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– ¿Curiosidad? -Mientras conducía no podía mirarle, pero Archery sentía los pensamientos de Imogen concentrados en él, con más intensidad que una mirada-. ¿Es usted aficionado al género negro? -Hubiese sido natural que ella añadiera su nombre al final de la pregunta, pero no lo hizo. A él le pareció que lo había omitido porque «señor Archery» resultaba, de pronto, demasiado formal, y su nombre de pila, demasiado íntimo. Prosiguió-: Verá, creo que le acompañaré. No tengo que estar en Stowerton hasta las doce y media. ¿Me permite ser su guía?

«Imogen Ide será quien me guíe…» -Esta rima infantil y tonta [6]- resonaba en su mente como un viejo madrigal en tono menor, prácticamente olvidado. Él no contestó, pero ella debió tomar su silencio por una respuesta afirmativa, porque en vez de dejarle junto a la entrada, disminuyó la velocidad y entró por el camino bordeado de árboles entre los cuales asomaban los gabletes oscuros.

Incluso bajo aquel cielo despejado la casa tenía un aspecto siniestro y amenazador. Sus ladrillos ocres estaban cruzados por un enrejado de maderas deterioradas y se veían dos ventanas rotas. El parecido entre la casa y la fotografía de la inmobiliaria era mínimo, como el que podía existir entre la postal de un balneario y su establecimiento real. El fotógrafo había eliminado con mucho ingenio o, si no, posteriormente, la maleza, las zarzas, las manchas de humedad, los marcos rotos de madera podrida y el aire de decadencia y había logrado disimular también su tamaño desproporcionado. La verja colgaba de las bisagras, así que Imogen pasó directamente por la abertura y recorrió el camino de entrada hasta la puerta principal.

Este momento debería haber sido importante para él, pues veía por primera vez la casa donde el padre de Tess había cometido -o no-, un crimen. Debería haber tenido los sentidos despiertos para absorber el ambiente, tomar buena nota de los detalles del lugar y los alrededores que la policía, con sus prisas, había pasado por alto. En su lugar, era plenamente consciente de que no era un observador, un historiador, sino sólo un hombre que vivía en el presente y que en ese momento se distanciaba de su pasado. Archery no se había sentido tan vivo desde hacía mucho tiempo y, por eso, apenas prestaba atención a lo que le rodeaba. Las cosas no le afectaban y, menos aún, los sucesos pretéritos. Sólo existían sus emociones. Veía aquella casa tan sólo como un lugar abandonado en el que pronto entraría con aquella mujer y se quedarían a solas.

Al pensar esto, algo le advirtió que era mejor no entrar. Sería fácil decir que sólo le interesaba ver los terrenos. Ella bajó del coche y miró hacia arriba, a las ventanas, entrecerrando los ojos contra la luz.

– ¿Entramos? -le preguntó.

Él introdujo la llave en la cerradura, mientras ella permanecía detrás, muy cerca. Esperaba encontrar un fuerte olor a humedad en el vestíbulo, pero apenas lo notaba. El espacio estaba cruzado por los rayos de luz que entraban por las ventanas polvorientas y en los que bailaban una miríada de motas de polvo. Imogen Ide tropezó al engancharse el tacón de su zapato en una vieja alfombra que cubría el suelo de baldosas. Instintivamente, él alargó la mano para sostenerla y, al hacerlo, sintió el roce de su seno derecho en su brazo.

– ¡Tenga cuidado! -dijo, sin mirarla. Con su zapato ella había levantado una pequeña nube de polvo y se rió con nerviosismo. Quizá fuese eso, una simple risa, pero él era incapaz de discernirlo porque todavía podía sentir el suave peso de ella sobre su brazo, como si Imogen no tuviera prisa por apartarse de él.

– Este sitio está muy mal ventilado -dijo-. Me hace toser. Aquella es la habitación donde se cometió el asesinato; por allí. -Abrió una puerta y él vio un suelo de tablones de abeto, una chimenea de mármol y grandes manchas descoloridas en las paredes, en los lugares en los que antaño habían estado colgados los cuadros-. Las escaleras están detrás y en el otro lado la cocina, donde la pobre Alice preparaba el almuerzo aquel domingo.

