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-No te preocupes. Te cuidaremos. Te lo prometo. Me alegra que sientas pesar. Otros, cuando matan, ren y se consideran vencedores. Se emborrachan, se arrancan las ropas como animales. Yo he visto todo eso. Pero t, t sollozas. Eso es muy bueno.

La casa estaba junto a un lago y el lago en un valle profundo. El Jalil pas por delante dos veces antes de volver al camino, y sus ojos, al mirar a los lados, eran los ojos de Joseph, oscuros y resueltos y omnividentes. Se trataba de una cabaa moderna, el segundo hogar de un hombre rico. Tena paredes blancas y ventanas rabes y un tejado rojo en pendiente, en el que la nieve no poda asentarse. El garaje estaba unido a la casa y sus puertas se encontraban abiertas. Cuando hubieron entrado, se cerraron. El par el motor y extrajo de la chaqueta una pistola automtica de largo can. El Jalil, el tirador manco. Ella permaneci en el automvil, contemplando la lea apilada junto al muro posterior. El hombre abri la puerta del lado de la muchacha.

-Ve detrs de m. A tres metros, no ms cerca.

Una puerta metlica lateral se abra a un pasillo interior. Esper, y luego ech a andar tras l. Las luces del saln ya estaban encendidas y haba lea ardiendo en el hogar. Sof tapizado en piel de potro. Muebles rsticos. Una mesa de troncos puesta para dos. En un cubo de hielo, con su correspondiente pie de hierro forjado, una botella de vodka.

-Espera aqu -dijo l.

La muchacha se detuvo en el centro del saln, sosteniendo el bolso con ambas manos, mientras l recorra la casa, habitacin por habitacin, tan silenciosamente que ella slo oa las puertas de los armarios al abrirse y cerrarse. Empez a temblar otra vez, vio-lentamente. El regres al saln, dej su arma a un lado, se dej caer en cuclillas ante el fuego y se dedic a atizarlo para elevar la llama. Mantener a raya a los animales -pens ella, observndole-. Y el cordero a salvo. El fuego crepit y ella se sent delante, en el sof. El hombre conect la televisin. Se vea una pelcula en blanco y negro, transmitida desde la taberna de lo alto de la colina. Baj el sonido. Fue a situarse ante ella.

-Querras un poco de vodka? -pregunt con amabilidad-. Yo no bebo, pero a ti quiz te agrade.

Quera, de modo que l le sirvi un poco, demasiado.

-Quieres fumar?

Le alcanz una cigarrera de piel y le dio lumbre.

La iluminacin del lugar era brillante; ella dirigi inmediatamente los ojos hacia la televisin y se encontr de pronto contemplando las facciones alteradas, histrinicas, del alemn bajo y de rostro de comadreja, al que haba visto menos de una hora antes junto a Marty. Se encontraba a un lado del coche policial. Detrs de l, alcanzaba a ver un trozo de pavimento y la puerta lateral de la sala de conferencias, rodeada por una cerca de cinta fluorescente. Automviles de la polica, de los bomberos y ambulancias entraban y salan con gran bullicio del rea acordonada. El terror es teatro, pens. El fondo fue remplazado por la imagen de unos encerados verdes, destinados a mantener a raya la tormenta, mientras la bsqueda prosegua. El Jalil aument el sonido, y ella oy las sirenas de las ambulancias detrs de la voz tersa y bien modulada de Alexis.

-Qu dice? -pregunt.

-Es quien dirige la investigacin. Espera. Te lo dir.

Alexis se esfum y fue remplazado por una imagen de estudio de Oberhaus ileso.

-Ese es el idiota que me abri la puerta -dijo ella.

El Jalil alz la mano para indicarle que guardara silencio. Ella escuch y entendi, con una curiosidad objetiva, que Oberhauser estaba dando una descripcin de su persona. Capt Sd Afrika y una referencia al cabello castao; vio cmo, con un gesto, aluda a sus gafas; la cmara mostr un dedo tembloroso que sealaba unas similares a las que Tayeh le haba proporcionado.

Despus de la descripcin de Oberhauser, vino la primera imagen probable que del sospechoso poda facilitar nuestro artista, una imagen que no se pareca a la de nadie en el mundo, excepto, quizs, a la de un antiguo anuncio de un lquido laxante que haba sido ampliamente difundido en las estaciones ferroviarias diez aos atrs. A continuacin, uno de los agentes de polica que haban conversado con ella agreg su propia vergonzosa descripcin.

