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– Respira con tranquilidad -le indicó Logan a Lily mientras ella apartaba con cuidado la nieve para ver las heridas de Matt.

A juzgar por la cantidad de nieve que había acumulada sobre su cuerpo, Matt debía de llevar allí aproximadamente una hora.

– Oh, Matt -se lamentó Lily.

– No me mováis.

Logan miró a Lily a los ojos y ella le devolvió una mirada cargada de miedo.

Al examinar las piernas de Matt, Logan comprendió por qué no quería que lo movieran. Parecía que se había facturado el fémur y varias costillas. Además, tenía una herida profunda sobre la ceja, que era la que estaba sangrando.

– Te aseguro que no te vamos a mover hasta que sea imprescindible -le prometió Lily haciendo un gran esfuerzo para disimular su preocupación al ver las fracturas.

– Sacadme de aquí en helicóptero, por favor -rogó Matt.

Lily miró a Logan. Los dos sabían que era imposible porque estaban en una zona cubierta de árboles y, además, el tiempo lo impedía.

Matt comprendió y suspiró.

– La he hecho buena -se lamentó.

Logan se quitó la cazadora y le cubrió el pecho y Lily hizo lo propio y le cubrió las piernas en un intento de impedir que entrara en hipotermia.

– ¿Dónde está tu radio?

– La he perdido.

Logan le tomó el pulso a Matt y comprobó que lo tenía muy débil.

Lily se quitó el casco y se llevó la mano a la radio. Logan se dio cuenta de que la mano le temblaba. No era la primera vez que la veía mantener la calma en una situación difícil, pero sí era la primera vez que veía que le costaba hacerlo.

Le hubiera encantado poder hacer que la situación fuera más fácil para ella, pero no podía y, en cualquier caso, sabía que Lily era fuerte y que podía con todo, sabía que podía contar con ella y eso era genial.

Lily era genial.

Lily era tan capaz como cualquiera de sus compañeros del Servicio de Búsqueda y Salvamento.

– Me voy a poner bien, ¿verdad? -le preguntó Matt.

– Por supuesto, a ver si te vas a creer que me vas a dejar a mí sola con Sara embarazada -intentó bromear Lily.

Aquello hizo sonreír a su cuñado.

– Me duele la cabeza.

– Sí, te has dado un buen golpe.

– No te duermas -le indicó Logan cuando Matt cerró los ojos.

– Estoy cansado.

– No te puedes dormir -insistió Lily.

Pero Matt cerró los ojos.

– Matthew Edward Wallace -gritó Lily agarrándolo de la cazadora-. No me hagas esto. ¡Matt!

– Sí, estoy aquí, solamente estaba descansando un poco -contestó Matt humedeciéndose los labios-. ¿No tenéis chocolate o algo? ¿No se supone que los del equipo de salvamento lleváis chocolate?

Aquello hizo reír a Lily.

En aquel momento, oyeron el motor de varias motos que se acercaban y Logan subió la ladera para hacerle señas e indicarles dónde estaban.

Con mucho cuidado, organizaron el rescate. Matt estaba inconsciente a ratos, pero consiguieron preparar una camilla, colocarle un collarín en el cuello y subirlo a lo alto de la ladera.

Desde allí, el resto del equipo se encargaría de bajarlo hasta la ambulancia.

Una vez a solas, Lily se giró hacia Logan.

– Sólo hemos estado juntos una semana -le dijo.

Logan no se extrañó ante el repentino cambio de tema.

– La mejor semana de mi vida -contestó.

– No es suficiente tiempo como para saber si nos iría bien -murmuró Lily.

– Hay cosas en esta vida que se saben desde el principio -contestó Logan apartándole un mechón de pelo de la cara.

– No quiero que te vayas -admitió Lily.

– Vente conmigo. Ven a conocer mi mundo. Durante una semana o durante el tiempo que tú quieras.

Aquella propuesta era realmente tentadora y Lily se preguntó qué era lo que había dentro de ella que no le permitía aceptarla.

Al instante, abrazó a Logan y lo besó con pasión. Logan también la tomó entre sus brazos y la besó.

Aquel hombre la quería.

