Выбрать главу

– No estoy mimada -replicó Ashley, indignada. ¿Cómo podía estarlo si nadie se había ocupado de ella en toda su vida?-. No lo hice para intentar reclamar su atención.

– Entonces ¿por qué lo hiciste?

Esa era una buena pregunta que Ashley no sabía cómo contestar.

– Te dio una pataleta -continuó Kam, con frialdad-. Te escapaste y acabaste aquí. ¿Qué vas a hacer ahora?

– No estoy segura -balbuceó Ashley

Una mujer a la escapada y sin un plan por delante, reflexionó Kam. Lo mejor sería que volviera a su casa y se enfrentara a la situación. Cualquier persona en su sano juicio haría eso. No tenía que esconderse para no casarse con Wesley. Debía tener la valentía de decir a los que amaba exactamente lo que sentía.

– Mientras tanto, tu familia debe estar preocupada -le recordó-. Probablemente están rastreando la zona en tu busca.

Ashley sacudió la cabeza.

– Me extrañaría. Llamé y dejé un mensaje diciendo que estaba bien. Además, estarán todavía en la fiesta.

Kam la miró, sorprendido.

– ¿Cómo van a tener una fiesta si la boda se ha cancelado?

Ashley soltó una carcajada.

– Los gastos estaban ya pagados y mi madre no desperdiciaría nunca una buena fiesta.

Kam notó que tras la risa se ocultaba un sentimiento doloroso. Por primera vez pensó que Ashley debía tener más razones de las que él había asumido. A pesar de todo, no quería sentirse involucrado en la situación. Ya habían hablado demasiado. Ahora que parecía más tranquila, le dejaría dormir. Probablemente por la mañana vería las cosas de otra manera. Apagó la luz.

– Buenas noches -dijo Ashley.

Kam se volvió hacia ella en la oscuridad.

– ¿Qué harás mañana? -preguntó.

– No lo sé -respondió Ashley, tras una pausa prolongada.

– No puedes quedarte aquí -dijo Kam, severo, deseando acabar con cualquier malentendido-. Tendrás que buscarte otro escondite.

– Lo sé -respondió Ashley, arrebujándose en suuento-. No te preocupes, desapareceré de tu vista lo antes posible.

Satisfecho de haber aclarado las cosas, Kain se quedó dormido, respirando acompasadamente.

Ashley, no pudiendo conciliar el sueño, lo observaba en la oscuridad. Aún estaba alterada, pero observar el cuerpo en reposo de Kam la hacía sentirse mejor. Ansió tocarlo, con la esperanza de absorber parte de su calma.

El cielo había quedado despejado, iluminado por la luna llena. El viento mecía los árboles tras las ventanas, proyectando sombras amenazadoras contra las paredes de la habitación. El mundo exterior era un reflejo de la inquietud que dominaba el corazón de Ashley.

Tenía que librarse de aquella dolorosa ansiedad, pero no sabía cómo hacerlo. Había estropeado todo, sus propios sueños, los planes de su madre, las maquinaciones de su padre. Tampoco podía volver con Wesley, ahora que lo había humillado frente a todos sus amigos.

En realidad, no deseaba volver, de eso estaba segura, pero se sentía culpable por haber acabado con las expectativas de todos ellos y por haber herido a Wesley.

Un sentimiento de desolación que no había sentido antes en su vida la invadió. Miró con envidia a Kam y tomó una decisión.

Sabía que a él no le gustaría. Debía intentar hacerlo en absoluto silencio para no despertarlo. Despacio, y tan quedamente como pudo, se levantó de la silla y se echó sobre la cama. Kam se movió. Ashley contuvo la respiración, pero al ver que no se despertaba, comenzó a relajarse.

Se aproximó tanto como pudo para sentir el calor de su cuerpo. Era todo lo que deseaba. Podía sentir su aliento y su calidez, pero no osó tocarlo. Ashley empezó a relajarse. Por primera vez desde que huyera de la iglesia, se sentía segura. Dejando escapar un suspiró, se estiró.

De pronto, Kam se movió. Ashley trató de esquivarlo, pero antes de que lo consiguiera él ya le había pasado un brazo por encima y comenzaba a acariciarle el hombro. Al ver que seguía dormido, Ashley no se preocupó. Su caricia tuvo un efecto mágico.