– Prefiero no subir -dijo él, rápidamente-. Hace demasiado calor y hay mucho polvo, se ensuciará usted el vestido. -Respiró hondo, se alejó de ella y se apoyó en la repisa del hogar. Aquí, justo en este sitio, fue donde la señora Primero recibió el primer hachazo; allí debía estar el cubo de carbón, y todo aquel lugar salpicado de sangre. En tono petulante, añadió-: La escena del crimen.

Ella entrecerró los ojos y se acercó a la ventana. El silencio se hacía insoportable y él buscó palabras para llenarlo. Un lugar como ése se prestaba a todo tipo de comentarios, que incluso meros conocidos podrían intercambiar. El sol del mediodía proyectaba la sombra de Imogen de forma exacta. Era como una figura recortada en papel de seda negro, y él sintió el deseo de caer de rodillas y tocarla, en la certeza de que aquello era todo lo que podía ambicionar.

Fue ella quien rompió el silencio. Él no se había parado a pensar en lo que ella podía decir, pero desde luego no esperaba aquello.

– Se parece usted mucho a su hijo, o al revés.

La tensión disminuyó. Él se sintió engañado e irritado.

– No sabía que lo conociera -dijo.

Ella no respondió. En sus ojos había un brillo juguetón.

– No me dijo usted que su hijo trabajaba para un periódico.

Archery sintió náuseas. Ella debió estar allí, en casa de los Primero, cuando Charles fue a entrevistar a Roger. ¿Debería secundar a su hijo en su mentira?

– Se parece muchísimo a usted -continuó ella-. Aunque no caí en la cuenta hasta después de que se hubiese marchado. Entonces, al pensar en su aspecto y en su nombre, supuse que Bowman era el seudónimo que utiliza cuando escribe para el Planet, ¿a que sí?, lo he adivinado. Roger no se ha dado cuenta todavía.

– No acabo de entender una cosa -empezó Archery. Se preguntaba si tendría que explicárselo todo. Señora Ide…

Ella se echó a reír, pero dejó de hacerlo cuando advirtió la consternación en el semblante de Archery.

– Creo que los dos nos hemos estado engañando. Ide era mi apellido de soltera, el que utilizaba cuando era modelo.

Él se dio media vuelta y apretó la palma sudorosa de su mano contra el mármol. Imogen dio un paso hacia él y le envolvió con el olor de su perfume.

– ¿La señora Primero era el pariente a quien pertenecía esta casa y que está enterrado en el cementerio de Forby? -Archery no tuvo que esperar su respuesta, la percibió en su mirada. Prosiguió- No me explico cómo he podido ser tan estúpido. -Era peor que eso, había hecho el ridículo. ¿Qué pensaría ella mañana, cuando saliese el Planet? Avergonzado, rezó una oración estúpida, pidiendo a Dios que Charles no hubiese descubierto nada comprometedor sobre la cuñada de Imogen-. ¿Me perdonará?

– No tengo nada que perdonarle, ¿no es así? -Parecía estar confusa, y no era de extrañar. Él le había pedido perdón por una ofensa que ella aún no había sufrido-. Tengo tanta culpa como usted. No sé por qué no le dije que me llamaba Imogen Primero. -Hizo una pausa y luego continuó-: No fue intencionado. Ha sido una casualidad. Estábamos bailando… otra persona se nos acercó… son cosas que pasan.

Él levantó la cabeza y la sacudió ligeramente. Luego, se alejó de ella, en dirección al vestíbulo.

– Tiene que ir a Stowerton, si no me equivoco. Fue muy amable por su parte al traerme.

Ella estaba justo detrás de él, sujetándole el brazo con la mano.

– No ponga esa cara -dijo-. ¿Qué es lo que se supone que ha hecho? Nada, absolutamente nada. Fue simplemente un… un error social.

Su mano era pequeña y frágil pero insistente. Sin saber por qué, quizá porque le pareció que ella necesitaba consuelo, la cubrió con la suya. En vez de retirarla, ella dejó su mano bajo la de Archery y, al suspirar, él la sintió temblar perceptiblemente. Se volvió hacia ella, embargado por una vergüenza que le paralizaba como una enfermedad. Su rostro estaba a escasa distancia del de ella, luego, a tan sólo unos centímetros y, de pronto, no hubo distancia alguna, su rostro se desvaneció y sólo quedaron unos suaves labios.

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[6] En inglés: «Imogen Ide will be my guide…» (N. de la T.)