Выбрать главу

– Estaba pensando que eres una cría.

– Me sigues viendo como una niña, pero soy una mujer.

– Sí, es verdad. Una mujer que mide nada más y nada menos que un metro sesenta -bromeó él.

– Para mí es suficiente -rió ella-. Soy una mujer, Nick. Sé lo que quiero y quiero creer que lo voy a conseguir o… -Katie dejó la frase en suspenso, como si estuviera enfrentándose a una visión interior.

– ¿O qué? ¿Qué harás si no consigues lo que quieres?

– Lo conseguiré. No he trabajado y rezado durante tanto tiempo para nada.

– ¿Bailar es tan importante para ti?

– ¿Bailar? Ah, claro, bailar.

– ¿No estábamos hablando de eso?

– Sí… sí, claro.

– Espero que consigas todo lo que quieres, Katie -dijo él con ternura.

– Lo haré. Tengo que hacerlo -replicó ella con una determinación que lo dejó sorprendido.

– Intenta que no te hagan daño -insistió él-. Yo sé lo que es desear algo con todas tus fuerzas y no conseguirlo.

– Te refieres a Isobel, ¿verdad?

– Sí.

– Pero no la conseguiste porque ella no era para ti. Nick, no deberías seguir enamorado de ella.

– No puedo evitar que siga dentro de mi corazón. Creo que siempre estará ahí. Bueno, vamos a volver con los demás.

Cuando volvieron a la mesa, Katie no se sentó.

– Voy un momento al lavabo -dijo, sin mirarlo.

– Quiero hablar contigo -dijo Nick, mirando a Derek-. ¿Sabes lo que has hecho? Katie está decidida a volver a bailar.

– ¿Y eso es culpa mía?

– Tú le presentaste a ese Mac.

– Katie tiene la cabeza en su sitio, Nick. La he llevado a mi oficina y parece conocer los ordenadores perfectamente. Creo que ha estudiado informática antes de ponerse a bailar.

– Me alegro -dijo Nick, mirando alrededor-. ¿Dónde está Lilian?

– Parece que se ha esfumado.

Katie estaba retocando sus labios frente al espejo cuando Lilian entró en el cuarto de baño.

– Me sorprende que no estés descansando -sonrió, sentándose en uno de los elegantes sillones.

– Podría estar bailando toda la noche.

– La verdad es que no te pareces nada a la descripción que Nick me había hecho de ti.

– ¿Y qué te había dicho? -preguntó Katie sin mirarla.

– En realidad, nada. Ahora que te conozco, veo que eres encantadora.

– ¿Nick no te había dicho que era encantadora?

– Bueno, creo que ese día estaba de mal humor… El bichejo venenoso, por favor. Yo creo que era una exageración.

– Un poco, sí -replicó ella, aún sin mirarla.

Si estaba molesta, nadie lo notó cuando volvió a la mesa. Reía y bromeaba tan alegremente con sus tres caballeros que Nick los dejo, un poco más tranquilo, aunque advirtiendo a Derek que la llevase pronto a casa.

Más tarde, cuando volvió a su apartamento, se encontró a Patsy viendo la televisión.

– ¿No hay rastro de los delincuentes?

– Sí. Volvieron hace media hora. Derek está trabajando en su habitación y Katie en la suya. Creo que le duele la cabeza.

– No me sorprende. No ha parado de bailar -dijo él. Después, le explicó a Patsy lo que había ocurrido. La mujer asentía con la cabeza.

– ¿Qué le ha parecido a Lilian?

– Al principio, me parece que no le había caído muy bien -admitió Nick-. Pero creo que estuvieron hablando en el cuarto de baño y Lilian salió muy sonriente.

– ¿No me digas? ¿Katie también salió sonriendo del cuarto de baño?

– No lo sé. No me di cuenta -contestó él, con cierta preocupación-. No puedo estar todo el día pendiente de ella.

– Baja la voz -le advirtió Patsy, señalando la puerta de la habitación.

– No estaba hablando en voz alta -protestó Nick.

– Siempre levantas la voz cuando estás incómodo y siempre estás incómodo cuando hablas de Katie. Entonces, ¿a Lilian le ha caído bien?

