AGNUS DEI
16
El coronel Tuan Anh Phan, con un traje con casco blanco y respirador incorporado, estaba de pie junto a dos ayudantes vestidos del mismo modo en la cámara de aislamiento anteriormente ocupada por el Huésped y ahora por su cadáver. Harry Feinman entró en la estancia enfundado en su propio traje y avanzó con una cierta torpeza junto a los otros. Con cuatro personas en la habitación, y el equipo traído para la autopsia, quedaba muy poco espacio para maniobrar. Arthur se sentó en el laboratorio al otro lado del cristal y observó.
El Huésped estaba tendido de espaldas en la mesa central, ahora elevada un metro por encima del suelo. Su larga cabeza estaba extendida en toda su longitud, con la «barbilla» paralela al sobre de la mesa. Tenía los cuatro miembros extendidos, retenidos contra la elasticidad natural mediante correas de plástico.
Phan indicó con un gesto de su mano enguantada en plástico las tres videocámaras detrás de sus placas protectoras de plástico.
—Empezamos a las doce y diecisiete minutos A.M. del ocho de octubre de 1996. Soy el coronel Tuan Anh Phan, y voy a iniciar la autopsia del espécimen biológico extraterrestre encontrado cerca del Valle de la Muerte, California. El espécimen, llamado también el Huésped, murió a las ocho y cincuenta y ocho P.M. del siete de octubre, en la sala de aislamiento tres del Laboratorio de Recuperación de Emergencia Vandenberg, Centro de Lanzamiento de Transbordadores Seis, Base de las Fuerzas Aéreas de Vandenberg, California.
»No hay evidencias de daños físicos o ningún signo aparente de trauma interno. —Phan tomó un escalpelo de una bandeja que le tendió un ayudante—. Ya recogí muestras de cultivos externos del Huésped cuando estaba vivo. Ahora tomaré muestras de lugares a lo largo de sus miembros y de su cuerpo y cabeza para ver si los microorganismos terrestres han empezado a multiplicarse en sus tejidos externos. —Utilizando el escalpelo para rascar la piel, y torundas para recoger las muestras, efectuó su tarea. Cada torunda era metida en un tubo que era cerrado herméticamente—. Como pueden ver, el cuerpo no exhibe señales de lividez, ni por supuesto de descomposición o cambio, externo o interno. —Phan alzó un miembro superior—. Hay elasticidad, pero no rigidez. De hecho, la única prueba visible de muerte es la falta de movimiento y la no reacción a los estímulos.
»No hay señales de actividad eléctrica dentro del cráneo del Huésped, o en ninguna otra parte de su cuerpo. Como sea que tal actividad existía antes, solamente podemos suponer que esto es otra indicación de su muerte. El Huésped no se ha movido en diez horas y treinta y un minutos. Doctor Feinman, ¿está usted de acuerdo en que el Huésped está ahora muerto, según todas las mediciones que podemos efectuar?
—Estoy de acuerdo —dijo Harry—. No hay reflejos. El cuerpo del Huésped mostraba previamente una tensión viva cuando era tocado. En su actual estado, no se evidencia ninguna tensión.
—Evidentemente, esto entra más en la naturaleza de una disección exploradora que de una auténtica autopsia —prosiguió Phan, con voz débil—. Ya hemos realizado un examen completo del Huésped a través de medios externos, incluidos los rayos X, los ultrasonidos y las imágenes por Resonancia Magnética Nuclear. Hemos localizado diversas formas que pueden ser órganos, ciertas cavidades pequeñas, algunas llenas de fluidos y otras aparentemente vacías, dentro del Huésped, y utilizando esas imágenes como mapas —señaló con un escalpelo varias hojas de papel colgadas en la parte exterior de las ventanas de observación— investigaré más directamente el interior del Huésped.
»La estructura ósea torácica del Huésped difiere sustancialmente de la nuestra. Parece estar hecha de una serie de espinas, en el sentido puercoespino del término, conectadas con articulaciones flexibles de colágeno, todo ello envolviendo la cavidad interna. No hay pulmones huecos. De hecho, hay pocos huecos de ninguna clase.
Phan clavó el escalpelo a lo largo de una pronunciada cresta que recorría a todo lo largo el «pecho», y reveló una limpia superficie verde grisácea con el brillo de las baldosas de un cuarto de baño. Los cortados bordes de la piel tenían un color verde azulado ligeramente cobrizo.
—Aquí está el «hueso» pectoral central o «proceso» que vimos primero por rayos X. —Apartó a un lado la piel, cortando delicadamente el tejido adherido a ella, hasta que quedó al descubierto un lado del tórax—. Esos procesos unidos proporcionan una flexible pero eficiente caja en torno a los órganos torácicos. Como pueden ver, la caja es bastante rígida en una dirección —apretó con su dedo índice hacia la cabeza del Huésped, sin producir ningún movimiento—, pero flexible en otra. —Apretó hacia abajo, y la caja se hundió ligeramente—. Hay una similitud evidente entre el Huésped y nosotros en este punto, con una caja protectora en torno al tórax, pero las similitudes terminan ahí.
Phan tomó una pequeña sierra circular eléctrica y cortó los procesos a lo largo del lado izquierdo del Huésped, el que miraba a la ventana. Accionando la sierra veinte centímetros hacia arriba, luego otros veinte centímetros hacia un lado desde ambos extremos, luego hacia abajo en la otra dirección, consiguió desprender un glutinoso cuadrado de la caja torácica. Dentro apareció una membrana perlina.
Arthur permanecía sentado, clavado en su silla, con la vista fija en la abertura del pecho del Huésped. Phan maniobró junto a Feinman y los ayudantes en torno a la mesa, deteniéndose unos instantes para contemplar las fotografías. Luego tomó una jeringuilla y la insertó en la membrana perlina, extrayendo una muestra de fluidos. Harry introdujo una fina sonda de biopsia a través de la membrana, un poco más abajo, y extrajo un largo y delgado tubo de tejido.
Lo pasó a un ayudante, que lo selló en un pequeño frasco de cristal y lo pasó con las otras muestras al exterior a través de un cajoncito giratorio de acero inoxidable.
—La temperatura es ahora de doce grados centígrados. Estamos reduciéndola a pocos grados por encima de cero, para inhibir el crecimiento de las bacterias terrestres. Las muestras de tejidos y fluidos serán analizadas y la autopsia proseguirá más adelante. Caballeros, es tiempo de descansar un poco. Mis ayudantes van a tomar más mediciones y retirar muestras de tejido de los miembros. Más tarde, esta misma mañana, empezaremos con la cabeza.
Hicks estaba sentado en la mesa al otro lado del presidente, sonriendo a la camarera mientras ésta le servía una taza de café. Estaban solos en el comedor; era temprano, apenas un poco más tarde de las siete de la mañana. El presidente le había llamado a medianoche y había solicitado su presencia durante el desayuno para una conversación privada.
—¿Qué desea tomar, señor Hicks? —preguntó Crockerman.
—Tostadas y huevos revueltos, creo —dijo—. ¿Puede hacerme una tortilla Denver?
La camarera asintió.
—Lo mismo para mí —dijo Crockerman. Mientras se alejaba, Crockerman echó unos centímetros hacia atrás su silla y se inclinó para tomar unos papeles de un maletín que tenía abierto a su lado—. Tengo una reunión con una madre afligida a las nueve, y con un almirante y un general a las once. Luego debo volar de vuelta a Washington. He estado tomando notas durante toda la noche, intentando poner en orden mis pensamientos. Espero que no ponga usted ninguna objeción a que le bombardee con algunas de mis ideas.