Выбрать главу

– ¡Señor Lestrade!-gritó Houdini al tiempo que saltaba hasta el pasillo donde nos encontrábamos-. Me alegro de volver a verle. -Le dio alegremente una palmada en la espalda-. No esperaba verlo fisgoneando por aquí hasta la actuación de esta noche. No seguirá enfadado por la fuga de la cárcel, ¿verdad?

– No, no -dijo Lestrade rápidamente-. Tan solo quería presentarle a estos dos caballeros. Sherlock Holmes y doctor Watson, permítanme que les presente al señor Houdini.

Después de oír el nombre de mi amigo, el joven mago apenas fue capaz de esconder su satisfacción.

– Estoy encantado de conocerlo, señor -dijo, aferrando la mano y el hombro de Holmes-. He sido admirador suyo durante años.

– El honor es mío -replicó Holmes-. Confío en que haya resuelto sus dificultades con la soga.

– ¿Cómo? Sí, yo… Aguarde un momento, ¿cómo sabía que tenía problemas para liberarme de una soga? -Con la sorpresa que le causó la observación, Houdini se olvidó por completo de estrecharme la mano y darme una palmada en el hombro a mí también-. Siempre he leído que hacía este tipo de cosas, pero es la primera vez que lo veo. ¿Cómo lo ha sabido?

– Es simple, mi querido amigo. Tiene en ambas muñecas heridas por rozadura. He visto heridas semejantes en las muñecas de víctimas de robos y secuestros que han luchado con sus ligaduras durante horas. La conclusión natural es que ha pasado algunas horas intentando liberarse de una ligadura semejante, y que el ensayo ha sido menos exitoso de lo que usted hubiera esperado.

– ¡Maravilloso!-gritó Houdini-. Vaya truco. Pero conseguí liberarme de aquel lazo. Estaba practicando con un nuevo tipo de nudo. Mejor trabajarlo durante los ensayos que no encontrármelo durante una actuación. -Nos guió hacia el escenario-. Cómo desearía que Bess estuviera aquí para conocerlo, señor Holmes. -Paró y adoptó una postura teatral-. Para Harry Houdini, ella es siempre la mujer -recitó.

Era obvio que la breve referencia a una de mis tempranas historias sobre Holmes [3] buscaba halagar al detective.

Houdini no podía saber que Holmes rara vez recordaba nada a excepción, quizá, de los títulos de mis historias, cuando se molestaba en leerlas, así que no significaba nada para él. Por el contrario, Holmes abordó de inmediato el asunto que nos ocupaba.

– Dígame, señor Houdini, ¿es cierto que es usted capaz de reducir su cuerpo a ectoplasma?

El norteamericano se rió.

– ¿Es esa la razón que les ha traído hasta aquí? No, señor Holmes, he intentado decírselo a Lestrade, mi magia no tiene nada que ver con brujas ni fantasmas.

– Brujas y fantasmas no tienen nada que ver con ello -insistió Lestrade-. Nunca he dicho semejante cosa. Simplemente he sugerido que, en caso de que usted fuera un espiritista, se vería obligado a esconder sus habilidades al público. Si llegara a conocerse que es capaz de hacerse inmaterial, entonces sus escapismos perderían dramatismo. ¿Dónde estaría la emoción en un escapista que pudiera atravesar sus cadenas?

– Al contrario – replicó Houdini-, ese sería el mejor número de la historia sobre un escenario. La gente pagaría diez dólares por adelantado para ver en vivo un fantasma real. Pero no soy un fantasma, soy un escapista.

Lestrade no estaba satisfecho.

– Insiste en que no es un médium, pero todavía creo que no hay otra explicación posible para lo que he visto sobre este escenario.

Houdini hizo una profunda reverencia.

– Muchas gracias, señor Lestrade. Es el mejor cumplido que un mago pueda recibir.

Lestrade se volvió hacia Holmes, exasperado.

– No llego a ninguna parte con él. ¿Ve por qué quería que viniera?

– En realidad, no -respondió Holmes-. Estoy seguro de que me perdonará, Lestrade, pero que usted no sea capaz de comprender los misterios de Houdini no será la causa para que yo abrace el espiritismo. Me inclino por que haya una explicación más lógica que se le ha escapado.

