Выбрать главу

515¿Está en Moscú?

516No, hará su entrada mañana.

517¡Encantador este coronel de los würtemburgueses! Es alemán, pero buen tipo, si lo hubo. Aunque es alemán.

518A propósito, ¿sabe alemán usted?

519¿Cómo se dice asilo en alemán?

520Los alemanes son unas bestias, ¿verdad, monsieur Pierre? Y bien, otra botella de ese burdeos moscovita, ¿eh? Morel, nos calentará otra botella. ¡Morel!

521Parece que estamos tristes. [...] ¿Lo he ofendido tal vez? No, de veras, ¿tiene usted algo contra mí? ¿Tal vez se debe a la situación?

522Palabra de honor, aun sin hablar de lo que le debo, siento amistad por usted. ¿Puedo serle útil en algo? Disponga de mí para la vida o la muerte. Se lo digo con la mano en el corazón.

523Sí, amigo mío, caprichos de la fortuna. ¿Quién iba a decirme que sería soldado y capitán de dragones al servicio de Bonaparte, como lo llamábamos en otro tiempo? Y, sin embargo, aquí estoy en Moscú con él. Tiene que saberlo usted, amigo. Mi nombre es uno de los más antiguos de Francia.

524Pero todo esto no es más que la puesta en escena de la vida; el fondo es el amor... ¡El amor! ¿No es cierto, monsieur Pierre? ¿Otro vaso?

525El amor de los carreteros [...] el amor de los tontos.

526Recuerdos de Alemania, donde asilo se dice Unterkunft, los maridos comen coles y las muchachas son demasiado rubias.

527¡Toma!

528El amor platónico, las nubes...

529¿Qué busca ése ahí?

530Un niño en aquella casa. ¿No han visto a un niño?

531¡Toma! ¿Qué cuenta ése? ¡Vete a paseo!

532¿Un niño? [...] He oído gimotear a alguien en el jardín. Puede ser su chaval, de ese tipo. Hay que ser humanos...

533¡Daos prisa, vosotros! ¡Comienza a hacer calor!

534¡Ahí tienes a tu chaval! ¡Ah! Es una niña, ¡tanto mejor! ¡Hasta la vista, muchacho! Hay que ser humanos... Todos somos mortales, comprendéis...

535¡Deja a esa mujer!

536¡Vamos, nada de locuras!

537Tiene un puñal, teniente.

538¡Ah! Un arma. [...] Bueno, se lo explicarás al consejo de guerra. [...] ¿Habla francés?

539No tiene aspecto de hombre de pueblo.

540¡Oh! ¡Oh! Me parece que es un incendiario. [...] Pregúntale quién es.

541No les diré quién soy. Soy un prisionero; llévenme.

542¿Qué dice? Me trae a mi hija, a la que he salvado de las llamas.

543Dicen que la pobre condesa está muy mal. El médico habla de una angina de pecho.

544Angina. ¡Ah, es una enfermedad terrible!

545Dicen que los rivales se han reconciliado gracias a la angina.

546Según cuentan, el viejo conde es conmovedor. Lloró como un niño cuando el médico le dijo que el caso es peligroso.

547¡Ah! Sería una terrible pérdida: es una mujer embrujadora.

548Hablan ustedes de la pobre condesa [...] He enviado por noticias de ella. Me dicen que está un poco mejor... ¡Oh! Sin duda, es la mujer más encantadora del mundo. [...] Pertenecemos a dos bandos diferentes, pero eso no impide que la estime como se merece. ¡Es tan desgraciada!

549Sus informaciones pueden ser mejores que las mías [...] pero sé de buena fuente que ese médico es un hombre inteligentísimo y muy hábil. Es el médico de cabecera de la reina de España.

550El Emperador devuelve las banderas austríacas, banderas amigas y perdidas, que ha encontrado al borde del camino.

551Tal vez se trate del camino de Varsovia.

552Ya verán.

553Aunque extranjero [...] era ruso de corazón.

554Cuyas llamas habían iluminado su camino.

555¿Me trae malas noticias, coronel?

556Muy tristes, señor: el abandono de Moscú.

557¿Se habría entregado sin lucha mi antigua capital?

558¿Ha entrado ya el enemigo en la ciudad?

559Sí, Majestad. Moscú está reducida a cenizas. La he dejado en llamas.

560Veo, coronel, en todo lo que sucede, que la Providencia nos exige grandes sacrificios Estoy pronto a someterme en todo a su voluntad: pero dígame, Michaux, ¿cómo ha dejado al ejército, visto que abandonaba así mi antigua capital, sin un solo disparo? ¿No ha notado muestras de desaliento?

561Señor, ¿me permitís hablaros abiertamente, con lealtad militar?

562La exijo siempre, coronel. No me oculte nada, quiero saber absolutamente de que se trata.

563Majestad, Majestad, he dejado a todo el ejército, desde los jefes hasta el último soldado, sin excepción, en un estado de temor espantoso, terrible.

564Pero, ¿cómo? ¿Mis rusos se dejarán abatir por la desdicha?... ¡Jamás!

565Señor, sólo temen que Vuestra Majestad, llevado por la bondad de su corazón, se deje persuadir y llegue a firmar la paz. Arden en deseos de combatir y de probar a Vuestra Majestad, aun con el sacrificio de sus vidas, toda la devoción que os tienen...

566Bien, vuelva al ejército [...] Y diga a nuestros valientes, diga a todos nuestros buenos súbditos, por dondequiera que pase, que, cuando no me queden más soldados, yo mismo me pondré a la cabeza de mis queridos nobles y de mis buenos campesinos y agotaré así hasta los últimos recursos de mi imperio, que me ofrece más de lo que mis enemigos piensan. [...] Pero si estuviera decretado en los designios de la divina Providencia que mi dinastía había de dejar de reinar en el trono de mis antepasados, entonces, tras haber agotado todos los medios que hay en mi poder, dejaré crecer mi barba hasta aquí [...] y marcharé a comer patatas con el último de mis campesinos, antes que firmar la vergüenza de mi patria y de mi querida nación, cuyo sacrificio sé apreciar...

567Coronel Michaux, no olvide lo que le digo aquí; puede ser que un día lo recordemos con placer. O Napoleón o yo. Ya no podemos reinar juntos. He aprendido a conocerlo y no me engañará más...

568Señor, Vuestra Majestad firma en este momento la gloria de su nación y la salvación de Europa.