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– A través de revistas o periódicos.

– No me parece un modo muy fiable de proceder.

– No hay ninguna garantía de resultado. Lo bueno es que también han creado una página web. Por supuesto, no se trata de dirigir un comunicado directo a algún justiciero que encaje con su hipótesis. No, el objetivo consiste más bien en ofrecer una plataforma para recabar datos sobre los asesinatos en serie e incluso para invitar a las familias de otras víctimas de crímenes violentos a unirse a ellos.

Shimizu parecía digerir todo aquello. Finalmente, lo logró.

– En otras palabras, la razón de esa visita a los Sada consiste en preguntarles por cualquier información nueva que hayan conseguido.

Chikako señaló algún punto a lo lejos. Un gran bloque de apartamentos asomaba de entre la oscuridad de la noche.

– Eso es. Voy a llamarlos. -Sacó su teléfono móvil, buscó en su agenda el número de los Sada y marcó. Sonó dos veces antes de que descolgaran el auricular.

– ¡Ah! ¡Detective Ishizu! -Era la señora Sada. Parecía muy emocionada-. Al fin logramos localizarla. ¡Hemos intentado contactar con usted toda la tarde!

Capítulo 10

El apartamento de los Sada quedaba en la de undécima planta de un edificio situado en la lujosa zona de Odaiba. Tenía vistas al mar, era pequeño y estaba atestado de muebles y artículos decorativos. Sin embargo, en su conjunto no resultaba en absoluto asfixiante sino que desprendía un ambiente cálido y acogedor.

Un altar familiar, lugar de descanso por el alma de la hija única del matrimonio, quedaba colocado en un punto bien visible, frente a la ventana del salón.

– ¡Yo-chan, la detective Ishizu está aquí! -exclamó con tono alegre la señora Sada mientras se volvía hacia el altar y encendía una vela. Chikako se acercó a la mesa y observó el pequeño retrato de una chica ataviada con su uniforme escolar. Pese a ser una fotografía en blanco y negro, se podía apreciar el aspecto rebosante de salud de la pequeña deportista. Chikako encendió una barrita de incienso y juntó las manos para pronunciar una oración.

Los otros dos detectives la imitaron. Makihara permaneció un rato con las manos juntas. Acto seguido, lanzó una mirada llena de interrogación a la señora Sada.

– No veo ningún kaimyou [7] en la placa.

Ésta tan solo lucía su nombre de pila: «Yoko».

La señora Sada asintió y miró el altar.

– Pensamos que ella preferiría que siguiéramos llamándola Yoko y no por uno de esos difíciles nombres que se dan tras la muerte.

Mientras se acomodaban en el sofá de tapizado vivo, Chikako hizo las debidas presentaciones. Al escuchar que Makihara había formado parte del equipo de investigación del caso Arakawa, los padres intercambiaron una mirada.

– Conocimos a muchos integrantes del equipo de investigación, pero su cara no nos suena -apuntó la señora Sada.

– No pocos detectives vinieron a vernos por aquel entonces – añadió su marido.

Makihara dirigió una nueva mirada hacia la placa funeraria de Yoko.

– Sí, sé que durante un tiempo mis compañeros se dedicaron a interrogar a las familias de las colegialas con el fin de recabar información -respondió.

– En realidad, esa es la razón por la que venimos a visitarles – añadió Chikako-. Pero antes, me gustaría escuchar lo que tienen que decir. ¿Ha ocurrido algo?

– Bueno, primero tenemos algo que mostrarle. -La señora Sada se puso lentamente en pie, y se marchó a la habitación contigua. Al poco tiempo, asomó con un puñado de hojas impresas en la mano-. Hemos impreso los e-mails recibidos desde esta mañana, cuando los telediarios sacaron la noticia de los asesinatos de la fábrica de Tayama.

Chikako cogió el fajo de papeles y le echó un vistazo. La mayoría de los mensajes eran cortos, de unas diez líneas aproximadamente, pero algunos ocupaban una hoja entera.

– Si bien todos los miembros de nuestro grupo de apoyo a las víctimas utilizan su nombre real junto con un alias, las demás personas que nos han contactado a través de la página web no se han identificado. Con lo cual, la mitad de los usuarios son anónimos.

