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Katie se quedó boquiabierta cuando llegaron a su apartamento. Sobre todo, frente a la pared acristalada que daba al Támesis. Estaba oscureciendo y el río, iluminado por miles de luces, era una visión espectacular.

Patsy llegó al apartamento un poco después, con aspecto de estar agotada.

– Lo siento -dijo, casi sin aliento-. He tenido que volver a casa para buscar las pastillas de Horacio.

– ¿Dónde está ahora? -preguntó Nick, nervioso.

– Debajo del sofá. No te preocupes, no saldrá de ahí -contestó la mujer-. Tú debes de ser Katie -añadió, dirigiéndose a la joven.

Nick hizo las presentaciones, alegrándose de que parecieran caerse bien. Patsy parecía sorprendida con la muchacha y rápidamente se la llevó a la habitación que iban a compartir.

– Nick me ha hablado de ti -decía la mujer, mientras ayudaba a Katie a deshacer la maleta-. Pero no te pareces a la chica que había descrito.

– Han pasado cinco años -rió Katie-. A Nick se le han olvidado muchas cosas. Y hay otras que no sabe -añadió, guiñando un ojo.

– Ya entiendo -dijo Patsy-. Bueno, al menos creo que entiendo.

– Háblame de él -pidió Katie-. ¿Cómo es en el trabajo?

– Muy serio, muy correcto. Le gusta que todo se haga como a él le gusta.

– Me lo puedo imaginar.

– Pero si sólo fuera eso, sería muy aburrido trabajar con él. A veces, aparece un Nick diferente, alegre y lleno de imaginación. El problema es que no deja que eso ocurra a menudo.

– ¿Tiene novias? -preguntó Katie, como sin darle importancia.

– Ha tenido bastantes. Nick nunca ha tenido problemas con las mujeres porque es muy guapo.

– ¿Guapo? -preguntó Katie, frunciendo el ceño-. ¿Tú crees?

– ¿Tú no?

– Nunca me he fijado en eso -contestó Katie, dedicándose a colgar la ropa en el armario. Un brillo de sorpresa había aparecido en los ojos de Patsy, que pronto se vio reemplazado por un brillo de comprensión-. Así que ha tenido muchas novias…

– Sí, pero no le duran, porque no parece tomárselas muy en serio. Aunque…

– Estoy preparando algo de beber… -dijo Nick en ese momento, asomando la cabeza por la puerta-. ¿Es ese el famoso vestido? -preguntó. Katie había colocado su nueva adquisición con todo mimo sobre la cama. Era un vestido de seda largo, de color gris plomo. Incluso Nick, que no sabía nada de esos asuntos, tenía que admitir que parecía estar hecho para ella -¡Vaya vestido!

– ¿Te gusta? -preguntó Katie, entusiasmada-. Es mi estilo, ¿verdad?

– Yo diría que sí -contestó él, divertido por el fervor femenino.

– ¿Me da tiempo a darme una ducha? -preguntó, entrando en el cuarto de baño sin esperar respuesta.

– Es muy simpática -dijo Patsy, sacando a Nick de la habitación-. Mucho más de lo que me habías hecho creer. «Una extraterrestre enviada a la tierra para destrozar tu vida»… venga, hombre.

– Es un disfraz para engañarte -sonrió Nick-. Por dentro es un enorme insecto con la cabeza llena de spaguetti -añadió-. ¿Has visto a Derek?

– Ha salido con una chica -contestó Patsy-. No ha dicho a qué hora iba a volver.

– Esperemos que no vuelva.

Por una vez, pensaba, el cielo parecía estar de su lado. Pero estaba equivocado. Cinco minutos más tarde, Derek abría la puerta del apartamento y cerraba de un portazo, como era su costumbre.

– Bueno, ¿dónde está la bruja? ¿Es tan horrible como antes?

– ¡Cállate! -susurró Nick, frenético.

Pero era demasiado tarde porque Katie acababa de abrir la puerta del cuarto de baño y estaba allí, mirándolos.

– ¿Por qué no juzgas por ti mismo? -preguntó, burlona.

Incluso Nick tenía que admitir que estaba arrebatadora, con una toalla alrededor de su cuerpo y el cabello suelto sobre los hombros. La toalla dejaba al descubierto gran parte de sus torneadas y perfectas piernas.