Apagando el aparato, El Jalil volvi a pararse ante ella.

-Me permites? -pregunt con timidez.

Cogi el bolso de la muchacha y lo puso al otro lado, a fin de poder sentarse. Zumbaba? Emita alguna seaclass="underline" ? Era un micrfono? Para qu demonios serva?

El Jalil se expres con precisin: un mdico muy experimentado ofrece su diagnstico.

-Corres cierto riesgo -dijo-. Oberhauser te recuerda, y tambin te recuerdan su esposa, el polica y varias personas del hotel. Tu peso, tu figura, el hecho de que hables ingls, tu talento de actriz. Lamentablemente, hay tambin una mujer inglesa que alcanz a or parte de tu conversacin con Minkel y cree que no tienes nada de sudafricana, que eres inglesa. Tu descripcin ha sido enviada a Londres, y sabemos que los ingleses ya te tienen en mal concepto. Esta regin est en mxima alerta, las carreteras interceptadas, se pide la documentacin, todo el mundo ha empezado a desconfiar. Pero no te preocupes. -Le cogi la mano y se la sostuvo con firmeza-. Te proteger con mi vida. Esta noche estaremos a salvo. Maana te habremos introducido clandestinamente en Berln y te enviaremos a casa.

-A casa -dijo ella.

-Eres una de nosotros. Eres nuestra hermana. Fatmeh dice que eres nuestra hermana. No tienes un hogar, pero formas parte de una gran familia. Podemos proporcionarte una nueva identidad, o puedes ir donde Fatmeh, vivir con ella durante todo el tiempo que lo desees. Aunque nunca vuelvas a combatir, cuidaremos de ti. Por Michel! Por lo que has hecho por nosotros.

Su lealtad era horrorosa. La mano de ella permaneca an en la de l, en contacto con su fuerza y su seguridad. Los ojos del hombre brillaban con un orgullo posesivo. La muchacha se puso de pie y sali de la habitacin, llevndose su bolso de mano.

Una cama doble, la estufa elctrica encendida, ambas resistencias, sin reparar en gastos. Un estante con los best-sellers de Nowheresville: Yo estoy bien, t ests bien, la alegra del sexo. La cama, abierta por los dos lados. Ms all, el cuarto de bao, revestido con madera de pino, con sauna incluida. Extrajo su transmisor y lo mir, y era su viejo transmisor, hasta en el ltimo rasguo: slo que un poco ms pesado, un poco ms fuerte en la mano. Espera hasta que l duerma. Hasta que yo duerma. Se consider a s misma. La primera imagen del artista no haba estado tan mal, despus de todo. Una tierra para nadie, para alguien sin tierra. Primero se restreg las manos y las uas; luego, llevada por un impulso, se desnud y se dio una larga ducha, aun cuando slo fuera para mantenerse, durante unos momentos ms, al margen del calor de la confianza de l. Se lav con locin para el cuerpo, evitando el espejo del botiqun que haba encima del lavabo. Le interesaban sus propios ojos; le recordaban los de la muchacha francesa de la escuela en que se haba entrenado: apareca en ellos el mismo furioso vaco de una mente que haba aprendido a renunciar a los peligros de la compasin. Regres y encontr al hombre poniendo comida en la mesa. Exactamente el mismo autodesprecio. Fiambres, queso, una botella de vino. Velas ya encendidas. El apart una silla para ella, en el mejor estilo europeo. Ella se sent; l se sent frente a ella y empez a comer de inmediato, con la natural concentracin con que lo haca todo. Haba matado y ahora estaba comiendo: qu poda haber de ms correcto? Mi comida ms demencial -pens ella-. La peor y la ms demencial. Si se acerca un violinista a nuestra mesa, le pedir que toque Moon River.

-An lamentas lo que has hecho? -pregunt l, con total desapego, como si preguntase: Se te ha pasado el dolor de cabeza?

-Son unos cerdos -dijo ella, completamente en serio-. Despiadados, sanguinarios

Comenz a sollozar nuevamente, pero se contuvo a tiempo. El tenedor y el cuchillo temblaban tanto, que se vio obligada a dejarlos. Oy pasar un coche, o era un avin? Mi bolso -pens caticamente-, dnde lo he dejado? En el cuarto de bao, lejos de sus entrometidos dedos. Volvi a coger el tenedor y vio el hermoso e indomado rostro de El Jalil, que la estudiaba desde el otro lado del canal de la luz de las velas exactamente en la misma forma en que lo haba hecho Joseph en la cima de la colina de Delfos.