Chikako asintió y alzó la vista.

– ¿Han encontrado algo en particular?

El señor Sada tendió la mano y señaló en un gesto típico de profesor.

– En la tercera página, segundo mensaje empezando desde arriba.

Era un e-mail remitido por alguien que utilizaba el nombre «Hanako». Chikako leyó en voz alta para sus compañeros.

«Hola. Durante los últimos seis meses, he entrado ocasionalmente en su página web. Esta mañana, los informativos hablan de un nuevo caso algo extraño. Se parece mucho al de Arakawa, ¿no les parece? Les seré sincera. Antes vivía cerca del río Arakawa, no muy lejos del lugar donde se cometieron los asesinatos. Aún iba a la escuela cuando sucedió aquello. Se corrió el rumor de que había una riña entre bandas rivales y que el líder de uno de los grupos iba a nuestro colegio. Las sospechas recaían en un tipo que iba dos cursos por delante de mí. No tengo ni idea de quién es y lo que hace hoy día. Pero quizá quieran indagar un poco en el asunto.»

Shimizu debió de haberse dejado llevar por aquel ambiente acogedor que reinaba en casa de los Sada porque, hasta entonces, había estado portándose bien. Pero de repente, su verdadera naturaleza afloró y se manifestó con tono petulante.

– Pero ¿qué es eso? No es más que una pista falsa. Y a estas alturas, es un poco tarde para que nos traguemos esos cuentos. Para empezar, Masaki Kogure había dejado la escuela antes de que sucediese lo del río, así que es poco probable que anduviera metido en una riña con otros gamberros del colegio.

Chikako miró a los Sada, dispuesta a quitar algo de hierro al asunto, pero ambos estaban sonriendo de oreja a oreja.

– Tiene razón, detective Shimizu, la información no parece muy fiable. Pero un poco más adelante… -La señora Sada señaló la página siguiente-. La tal Hanako nos escribió de nuevo. Y esta vez…

En efecto, otro correo electrónico del mismo remitente. El mensaje llegó algo después, por la tarde. Chikako volvió a leer en voz alta.

«He llamado a una vieja amiga durante el descanso del almuerzo. Ella todavía vive en Arakawa, cerca de donde tuvieron lugar los asesinatos. Y claro, conoce más detalles del asunto. Dice que un año después de lo ocurrido, un tipo alto y delgado de unos treinta años acudía con frecuencia a echar un vistazo al lugar de los crímenes. Supuso que se trataba de un policía. Sin embargo, cuando eché un vistazo a su página, me enteré de que los agentes no suelen presentarse solos en la escena de un crimen. Pensé que quizá debiera mencionar la anécdota. ¿Y si encuentran a un treintañero alto y delgado merodeando también por Tayama?»

Cuando Chikako alzó la mirada, interceptó la de Makihara.

– ¿Un treintañero alto y delgado, eh? -repitió Chikako.

– Mira, Ishizu, este mensaje no tiene más validez que el anterior -interrumpió Shimizu-. Los homicidios de Arakawa tuvieron lugar hace años. A estas alturas, cualquier dato sobre cualquier tipo… No podemos darle credibi…

Chikako lanzó una débil sonrisa a su compañero. Para silenciarlo. Toda madre japonesa digna de este nombre dominaba esa técnica ancestral para acallar a los charlatanes de sus hijos antes de que acabaran sus frases. Al menos, así lo hacían las de su generación.

– Díganme, ¿hay algo sobre la descripción de ese sujeto que les llame la atención? -preguntó la detective.

La pareja asintió al unísono, pero fue la señora Sada quien tomó la palabra.

– Pensamos que la descripción corresponde con la de Tada.

Sus palabras hicieron que Makihara despegara de inmediato la mirada de las hojas impresas que sujetaba en la mano.

– ¿Se refieren a Kazuki Tada? ¿Al hermano mayor de Yukie Tada?

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[7] Según el rito fúnebre budista, nombre sagrado que una persona recibe a título póstumo. (N. de la T.)