– ¿Está usted sugiriendo que soy un memo? ¿O crédulo? Quisiera señalar que lo que hace no es simplemente sacar conejos de su sombrero, sino caminar a través de muros de ladrillo macizos.

– Le pido por favor que no se irrite, Lestrade. Esta entrevista no la propuse yo. No estoy sugiriendo que sea corto de entendederas de ninguna de las maneras. Pero sí observo que en este caso ha aceptado rápidamente lo extraordinario cuando la lógica aplicada estrictamente nos puede llevar a lo puramente material. No dudo de que las mismas reglas que gobiernan la ciencia de la deducción nos ayuden a comprender los misterios del señor Houdini.

– Disculpe, señor Lestrade -interrumpió Houdini con exagerada formalidad-. ¿Es posible que el señor Holmes haya afirmado que mis pequeños enigmas no le darían ningún problema?

– Es más o menos lo que ha dicho.

– Muy bien -dijo Houdini-. Comprobémoslo. -Se volvió hacia el escenario-. Franz, sal aquí. -Un enorme tipo calvo apareció de entre bastidores-. Haz que los chicos monten el muro de anoche. -Con un gesto de afirmación, el hombre se retiró-. Bueno, señor Holmes -continuó Houdini-, creo que incluso usted tendrá alguna dificultad explicando esto. Por favor, acompáñeme.

Nos guió hasta un corto tramo de escaleras que nos condujo hasta el escenario.

– Si esto fuera una representación ordinaria, mis operarios habrían construido un muro ladrillo por ladrillo mientras yo realizaba una serie de números breves. De esta manera convencería a la audiencia de que no hay trampa alguna en el propio muro. Es completamente sólido.

Mientras hablaba, sus ayudantes extendieron una larga alfombra roja a lo largo del escenario. Después, introdujeron rodando una plataforma sobre la que había un muro de ladrillos, tal y como Houdini había prometido.

– Observen que el muro supera los dos metros setenta de alto, los dos metros de largo y tiene más de medio metro de grosor. -Golpeó el muro con la palma de la mano-. Robusto. Fíjense en que el muro está situado de tal manera que la parte superior y ambos laterales quedan a la vista del público. Si intentara escabullirme por detrás o pasar por encima del muro, los espectadores me verían.

A medida que Houdini hablaba, perdía el tono de conversación, sustituyéndolo por un discurso sonoro, por una elocución experta en la que cada sílaba era cuidadosamente acentuada. Su voz alcanzaba los más recónditos espacios del teatro y volvía hasta nosotros en creciente oleaje. Uno sentía como si lo escuchara no solo con los oídos, sino con todos y cada uno de sus sentidos.

– He extendido esta alfombra sobre el escenario para descartar la posible existencia de una trampilla. Observarán también que la plataforma sobre la que se apoya el muro no llega a los ocho centímetros de altura, demasiada poca para permitirme pasar por debajo.

El mago retrocedió y escrutó el distante espacio frente a él.

– Este antiguo misterio hindú no se ha exhibido sobre ningún escenario desde hace más de doscientos años.

Originalmente formaba parte de un rito sagrado de iniciación. El faquir del pueblo probaba su valor permitiendo que lo encerraran en una profunda caverna de la que milagrosamente volvería a salir. El secreto ha viajado conmigo desde Calcuta, donde se me permitió acceder a un sagrado consejo de ancianos…

– Venga, venga, proceda… -dijo Holmes.

– ¿Cómo? -espetó Houdini, a quien se le había oscurecido el semblante.

– Si usted hubiera venido directamente desde Calcuta, seguramente mostraría alguno de los efectos del clima tropical. Y, en cambio, está tan pálido como cualquiera de nosotros. Observo que aunque el corte de su ropa es estadounidense, su cuello y sus cordones son alemanes. Parece que ha pasado algún tiempo en ese país; estuvo allí recientemente, ya que necesitó comprar ese cuello nuevo, y ha estado por un período lo suficientemente largo como para necesitar comprar cordones.

вернуться

[3] Escándalo en Bohemia, cuyo comienzo es: «Para Sherlock Holmes ella es siempre la mujer».