

– Todo le funciona. Quizá no le preocupa la reelección -dijo Bennie, aunque antes de terminar la frase se dio cuenta de que no tenía ninguna lógica. A todos los jueces les preocupaba la reelección, o cuando menos la opinión que se tenía de ellos-. Es como si se hubiera empeñado en fastidiarme.

– Es posible. No todo el mundo opina, como yo, que eres la mejor.

– Un momento… -dijo Bennie, al despertársele de repente el cerebro. Podría tratarse de algo personal, aunque no dirigido a ella. ¿Qué había dicho Connolly el primer día? «No me extrañaría que el juez estuviera también en el ajo.» ¿No estará en el ajo el juez Guthrie?

– ¿En el ajo?

– En una confabulación contra Connolly.

– ¿Cómo?

– Piénsalo un poco, Grady. ¿A quién le afecta más la decisión? A Connolly. -A Bennie se le aclararon las ideas como cuando se despeja el día. Las cosas empezaban a encajar-. Yo estoy aquí enfrascada en mí misma cuando lo que se está cociendo es la vida de Connolly. Con esta resolución, queda atascada en manos de una abogada que no dispone de tiempo ni de energía para preparar el juicio. ¿Qué posibilidad tiene de ganar?

– ¿Una confabulación en la que participa el juez Guthrie?

– No es algo imposible. Alguien está apuntando, y el blanco no soy yo, sino Connolly. Piensa cómo han ido las cosas. Primero: alguien filtra a la prensa que ella es mi hermana gemela. Segundo: alguien del Colegio de Abogados empieza a incordiar con lo de la licencia. Tercero: no se me concede el aplazamiento la primera vez que lo solicito, cuando era algo de lo más razonable. Y ahora tampoco lo consigo, a pesar de que haya muerto mi madre. Eso tiene un cariz sospechoso, y subiendo llegas hasta el juez Guthrie.

– Oye -Grady cogió una silla, la arrastró por el parqué y se sentó en ella junto a la cama-, Bennie, ¿estás diciendo que un juez de un tribunal está metido en un complot contra una acusada? ¿Qué visos de realidad tiene eso?

– Es posible -respondió Bennie, despierta, con la sensación de salir de unos años de somnolencia-. Guthrie consiguió la plaza de juez gracias a Henry Burden, quien fue fiscal de distrito y conoce todos los entresijos de las fuerzas del orden. Según Connolly, los polis le tendieron una trampa, y la llegada de los agentes al lugar del crimen, me refiero al momento exacto en que hicieron su aparición, es algo que levanta sospechas. A pesar de que Connolly traficara…

– ¿Connolly traficaba con drogas? -la interrumpió Grady, y Bennie recordó que no se lo había comentado.

– Pongamos por caso que los polis hubieran matado a Della Porta y montado la historia para incriminar a Connolly; ¿tú no crees que un juez puede estar implicado en la trama? ¿Nunca has oído hablar de corrupción judicial? ¿De jueces corruptos? ¡Por favor! Hace unos años, se ofrecía dinero contante y sonante por determinados casos, Grady. A tocateja.

– Connolly es una mentirosa. Te ha mentido con lo de la confabulación contra ella y también en lo de que es tu hermana gemela. Y ahora resulta que está implicada en tráfico de drogas… Está manipulando…

– No sabemos si ha mentido en estos puntos, Grady. Aceptó hacerse la prueba del ADN. A las dos nos sacaron sangre ayer. O anteayer. ¿Te lo había comentado?

Bennie se frotó los ojos. La muerte de su madre le había quitado de la cabeza otros pensamientos.

– No me lo habías dicho, pero aunque lo aceptara, eso no te asegura nada.