Выбрать главу

«La tarea del Imperio se encontró ya terminada, los hombres de aquella época miraron a su alrededor a las estrellas que habían saqueado en su desesperado estado de peligro y tomaron su decisión. Dejarían el resto del universo a Vanamonde.

«Y aquí hay un misterio, un misterio que puede que jamás lo podamos resolver, ya que Vanamonde no puede ayudarnos. Todo lo que sabemos, es que el Imperio hizo contacto con… algo, muy extraño y muy grande, en las lejanías insondables de la curva del Cosmos, a la otra extremidad del propio espacio. Lo que ello pudiera ser, es algo que sólo podemos imaginar; pero su llamada tuvo que haber sido de una inmensa urgencia, y una inmensa promesa. Dentro de un corto periodo de tiempo, nuestros antepasados y las razas amigas habían hecho una jornada que no podemos seguir con la imaginación. Los pensamientos de Vanamonde parecen estar constreñidos por los confines de la Galaxia; pero a través de su mente hemos observado los principios de esta grande y misteriosa aventura. Aquí está la imagen que hemos reconstruido; pero para entenderlo en parte, es preciso que todos tratéis de volver a mil millones de años en el pasado…

Un pálido espectro de su gloria pasada, la rueda de la Galaxia lentamente girando y suspendida en la nada. A todo lo largo de su inmensidad, estaban las grandes riquezas vacías que la Mente Loca había saqueado… heridas que en las edades por venir, tendrían que ir sanando y completando las estrellas. Pero ellas nunca podrán jamás volver a reemplazar el esplendor que había desaparecido.

El Hombre estaba a punto de dejar su Universo, como tanto tiempo atrás había dejado su mundo. Y no sólo el Hombre, sino las miles de otras razas que habían trabajado con él para construir el Imperio. Se reunieron juntas, aquí en el borde de la Galaxia sumando sus potencialidades; pero separadas todas de la meta que ya no podrían alcanzar en edades por venir.

Reunieron una flota ante la cual falla toda imaginación. Sus naves insignias eran soles, sus naves más pequeñas, los planetas. Todo un enjambre globular con todos sus sistemas y todos sus mundos correspondientes, estaban a punto de lanzarse hacia el Infinito. La gigantesca línea de fuego se aplastó destruyendo el corazón del Universo, yendo de una a otra estrella. En un momento del Tiempo, un millar de soles habían muerto, alimentando con sus energías la monstruosa forma que había desgarrado el eje de la Galaxia, retrocediendo entonces hacia el abismo…

— Y así —siguió Callitrax— el Imperio abandonó nuestro Universo, para encontrar su destino en otra parte. Cuando sus herederos, las mentalidades puras, hubieran alcanzado su completo desarrollo, puede que vuelvan de nuevo. Pero ese día, puede hallarse aún muy lejano.

«Esto es, dentro de la más breve y resumida sinopsis y en sus perfiles más superficiales y generalizados, el relato de la civilización de la Galaxia. Nuestra propia historia, que tan importante nos parece a nosotros, no es más que un epílogo trivial y trasnochado, aunque tan complejo que no estamos capacitados para desentrañar sus detalles. Parece ser, que muchas de las más antiguas y menos aventureras razas, se negaron a abandonar sus hogares de origen y nuestros antepasados se encontraron entre ellas. La mayor parte de estas razas cayeron en la decadencia y ahora se han extinguido, aunque algunas otras pueden subsistir todavía. Nuestro propio mundo apenas si pudo escapar al mismo destino. Durante los Siglos de la Transición que continúa durando por millones de años, el conocimiento del pasado se ha perdido o tal vez deliberadamente destruido. Esto último, aunque duro de creer, parece más probable. El Hombre se hundió en un supersticioso, y con todo aún, científico barbarismo durante el cual ha distorsionado la historia para suprimir de ella su impotencia y su fracaso. Las Leyendas de los Invasores son completamente falsas, aunque la desesperada lucha contra la Mente Loca ha contribuido, indudablemente, a todo ello. Nada impulsó a nuestros antepasados a refugiarse en la Tierra, excepto la enfermedad de su propio espíritu.

«Cuando hicimos este descubrimiento, un problema, en particular, nos llenó de confusión en Lys. La Batalla de Shalmirane nunca tuvo lugar… así y todo, Shalmirane ha existido y existe hoy. Y lo que es más, fue una de las armas más grandes de destrucción jamás construidas.

«Nos llevó algún tiempo resolver este rompecabezas; pero la respuesta, una vez hallada, fue muy sencilla. Hace mucho tiempo, nuestra Tierra contaba con un solo satélite de gran tamaño, la Luna. Cuando entre la lucha terrible y la guerra entre las mareas y la gravedad, la Luna cayó al fin de su órbita y se hacía necesario destruirla, Shalmirane se construyó para tal propósito y a su alrededor se tejieron las leyendas que todos conocemos.

Callitrax sonrió ligeramente frente al inmenso auditorio.

— Hay muchas otras leyendas parecidas, en parte verdad y falsas en otra parte y otras paradojas en nuestro pasado que aún no han sido resueltas. Este problema, sin embargo, es más bien para los psicólogos que para los historiadores. Incluso los registros del Computador Central no pueden ser creídos en su totalidad y muestran una clara evidencia de haber sido manipulados intencionadamente en un remoto pasado.

— «Sobre la Tierra, sólo Diaspar y Lys sobrevivieron al período de decadencia; Diaspar gracias a la perfección de las máquinas, y Lys debido a su parcial aislamiento y a los poderes intelectuales, poco corrientes, de sus gentes. Pero ambas culturas, aun habiendo luchado para volver a sus antiguos niveles, fueron también distorsionadas por los temores y los mitos heredados.

«Esos temores no tienen ya por qué seguir hechizándonos. No es mi papel, como historiador, el predecir el futuro, solo observar e interpretar el pasado. Pero la lección está bastante clara y evidente; hemos vivido por demasiado tiempo fuera del contacto de la realidad, y creo que ya es llegada la hora de que reconstruyamos nuestras vidas».

CAPÍTULO XXV

Jeserac paseaba en silencioso asombro a través de las calles de una Diaspar que jamás había visto. Tan diferente era, ciertamente de la ciudad en la que había pasado muchas de sus vidas, que le costaba trabajo reconocería de nuevo. Sabía, por supuesto, que era Diaspar, aunque cómo lo sabía era algo que no se detenía a preguntar.

Las calles eran estrechas, los edificios más bajos y… el Parque había desaparecido. O más bien, había dejado de existir. Aquélla era la Diaspar anterior al cambio, la Diaspar que había sido abierta al mundo y al universo. El cielo tenía un azul pálido, moteado con la gracia de unas nubes pasajeras, que se retorcían y cambiaban de forma lentamente por los vientos que ahora soplaban a través de la superficie de aquella nueva Tierra, más joven.

Por encima de aquellas nubes y en la lejanía, se desplazaban los viajeros del cielo. Por millas de distancia por encima de la ciudad, enlazando los cielos con su silenciosa tracería, las naves aéreas que enlazaban a Diaspar con el resto del mundo exterior iban y venían en sus apresurados negocios. Jeserac se quedó mirando fijamente durante un cierto tiempo al misterio y a la maravilla del cielo abierto y por un momento el temor antiguo volvió a trastornarle el espíritu. Se sentía como desnudo y desprotegido, consciente de que aquella cúpula pacífica y azul por encima de su cabeza, no era más que la más delgada de las envolturas… y que más allá, se extendía el Espacio, con todo su misterio y sus amenazas.