– Esto no es justo -se quejó Derek, tragando saliva-. Me habéis hecho trampa.

– Yo siempre hago trampa -replicó Katie, con su voz más seductora-. Es la mejor forma de ganar -añadió, con una sonrisa que hubiera derretido el hielo. A Derek se le cayeron las llaves al suelo.

– Pues yo quiero ser el premio -dijo, por fin.

Viendo que el desastre era inevitable, Nick decidió actuar con rapidez. Su albornoz estaba colgado detrás de la puerta del baño y, de un saltó, se lo colocó a Katie sobre los hombros y lo cerró sobre su pecho.

Ella lanzó una carcajada. Su perfume y la proximidad de su cuerpo hacían que casi le diera vueltas la cabeza.

– Se supone que te estabas duchando, así que ¿por qué no vuelves al cuarto de baño?

– Pero si no me has presentado a tu amigo -protestó ella.

– Luego -dijo él, empujándola-. Más tarde.

– ¿No puedo conocerlo ahora?

– Más tarde -repitió él, cerrando la puerta del cuarto de baño tras ella.

– Eres un aguafiestas -dijo Derek.

Para alivio de Nick, Katie volvió a aparecer más tarde vestida con pantalones negros y un jersey azul sin mangas. Nick hizo las presentaciones y Derek tomó su mano con reverencia.

– No sabes cuánto me alegro de conocerte -estaba diciendo, sin apartar los ojos de su cara.

– Yo también. Estaba deseando conocerte desde que Nick me ha hablado de ti -dijo ella.

– Estoy seguro de que no te ha contado nada bueno.

– Pues no -admitió Katie con tristeza-. Pero seguro que ni la mitad de lo que ha dicho es verdad.

– ¿Qué le has dicho? -preguntó Derek.

– Nada, da igual -intervino dulcemente Katie-. Además, será mucho mejor enterarme de la verdad por mí misma.

– Muy buena idea.

Nick observaba el intercambio con sarcasmo.

– Ten cuidado, Derek -advirtió Nick-. Es experta en poner trampas a los hombres.

– ¿Queréis tomar algo? -preguntó Patsy, ofreciendo un canapé.

– No, gracias, ya he cenado. Además, Nick dice que estoy gorda.

– Yo nunca he dicho…

– Sí lo has dicho. En el restaurante, prácticamente me acusaste de estar cebándome. Es que no había comido nada y estaba hambrienta -explicó, mirando a los otros dos con cara de pena.

– ¡Katie! -exclamó Nick, estupefacto.

– Nick no tiene ojo para las mujeres.

– Tú no me encuentras gorda, ¿verdad? -preguntó, dándose la vuelta para que Derek pudiera admirarla desde todos los ángulos.

– Estás perfecta -dijo él, entusiasmado.

Patsy no decía nada. Le estaba costando trabajo no lanzar una carcajada.

Irritado, Nick la tomó del brazo y la atrajo hacia él para mirarla a la cara.

– No has cambiado nada, ¿verdad? -dijo, entre dientes-. Sigues siendo tan manipuladora como siempre.

– Tienes razón, Nick. En algunos aspectos no he cambiado. No he cambiado en absoluto.

– ¿Qué quieres decir con eso?

– Ya te enterarás -sonrió Katie.

Nick la soltó, dándose cuenta de que era imposible enfadarse con ella. Nunca hasta entonces se había dado cuenta de lo aburrido que era su apartamento y quizá no podía culparla por querer alegrar un poco el ambiente con sus bromas. Pensando aquello, decidió relajarse un poco y disfrutar de la pequeña fiesta.

Capítulo 3

Nick bostezaba pensando en la cantidad de trabajo que lo esperaba al día siguiente.

– Sí, es tarde, ¿verdad? -dijo Patsy, mirando con sorpresa su reloj-. Voy a buscar a Horacio y… ¿dónde está?

Patsy estaba buscando al gato debajo del sofá y de las butacas, pero el animal parecía haberse esfumado.

– No puede haber salido del apartamento -dijo Nick-. Ya aparecerá.

En ese momento oyeron un ruido en la habitación de Katie y Patsy.

– ¡Oh, no! -exclamó ésta corriendo hacia la habitación. Nick y Katie corrieron tras ella y, al entrar, Katie lanzó un grito y Nick se tapó la cara con las manos.