Выбрать главу

Seguía los asuntos de Katie a través de Derek, que le había conseguido un empleo en su empresa. Y también sabía por él que salía todas las noches y bebía demasiado. Una noche coincidieron en un club y la encontró más pálida que nunca, bailando como loca y riendo escandalosamente.

Cuando intentó hablar con ella, ella respondió alegremente, pero negándose a hablar sobre sí misma. Parecía decidida a mantenerlo a distancia y Nick no sabía cómo romper esa barrera. Pero él mismo había sido quien la había levantado con su comportamiento y nunca podría perdonarse a sí mismo.

Una noche, incapaz de aguantar más, la esperó en la escalera. Estaba más delgada y tenía marcas oscuras bajo los ojos. Unas marcas que se clavaban como dagas en su corazón.

– Katie, no podemos seguir así -rogó él-. Tenemos que hablar.

– No sé para qué.

– Porque no podemos dejar las cosas así. Siento mucho lo que pasó en la playa, pero…

– ¿Pasó algo? Ah, sí, claro. Ya me acuerdo.

– No digas eso. Si me odias por hacerte el amor, al menos dímelo. Lo siento. Haré todo lo que quieras para que me perdones, pero no me odies, Katie.

– ¿Odiarte? -repitió Katie, incrédula-. ¿Odiarte?

La amaba tanto que hubiera deseado tomarla en sus brazos y suplicarla que lo amase. Entonces, vio algo en su rostro que hizo que su corazón latiera con fuerza.

– ¡Eso es! -exclamó-. Ahora lo entiendo. Siempre ha estado ahí, pero no me había dado cuenta.

– ¿De qué estás hablando?

– Ahora sé por qué siempre me has recordado a Isobel.

– ¡Por favor! -exclamó ella, furiosa-. Siempre Isobel. Sigues enamorado de ella, pero no es más que un fantasma que sólo existe en tu imaginación.

– Cariño, deja que te explique…

– No me llames cariño. No lo soy y no lo seré nunca. Nada de lo que digas significa nada para mí.

– No quería hacerte daño -dijo él, humildemente-. Intenta perdonarme, aunque yo nunca podré perdonarme a mí mismo.

– Tú no sabes cuándo le haces daño a la gente, Nick. No te das ni cuenta. Vete y déjame en paz. No quiero volver a verte. No queda nada que puedas… -pero no pudo terminar la frase porque se le atragantaron las lágrimas.

– Katie… -susurró él, acercándose, pero ella lo apartó.

– ¡No! -exclamó ella, cerrando la puerta tras de sí.

Nick sabía que ella no querría escucharlo. Nunca había visto tanta tristeza en el rostro de nadie y era él quien la había causado.

Después de tantos años había encontrado a su amor, el auténtico amor de su vida y tenía que enfrentarse con la ironía de que lo había perdido en el mismo momento de encontrarlo.

Capítulo 12

Nick durmió mal y por fin se levantó de la cama, agotado. Derek estaba en la cocina, preparando unas tostadas.

– ¿Quieres una? -preguntó su amigo, alegremente.

– Sí.

– Hay correo para ti.

Nick estudió los sobres. La mayoría de ellos contenía facturas, pero había uno de color azul pálido, con la letra de Isobel. Nick siempre había sentido alegría al recibir una carta de ella, pero aquel día no sentía nada.

Tardó un momento en entender lo que estaba leyendo y tuvo que leer la frase tres veces para creer lo que veían sus ojos:

Me rompía el corazón ver lo enamorada que estabas de Nick durante aquellos años…

Nick se restregó los ojos y volvió a leer el encabezamiento de la carta: Querida Katie, decía.

Perplejo, le dio la vuelta al sobre. Su nombre estaba escrito en él, de modo que Isobel debía haberles escrito a los dos y se había equivocado al guardar las cartas en los sobres. Sabía que no debería seguir leyendo, pero también sabía que no podía evitarlo.