La quería de verdad.

Lo que en principio le había dado pánico se había tornado ahora en una agradable sensación que la invadía por completo.

Sólo habían pasado un par de horas desde que habían iniciado el rescate, pero la tormenta había empeorado y la carretera estaba cerrada de nuevo.

Eso quería decir que Logan no se podía ir, pero, lo que era peor, que Matt tampoco iba a llegar al hospital.

Así que lo instalaron en la sala de primeros auxilios y, como Lily, Logan y Chris tenían nociones médicas, en contacto con el servicio de urgencias del hospital, hicieron todo lo que les iban diciendo para que Matt estuviera bien.

Sara se encargó de que no se durmiera, lo que no le resultó difícil porque lloraba y gritaba tan fuerte que era imposible conciliar el sueño en su presencia. Incluso Matt rezaba para que la carretera se abriera para poder salir de allí cuanto antes.

Por supuesto, Logan también quería que se abriera la carretera, pero por Matt porque, por él, no tenía ninguna prisa por irse de allí.

Lily necesitaba estar a solas, así que salió al porche.

Para su sorpresa, Debbie la siguió.

– Necesito hablar contigo.

– Te advierto que no estoy para muchos sermones -contestó Lily.

– Has arriesgado tu vida para salvar a Matt y lo has hecho sin pensártelo dos veces.

– ¿No te has parado nunca a pensar que he formado parte durante años del servicio de salvamento de la estación?

– Sé que has formado parte del servicio durante años, pero nunca me había dado cuenta de lo que hacías y te debo una disculpa.

– ¿Por qué dices eso?

– Cuando mi madre te dejó a ti este lugar, casi me da un ataque.

– No digas tonterías, entonces dijiste que te daba igual y te fuiste a vivir a Nueva York tan contenta.

– No, no me fui tan contenta, me fui porque no me quedaba más remedio, pero, en realidad, me hubiera gustado poder hacerte vudú para verte morir lentamente llena de alfileres.

Aquello hizo reír a Lily.

– Sí, tú ríete, pero… Lily, quiero decirte que la persona que ha estado boicoteando tu trabajo he sido yo.

– ¿Cómo?

– Sí, yo quité los carteles de fuera de pista, he estropeado los ordenadores no sé cuántas veces y de hecho todo lo que se me ha pasado por la cabeza para fastidiarte.

– ¿Incluso lo de Matt de hoy?

– ¡No, te aseguro que eso no! Eso ha sido mala suerte.

Lily miró a su tía a los ojos y comprobó que decía la verdad.

– ¿Por qué lo has hecho?

– Por celos -admitió Debbie-. Te aseguro que no voy a volver a hacerlo, pero, si me dices que me vaya ahora mismo, lo entenderé -añadió con tristeza.

– La verdad es que lo último que te voy a decir es que me has hecho un favor porque no te puedes imaginar cómo se han puesto Gwyneth y Sara conmigo por todas esas cosas.

– Ya lo sé, lo he visto con mis propios ojos y he disfrutado mucho con ello -sonrió Debbie con malicia-. En cualquier caso, me encantaría estar tan unida a mi hermana como estáis vosotras…

– Nosotras no estamos unidas.

– ¿Ah, no? -insistió Debbie.

Lily recapacitó y se dio cuenta de que lo cierto era que, aunque Gwyneth y Sara eran un incordio a veces, siempre podía contar con ellas.

– En cuanto pare la tormenta, me voy -declaró Debbie.

– No, de eso nada.

– ¿Quieres que me quede después de lo que he hecho?

– La verdad es que no quiero volver a verte, pero no voy a permitir que te vayas sin dar la cara. En cuanto haya pasado la tormenta y Matt esté a salvo en el hospital, vas a hablar con mis hermanas y les vas a explicar lo que has hecho y por qué. Hasta entonces, vas a ayudar como hacemos todos. A partir de ahora, te quiero ver limpiando habitaciones, recogiendo platos en la cafetería y quitando nieve como hacemos los demás.

– Como tú quieras -contestó Debbie bajando la cabeza.

– Muy bien, vas a empezar ahora mismo. Vete a la cafetería a limpiar las mesas.