Ashley se preguntó qué tendría Kam para hacerla sentir tan cómoda. Tal vez estaba relacionado con la solidez de su personalidad. Era obvio que no era alguien que se dejara llevar por los acontecimientos. El tipo de persona que ella necesitaba ahora que su vida parecía inmersa en una agitación constante.

Sonriendo, cerró los ojos. En unos instantes, estaba dormida.

Capítulo Tres

Kam pensó que estaba soñando. Soñaba con algo suave y de delicado aroma que deseaba coger. Entonnces se despertó y miró a su alrededor.

Asombrado, observó su mano apoyada en el hombro de Ashley. ¿Qué hacía ella en su cama si la había dejado durmiendo en la silla?

El sol entraba a raudales en la habitación. Kam no se explicaba cómo él, que siempre se despertaba con el amanecer, había seguido durmiendo incluso con Ashley metida en su cama.

A la luz del día parecía aún más pequeña. Con el pelo esparcido sobre la almohada y sus largas pestañas haciendo sombra sobre sus mejillas, parecía vulnerable, y Kam no quería saber nada de ello.

Retiró la mano tan suavemente como pudo, suspirando tranquilo al ver que ella no se despertaba. Lentamente, salió de la cama.

Un sonido lo detuvo en seco. Horrorizado, oyó que le llamaban desde el salón.

– Kam, no me digas que todavía no te has levantado.

Kam dejó escapar una palabrota. ¿Acaso la racha de mala suerte no tenía fin?, pensó.

Tanbién Ashley había oído la llamada y le observaba ahora desde la cama con expresión de pavor.

– ¿Quién…? -comenzó, pero Kam la detuvo.

– Es mi hermana Shawnee -dijo, quedamente-. Me temo que tiene una llave de la casa. Quédate aquí. Voy a ver qué quiere.

Kam sentía no tener tiempo de ponerse unos vaqueros, pero no podía perder tiempo. Cuanto más tardara, más se arriesgaba a que Shawnee fuera hasta el dormitorio. Salió en pantalón de pijama. Se sentía estúpido. En su precipitación, se dió un golpe contra el marco de la puerta. Maldiciendo,se dirigió hacia el salón dando saltos de dolor.

– Cuida tu lenguaje -lijo su hermana-. Traigo compañía.

Kam contempló a la hermosa joven que venía con Shawnee. Parecía tímida y dulce, y claramente avergonzada de encontrarse con un hombre en pijama.

Shawnee se echó en brazos de su hermano, lo besó ruidosamente y se retiró para contemplarlo con mirada amorosa.

– Tienes un aspecto espantoso -dijo, maternal-. Menos mal que has venido a casa. Te pondremos en forma en un periquete.

Se volvió y atrajo a su amiga hacia ellos.

– Kam, esta es Melissa Kim. Es la nueva encargada del restaurante. Pasábamos por aquí y le dije que debíamos acercarnos para que conociera a mi hermano pequeño -dijo, a la vez que le guiñaba un ojo a Kam.

Kam miró los ojos verdes y risueños de su adorada hermana y calculó las posibilidades de cometer un asesinato. Desde que él había cumplido los treinta años, Shawnee aparecía con chicas que pudieran interesarle. Estaba decidida a casarlo. Se estaba convirtiendo en un verdadero problema.

– Encantado, Melissa -farfulló, dedicándole una leve sonrisa-. Shawnee, es un placer veros pero…

Shawnee se volvió hacia la habitación. Su larga trenza se balanceaba siguiendo sus movimientos. Todos sus gestos indicaban a Kam que Shawnee tenía algún plan, y que no se marcharía hasta que lo llevara a cabo.

– Estoy tan contenta de que estés de vuelta en Big Island -dijo-. Mitchell me dijo que venías a pasar unas cortas vacaciones y me puse a hacer planes de inmnediato. Lo primero era venir a saludarte.

– Gracias por venir -rspondió él cortesmente, respondiendo a la sonrisa de Shawnee.

Titubeó pero tomó una decisión que se dispuso a poner en práctica. No estaba interesado en conocer a Melissa ni en ningún otro plan que Shawnee le hubiera preparado. Mucho menos quería que cualquiera de las dos se encontrara con la mujer que se escondía en su habitación.