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Van Cott: Ciencia ficción sin personajes. Artículos de ficción.

Kearney: Hemos estado oyendo durante el último par de meses los medios a través de los cuales los alienígenas del presidente destruirán la Tierra. Hemos oído hablar de cosas que han caído del cielo cerca de las Filipinas y en el Atlántico y que han pasado al interior de la Tierra. Hasta ahora han sido avistados dos de tales objetos. La otra noche entrevisté al propio Jeremy Kemp. Dice que tenemos pruebas de que los objetos están ocasionando un auténtico alboroto dentro de la Tierra, debajo de la corteza.

Van Cott: Por lo que he oído, debería entrevistar usted a Walter Samshow y a David Sand. Ellos fueron los primeros que vieron uno de los objetos.

Kearney: Al parecer, no están disponibles.

(Van Cott se encoge de hombros)

Kearney (Inclinándose hacia delante): ¿Qué pueden ser esos objetos? Usted es escritor de ciencia ficción; quizá pueda especular de una forma que los científicos no hacen, o no pueden.

Van Cott: Se trata de un tema serio. No creo que lo que necesitemos en estos momentos sean especulaciones. Preferiría aguardar y ver lo que piensan los expertos.

Kearney: Sí, pero usted posee títulos en física, matemáticas… (Mira sus notas) Diría que es usted tan experto como cualquiera, si suponemos que ha estado al corriente de los informes. ¿Lo ha estado?

Van Cott: He leído o escuchado todo lo que se ha hecho público.

Kearney: ¿Por interés profesional?

Van Cott: Siempre me siento interesado cuando la realidad me alcanza.

Kearney: Seguro que tiene usted alguna teoría.

Van Cott (Guarda unos instantes de silencio, ataca su pipa con el dedo, mira las luces de encima de su cabeza): De acuerdo. (Se reclina en su asiento, sujetando la cazoleta de su pipa.) Si esos objetos son tan pesados como pensamos, tendrían que ser muy grandes. Pero cuando golpearon el océano, no causaron un gran chapoteo. Así que no pueden ser a la vez pesados… (Une sus manos en torno a la cazoleta de la pipa y las sacude, luego las extiende hacia los lados todo el largo de sus brazos) y grandes. Pesados y pequeños, esto es otra cosa. No hay mucha transferencia de energía al océano o al fondo del mar. No mucha zona de impacto. Así que podemos extraer algunas deducciones lógicas. Una, cada objeto es muy denso. Digamos que están hechos de neutronio. Eso encaja. Puede que no necesitemos agujeros negros. El neutronio es materia condensada para empujar electrones y protones juntos y crear neutrones. Nada excepto neutrones. No importa dónde obtuvieron los alienígenas ese neutronio. No me lo pregunte. No lo sé. Tampoco sé cómo mantienen una masa de neutronio de forma cohesionada. La segunda arroja un montón de chispas y causa envenenamiento radiactivo. Algunas personas dicen que la segunda es la que hace casi todo el ruido, dentro. (Golpea la pipa contra el suelo.) Eso me dice algo. Dos objetos, supongamos que uno es de neutronio; luego el otro puede estar hecho de antineutrones, antineutronio.

Kearney: Los neutrones son partículas neutras, según tengo entendido. ¿Cómo pueden existir antineutrones si son neutros?

(La música asciende.)

Van Cott (Suspirando): Eso toma un cierto tiempo de explicar. ¿Por qué no hacemos una pausa para la publicidad, y luego se lo cuento?

(Pausa.)

Van Cott: Los neutrones son eléctricamente neutros, pero eso no significa que no puedan tener antipartículas. Cuando se encuentran dos antipartículas, se aniquilan completamente la una a la otra. Así que ahora tenemos dos objetos, cayendo a través de la Tierra. El neutronio es muy denso comparado con la roca. Los objetos —llamémosles proyectiles— orbitan en el interior de la Tierra, atravesando el núcleo como si fuera tenue aire. Deben estar formados por un neutronio muy frío, puesto que es tan denso, y tiene que absorber grandes cantidades de calor. No deben verse muy frenados a cada órbita.

El proyectil de antineutronio debe interactuar con la materia de la Tierra y crear lo que se llama antiplasma, que impide que el antineutronio estalle todo a la vez. Este proyectil frenará su marcha mucho más rápidamente. Así que finalmente termina inmovilizándose en el centro de la Tierra, chispeando y escupiendo, haciendo montones de ruido. Cuando el otro proyectil se vea frenado lo suficiente como para inmovilizarse también, los dos se encontrarán…, y ya no estoy seguro de lo que ocurrirá después de esto.

Kearney: Quizá este anti-o-lo-que-sea-plasma los mantenga separados.

Van Cott (Asintiendo): Una buena idea. Quizá, y de nuevo…, quizá no. Quizá la presión en el núcleo de la Tierra los mantenga juntos el tiempo suficiente para que entren en fusión.

Kearney: ¿Qué ocurriría entonces?

Van Cott: Una completa o casi completa aniquilación de un centenar o dos de millones de toneladas de materia. (Mantiene las manos unidas en un doble puño, abre los dedos, y aparta lentamente las manos.) Piense en ello como en una especie de bomba retardada con un detonador controlado por la gravedad.

Kearney (Considerablemente calmado): Eso… Señor Van Cott, ése es un pensamiento muy inquietante. ¿Ha hablado usted a alguien más de ello?

Van Cott: No, y probablemente lamentaré haberlo mencionado aquí. Es una especulación particular. Aunque supongo que ahora ya no lo es.

43

23 de diciembre

Walt Samshow y David Sand llevaban sólo una hora a bordo del Glomar Descubridor cuando recibieron una llamada telefónica urgente de Jeremy Kemp. Otto Lehrman, el secretario de Defensa, había hecho públicas aquella misma mañana unas fotos obtenidas por tres satélites subrastreadores Kingfisher de la Marina. Por qué habían sido hechas públicas las fotos no era explicado; Kemp suponía que formaba parte de la lucha de poderes en Washington entre el presidente y su diezmado Gabinete y los militares. Sand conectó rápidamente el modem de su ordenador y Kemp transmitió las fotos desde California. Eran más de cien.

Una hora más tarde, Samshow examinaba las imágenes en la pantalla mientras Sand le preguntaba a Kemp acerca de los detalles.

Todas las fotos eran de profundidades oceánicas, tomadas desde satélites de órbita baja rastreadores de submarinos. Los satélites iban equipados con espectómetros láser para detectar aceite y otros detritus de las operaciones de los submarinos y pruebas oceánicas de nuevas armas.

Las primeras quince fotos rastreaban la atmósfera y la superficie del océano sobre las profundas simas oceánicas desde el sur de las Filipinas hasta la península de Kamchatka, aproximadamente a intervalos de quinientos kilómetros, con poca ampliación. Todas estaban tomadas en falso color para mostrar las concentraciones de oxígeno libre en la atmósfera próxima al océano. Dentro de cada imagen había docenas de puntos rojos contra el fondo general azul y verde.

El siguiente grupo de diez mostraba las aguas de la costa occidental de Centroamérica, con puntos similares. En grupos de dos o tres imágenes, las superficies del océano encima de todas las más profundas simas del mundo aparecían como regiones de gran concentración de oxígeno libre. Varias fotografías a color no realzadas y muy ampliadas se centraban en una zona a trescientos kilómetros al este de la isla Christmas en el océano Índico. Mostraban varios kilómetros cuadrados de océano vuelto de color blanco por lo que parecía ser espuma. Luego Samshow se recordó a sí mismo la escala: cada pequeño punto burbujeante debía tener decenas de metros de diámetro.