Querida Katie:

Parece que han pasado años desde la última vez que me escribiste y espero que sea porque estás demasiado ocupada enamorando a Nick.

Me parece que estás siendo muy inteligente para haber llegado dónde estás sin que él haya sospechado nada. Pero, claro, Nick siempre ha sido un poco cándido en lo que se refiere a las cosas del amor. Muy inteligente con los números, pero emocionalmente ciego. Si no fuera así, se habría dado cuenta de que estabas loca por él cuando tenías dieciséis años. Aunque, como te pasabas la vida volviéndole loco, supongo que no podemos culparlo.

Me rompía el corazón ver lo enamorada que estabas de Nick durante aquellos años. Pero cuando volviste de Australia, el patito feo se había convertido en un cisne y estoy segura de que Nick se va a volver loco por ti.

Admito que tenía mis dudas cuando me sugeriste que le pidiera a Nick que cuidara de ti en Londres porque, francamente, esperaba que te hubieras olvidado de él. También confiaba en que, cuando volvieras a verlo, te darías cuenta de que estabas enamorada de un sueño. Pero veo que sigues tan loca por él como siempre.

Por ahora, lo estás haciendo muy bien. Hacer que te llevara a la casita de la playa ha sido muy buena idea (la pobre Patsy siempre ha sido encantadora), aunque no me parece bien que le hayas mentido sobre Jake.

Por cierto, Jake vino por aquí hace un par de días. Parece un chico estupendo y me contó su teoría de que estabas enamorada de alguien desde hacía mucho tiempo, así que le dije quién era. El pobre se quedó helado. Pero le dije que no se preocupara, que Nick tampoco lo sabía.

Llámame pronto y cuéntame cómo estás. Estoy deseando ser la dama de honor en tu boda. Sólo espero que Nick no vuelva a hacerte daño.

Lentamente, Nick dejó la carta sobre la mesa, sintiendo como si se hubiera quedado sin aire. Era una conspiración y él era la víctima. Todo lo que Katie había hecho desde que llegó a Londres había tenido un solo objetivo: ponerle un anillo en la nariz para llevarlo al altar, mientras Isobel y Patsy actuaban como damas de honor.

Qué rápidamente se había sentido atraído hacia ella, cuánta ternura había sentido, qué encantadora había sido Katie. Y él lo había creído todo. De repente, se sintió tan furioso que no podía disimularlo.

– ¿Qué te pasa? -preguntó Derek.

– Es una conspiración -explicó Nick-. Katie me ha puesto una trampa.

– ¿Acabas de darte cuenta?

Nick se volvió para mirar a su amigo.

– ¿ lo sabías?

– Supe que Katie estaba loca por ti media hora después de conocerla. Y creo que Patsy tardó menos.

– Mis amigos -dijo Nick con amargura.

– Una noche, Katie me lo contó todo. Que se había enamorado de ti con dieciséis años, pero que tú sólo tenías ojos para su hermana.

– Entonces, yo tenía razón. Ella intentaba apartarme de Isobel…

– Si Isobel hubiera estado enamorada de ti, Katie no hubiera podido separaros.

– Vaya, veo que también te ha convencido a ti.

– Claro. Y yo prometí ayudarla. Ella es lo que necesitas para no convertirte en un viejo insoportable.

– ¿Estás diciendo que todas esas tonterías entre tú y ella no eran más que un numerito? ¿Cuando salías con ella y la besuqueabas en la puerta, lo hacías por mí?

– Katie no me hubiera besado por otra razón -admitió tristemente Derek-. Te quiere a ti. No me preguntes por qué. Pero funcionó. No podías soportar verla en mis brazos.

– No podía soportar verla con un tipo indeseable como tú -corrigió él.

– No te engañes. Tenías celos, pero no ha servido de nada. Ni siquiera todos esos numeritos han conseguido que te des cuenta de que esa chica preciosa y encantadora está enamorada de ti y que tú eres un idiota por no quererla…

– ¿De qué estás hablando? Claro que la quiero.