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– Sí… debemos hacer algo.

– Propongo que averigüemos por qué se hunde.

– De acuerdo. Veamos, ¿qué otras cosas se hunden?

– Las piedras. Uno arroja una piedrita al agua, hace ¡plop! y se hunde… ¿A qué se deberá?

– ¿Que haga plop?

– No, que esta embarcación se hunda igual que una piedra.

– Bueno, yo observo que nuestra barca tiene un agujero por el que entra el agua.

– La piedra que yo digo no tiene un agujero pero se hunde.

– (Piensa.)… Pero por este agujero entra agua.

– Por el agujero de la canilla también entra agua en una casa… y no por ello la casa se hunde.

– O sea que hay cosas con y sin agujeros que se hunden, y agujeros que dejan entrar el agua a cosas que se hunden o no.

– Veamos otro ejemplo.

– A mí una vez se me cayó un reloj y también hizo plop.

– No, ejemplos de cosas que se hundan aunque no hagan plop.

– Mi reloj hizo plop y además se hundió.

– ¿Sería de piedra?

– No creo. ¿El cuarzo es una piedra?

– Es como arena.

– La arena es como una piedra molida.

– Entonces sí.

– ¿Se hunden cosas de todos los tamaños?

– No, sólo si son más pequeñas que el recipiente. Una moneda se hundiría en un vaso, pero este bote no.

– ¿Y si pusiéramos ese vaso debajo del bote?

– No conviene, tengo monedas en los bolsillos y se hundirían en el vaso. Por cierto, noto que el agua ha cubierto nuestros pies.

– ¿Será que la barca se hunde o que entra el agua? Digo, ¿puede hundirse algo sin que le entre agua?

– (Piensa.)… A la piedra no le entra agua. El hecho de que entre el agua tampoco tiene que ver con que se hunda. ¿Ha notado de qué manera tan silenciosa nos hundimos?

– ¿Será que el silencio tiene algo que ver?

– ¡O el ruido! Los transatlánticos y esos barcos, que raramente se hunden, tienen grandes sirenas que se oyen desde lejos y no se hunden.

– ¡Exacto! El plop que hace una piedra no es ruido suficiente para flotar.

– Permítame arremangar un poco mi pantalón, pues el agua ya lo está alcanzando.

– … Sí (absorto en su pensamiento hace unos dobleces a su pantalón)… pero, nuestra barca es sumamente silenciosa y, sin embargo, se hunde lentamente.

– (Piensa.) Bueno, pero sobre la piedra no hay gente conversando.

– ¡Es verdad! O sea que, en el caso de los transatlánticos, al tuuut de la sirena hay que agregarle las conversaciones de los pasajeros…