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A Mary se le desbocó el corazón. Como académica canadiense, nunca había oído esas palabras. Tenía amigos en la universidad que habían ido a trabajar como posgraduados en Estados Unidos: a menudo decían que tenían becas de investigación con cinco o seis cifras, y equipo con tecnología de punta. La primera beca de investigación de Mary habían sido unos exiguos 3.200 dólares… y dólares canadienses, además.

—Bueno, con, ah, con recursos ilimitados, supongo que podría hacerlo bastante rápido. En cuestión de semanas, si tenemos suerte.

—Bien. Bien. Hágalo.

—Mmm, con el debido respeto, doctor Krieger, soy ciudadana canadiense; no puede decirme lo que tengo que hacer.

Krieger lo lamentó inmediatamente.

—Por supuesto que no, profesora Vaughan. Mis disculpas. Mi entusiasmo por el proyecto ha hecho que me precipite. Lo que quería decir es si quiere, por favor, encargarse de este proyecto. Como decía, nosotros proporcionaremos todo el material y el personal que necesite, y un sueldo adecuado.

A Mary la cabeza le daba vueltas.

—Pero ¿por qué? ¿Por qué es esto tan importante?

—Si el portal entre los dos mundos vuelve a abrirse —dijo Krieger, cabe la posibilidad de que muchos neanderthales vengan a nuestro mundo.

Mary entornó los ojos.

—¿Y quieren poder discriminarlos?

Krieger negó con la cabeza.

—Nada de eso, se lo aseguro. Pero tendremos que saberlo por motivos de inmigración, para proporcionar los cuidados médicos adecuados y todo eso. No querremos que se administre a una persona inconsciente la medicina equivocada porque los médicos no puedan distinguir si es un neanderthal o un gliksin.

—Bastará con mirar simplemente si tiene un implante acompañante. Ponter dice que toda su gente lo lleva.

—Sin querer menospreciar en lo más mínimo a su amigo, profesora Vaughan, sólo tenemos su palabra. Por lo que sabemos, podría estar en libertad condicional en su universo y ese aparatito ser una especie de rastreador que sólo llevan él y otros criminales.

—Ponter no es un criminal.

—No obstante, sin duda no se le escapa a usted que preferimos tener nuestros propios métodos para determinar a qué especie pertenece una persona, en vez de tener que basarnos en algo de lo que sólo hemos oído hablar anecdóticamente.

Mary asintió, despacio. Tenía sentido, más o menos. Y, después de todo, había precedentes con buena intención: el Gobierno canadiense ya había trabajado para determinar quién y quién no es indio para que los programas sociales y las titulaciones pudieran ser administrados adecuadamente. Sin embargo…

—No hay ningún motivo para creer que el portal vuelva a abrirse, ¿no? Quiero decir, no ha habido ninguna señal, ¿verdad?

Le hubiese encantado volver a ver a Ponter, pero… Krieger negó con la cabeza.

—No. Pero creemos que hay que estar preparados. Y seré sincero: reconozco que el señor Boddit parecía, digamos, distintivo. Pero es posible que otro neanderthal pueda tener rasgos menos pronunciados y mezclarse con una población de nuestro tipo de humanos.

Mary sonrió.

—Ha estado usted hablando con Milford Wolpoff.

—En efecto. Además de con Ian Tattersall y casi todos los demás expertos en neanderthales que pueda usted nombrar. Parece que no hay consenso entre ellos respecto a cuánto difieren los neanderthales de nosotros.

Mary asintió; eso era cierto. Algunos, como Wolpoff, sostenían que los neanderthales eran sólo otra variedad de Homo sapiens: una raza en el mejor de los casos, si ese término tenía alguna validez, y desde luego miembros de la misma especie que los humanos modernos. Otros, incluido Tattersall, pensaban lo contrario: que los neanderthales eran una especie por derecho propio, Homo neanderthalensis. Hasta la fecha, todos los estudios de ADN parecían apoyar esta segunda visión… pero Wolpoff y compañía consideraban que las muestras de ADN neanderthal disponibles, incluyendo los 379 nucleótidos del ADN mitocondrial que la propia Mary había extraído del espécimen de neanderthal del Rheinisches Landesmuseum eran aberrantes o habían sido mal interpretadas. No era exagerado decir que aquél era el tema más debatido de toda la paleo-antropología.