– Bueno, no lo sé. La verdad es que no hemos vuelto a hablar sobre ella.

– Ya -dijo Patsy.

– ¿Qué quieres decir? ¿Hay algo que yo no sepa?

– Desde luego, pero si te lo contara, seguirías sin enterarte. Así que es mejor dejar el tema.

El teléfono sonaba en aquel momento. La voz de hombre al otro lado del hilo era profunda y tenía acento australiano.

– ¿Puedo hablar con Katie?

– ¿De parte de quién?

– Soy Jake Rachett.

– Un momento. Voy a ver si puede ponerse.

– Mire, he dado la vuelta al mundo para encontrarla y no pienso colgar sin hablar con ella.

– ¿Llama usted desde Londres?

– Sí. Dígale que se ponga al teléfono.

– Un momento, señor Rachett. No sé si está dormida -contestó él, irritado. No le gustaba nada el tono posesivo del hombre.

La puerta del dormitorio de Katie se abrió y ella salió, vestida con un ligero albornoz de seda. Se había quitado el maquillaje y parecía más joven y un poco cansada.

– Hablaré con él -dijo Katie, alargando la mano hacia el teléfono. Pero Nick no soltaba el auricular.

– Este hombre te ha seguido hasta Inglaterra y no parece muy agradable. Creo que será mejor que yo hable con él.

– No es necesario -dijo ella, tomando el auricular-. ¿Jake? Sí, Nick me ha dicho que estás en Londres… No, no creo que sea buena idea. Jake, ya sé que te lo dije pero… por favor, lo mejor es que vuelvas a tu casa y…

Nick no podía soportar más la conversación y le arrebató el teléfono.

– Mire, señor Rachett, Katie no quiere verlo, así que será mejor que deje de molestarla. Si vuelve a llamar aquí, tendrá que vérselas conmigo -dijo antes de colgar el teléfono de golpe.

La expresión de Katie no mostraba que estuviera abrumada por aquella demostración de anticuada caballerosidad.

– No has sido muy amable con él -dijo, con frialdad.

– Te estaba molestando y me he librado de él.

– ¿Te he pedido yo que lo hicieras?

– No, pero ese tipo me da mala espina.

– Me voy a la cama -suspiró ella.

– ¿No me das las gracias? ¿Qué te pasa, estás enfadada conmigo?

Ella lo miró como si quisiera fulminarlo.

– No lo sabes, ¿verdad?

– ¿Estás enfadada porque he colgado el teléfono?

– No. Te perdono por eso.

– ¿Me perdonas? ¿Será posible?

– Lo que no te perdono es que le contaras a Lilian algo que era sólo entre tú y yo.

– No hay nada que no pueda contarle a Lilian.

– ¿Te parece bien contarle que me llamabas el bichejo venenoso? ¡Eso es algo privado!

– También se lo conté a Jennifer, no lo olvides.

– Jennifer soy yo.

– Pero yo no lo sabía.

– No es lo mismo.

– Katie, estoy perdido. De verdad, no sé por qué estás tan enfadada.

– No, claro que no. Si tuvieras la mínima sensibilidad, lo sabrías. Pero no la tienes, así que no te enteras.

– ¡Katie!

– Me voy a la cama, Nick. No quiero seguir discutiendo -dijo ella, antes de volver a su dormitorio.

Nick se quedó mirando la puerta sin entender nada. Cuando miró a Patsy, la mujer apartó la mirada.

– Pero, ¿qué he hecho? ¿Qué he hecho ahora?

Capítulo 4

– Vas a derretir el reloj, si sigues mirándolo tanto -observó Patsy.

– Son casi las dos de la mañana -dijo Nick.

– Lo sé.

– Y aún no han llegado.

– Tú has llegado hace veinte minutos -apuntó ella.

– Eso es diferente. No me gusta que salga con Derek.

– Katie es joven y ésta es su primera visita a Londres.

– Y ha salido tres veces la semana pasada -recordó Nick, irritado.

– Pero no con Derek.

– No. Primero con un fotógrafo que quería hacerle un reportaje y después con un tipo raro que entrenaba ratones. ¡Y Katie quería que yo le buscara patrocinadores! ¿te lo puedes creer?