—Sólo tenemos material genético completo de un neanderthal —dijo Mary—, concretamente, de Ponter Boddit. Puede que sea imposible diagnosticar nada con esa sola muestra.

—Lo comprendo. Pero no lo sabremos con seguridad hasta que no lo intente.

Mary contempló el laboratorio.

—Tengo cosas que hacer aquí, en York. Clases que impartir. Estudiantes graduados.

—También lo comprendo —dijo Krieger—. Pero estoy seguro de que podrá llegarse a acuerdos para no desatender sus responsabilidades. Ya he hablado con el presidente de la universidad.

—¿Está hablando de un proyecto de investigación a tiempo completo?

—Naturalmente, la compensaremos por el año académico entero, sí.

—¿Dónde trabajaría? ¿Aquí?

Krieger negó con la cabeza.

—No, queremos que venga a nuestras instalaciones seguras.

—En Rochester, ¿verdad?

—Rochester, Nueva York, sí.

—Eso no está lejos de aquí, ¿no?

—He venido en avión hoy —dijo Krieger—, y apenas se tarda nada. Tengo entendido que son tres horas y media en coche.

Mary lo consideró. Podría seguir viendo a su madre y a sus amigos. Y tenía que admitir que nada le interesaba más que estudiar el ADN de Ponter; sus clases serían el único inconveniente.

—¿Qué, este … términos, tiene en mente?

—Puedo ofrecerle un contrato de asesoría de un año, por 150.000 dólares estadounidenses, comienzo inmediato, con plenos beneficios médicos—. Krieger sonrió. —Sé que para los canadienses ese es un punto esencial.

Mary frunció el ceño. Estaba más o menos preparada para volver a la universidad de York, al sitio de la violación, pero…

Pero no. Eso no era cierto. Esperaba soportar estar allí, pero si lo de aquella mañana era un indicio, todavía estaba muerta de miedo.

—Tengo un apartamento aquí —dijo. En una urbanización.

—Nos encargaremos de los pagos de la hipoteca, los impuestos y las tarifas de mantenimiento mientras esté usted fuera. Su casa la estará esperando cuando el trabajo esté terminado.

—¿De verdad?

Krieger asintió.

—Sí. Esto es lo más grande que le ha sucedido al planeta desde… bueno, desde siempre. Lo que estamos viviendo, profesora Vaughan, es el final del Cenozoico y el principio de la siguiente era. No ha habido dos versiones de la humanidad en este planeta desde hace treinta y cinco mil años… pero, si ese portal vuelve a abrirse, habrá dos versiones de nuevo, y queremos aseguramos de que esta vez salga bien.

—Hace usted que parezca muy tentador, doctor Krieger.

—Jock. Llámeme Jock. —Una pausa. —Mire, antes estaba con la Corporación RAND. Soy matemático; cuando me gradué en Princeton, el setenta por ciento de todos los graduados en matemáticas de las universidades principales solicitaba trabajo en RAND. Allí es donde encontrabas el dinero y los recursos para dedicarte a la investigación pura. De hecho, el chiste era que RAND significaba «Research and No Development», Investigación sin desarrollo… es un tanque de pensamiento en el sentido más puro.

—¿Y qué significa en realidad?

—Sólo «Research and Development», supuestamente. Pero el hecho es que sus fondos procedían de las Fuerzas Aéreas estadounidenses, y existía sólo por una razón fundamentalmente desagradable: para estudiar el conflicto nuclear. Soy experto en teoría de juegos, ésa es mi especialidad, y por eso estuve allí: haciendo simulacros de artesanía nuclear. —Hizo una pausa —¿Ha visto Teléfono rojo: volamos hacia Moscú?