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La mujer alzó un dedo.

– Compañeros sexuales, inspector. Dennis Luxford y yo nunca fuimos amantes.

– Como quiera llamarlo, alguien sabe lo que pasó entre ustedes. Ese hombre…

– O esa mujer -apuntó Nkata.

– 0 esa mujer -convino Lynley-. Alguien sabe que Charlotte fue el resultado. Sea quien sea esa persona, estuvo en Blackpool en aquella ocasión, tiene una deuda pendiente con usted y es muy probable que quiera ocupar su puesto.

La mujer pareció retraerse mientras reflexionaba sobre la descripción efectuada por Lynley del posible secuestrador.

– Joel sería el primero que querría ocupar mi puesto -dijo-. Se ocupa de casi todos mis asuntos. Pero es improbable que…

– ¿Joel? -dijo Nkata mientras anotaba-. ¿Su apellido, señora Bowen?

– Woodward, pero es demasiado joven. Sólo tiene veintinueve años. No pudo estar en la conferencia de Blackpool. A menos, claro, que su padre asistiera. Puede que haya ido con su padre.

– ¿Quién es?

– Julian. El coronel Woodward. Es el presidente de mi asociación electoral. Ha trabajado para el partido durante décadas. No sé si estuvo en Blackpool, pero es posible. Y puede que también Joel. -Levantó la copa pero no bebió. La sostuvo con ambas manos mientras hablaba-. Joel es mi ayudante. Abriga ambiciones políticas y en ocasiones chocamos. Aun así… -Meneó la cabeza, como si desechara la consideración-. No creo que sea Joel, Conoce mis horarios mejor que nadie. También los de Alex y Charlotte. Es parte de su trabajo. Pero hacer esto… ¿Cómo habría podido hacerlo? Todos estos días ha estado en Londres trabajando.

– ¿Todo el fin de semana? -preguntó Lynley.

– ¿Qué quiere decir?

– El cadáver fue encontrado en Wiltshire, pero eso no significa que Charlotte fuera retenida en Wiltshire desde el miércoles. Pudo estar en cualquier sitio, incluido Londres. Pudieron transportarla a Wiltshire en algún momento del fin de semana.

– Quiere decir después de muerta -sugirió Eve Bowen.

– No necesariamente. Si la retenían en la ciudad y el lugar se volvió peligroso por algún motivo, es posible que la trasladaran.

– Entonces, el que la trasladó debía conocer Wiltshire. Si la escondieron allí antes de… antes de lo que pasó.

– Sí. Añada eso a la ecuación. Alguien de la época de Blackpool. Alguien que envidia su posición. Alguien con un interés oculto. Alguien que conoce Wiltshire. ¿Lo conoce Joel, o su padre?

La mujer estaba contemplando sus papeles, pero de repente fue como si se abstrayera.

– Joel mencionó… -dijo para sí-. El jueves por la noche dijo.-.

– ¿Ese Woodward tiene alguna relación con Wiltshire? -preguntó Nkata antes de seguir con sus notas.

– No. No es Joel.

– Removió los papeles y los metió en su agenda. Sacó otro del montón que descansaba sobre la silla contigua-. Es una prisión. El no la quiere. Me ha pedido en repetidas ocasiones que nos reunamos para hablar del asunto, pero le he dado largas porque… Blackpool. Pues claro que estaba en Blackpool.

– ¿Quién? -preguntó Lynley.

– Alistair Harvie. Estuvo en Blackpool. Le entrevisté para el Telegraph. Yo solicité la entrevista. Acababan de elegirle diputado, no tenía pelos en la lengua y era un descarado. Muy elocuente, inteligente y apuesto. El chico guapo del partido. Corrían rumores de que no tardaría en ser nombrado secretario personal del ministro de Asuntos Exteriores, y aún más rumores de que sería primer ministro al cabo de quince años. Yo quería entrevistarle en profundidad. Accedió y concertamos una cita. En su habitación. Usted ha de conocerme, dijo, y la reciprocidad es lo ideal, ¿no es cierto?, de manera que yo también quiero conocerla, conocerla íntimamente. Creo que me reí de él. Dudo que fingiera no haberle entendido bien para evitarle el ridículo. Ese tipo de avances por parte de un hombre siempre me han puesto la piel de gallina.

Encontró lo que buscaba en la segunda libreta que sacó de la pila.

– Es una prisión -dijo-, Está en proyecto desde hace dos años. Será cara, de diseño. Alojará a tres mil hombres. A menos que pueda impedirlo, será construida en el distrito electoral de Aiistair Harvie.

– ¿Cuál es? -preguntó Lynley.

– Está en Wiltshire.

Nkata dobló su cuerpo larguirucho para entrar en el Bentley, con un pie apoyado todavía en la acera. Dejó la libreta en equilibrio sobre la rodilla y siguió escribiendo.

– Convierte eso en algo que Hillier pueda leer -dijo Lynley-. Envíaselo por la mañana. Esquívale, si puedes. No nos va a dejar en paz ni un momento, pero vamos a intentar mantenerle a distancia.

– De acuerdo. -Nkata alzó la cabeza para observar la fachada de la casa de Eve Bowen-. ¿Qué opina?

– Primero Wiltshire.

– ¿Ese tal Harvie?

– Es un buen lugar para empezar. Diré a Havers que se ocupe de ello.

– ¿Y aquí?

– Investigaremos. -Lynley reflexionó sobre todo lo que St. James les había contado-. Empieza a buscar relaciones dobles, Winston. Hemos de saber quién está relacionado con Bowen y, a la vez, con Wiltshire. Ya tenemos a Harvie, pero parece demasiado bueno para ser verdad, ¿no? Investiga a Luxford y a los Woodward. Investiga al profesor de música de Charlotte, Chambers, ya que fue el último en verla, y a Maguire, el ama de llaves.

Y también al padrastro, Alexander Stone.

– ¿Cree que no estaba tan afectado como la señora Bowen quiso que creyéramos?

– Creo que todo es posible.

– ¿Incluyendo la implicación de la Bowen?

– Investígala a ella también. Si el Ministerio del Interior estaba buscando un lugar en Wiltshire para construir la bendita prisión, habrán enviado un comité para estudiar posibles emplazamientos. Si ella formaba parte de ese comité, conocerá un poco el terreno. Puede que también supiera dónde ordenar a alguien que retuviera a su hija, si estaba detrás del secuestro.

– Eso implica una gran incógnita. Si ella arregló el rapto, ¿qué esperaba ganar?

– Es un animal político -contestó Lynley-. Cualquier respuesta a esa pregunta saldrá de la política.

– Si Luxford publicaba la historia, estaba acabada.

– Eso es lo que se nos lleva a creer, ¿no te parece? Todo se centra en lo que ella se arriesgaba a perder, y según St. James, todos los principales implicados, salvo el profesor de música, lo han dejado claro desde el principio. Por lo tanto, lo tendremos presente, pero no tomar la ruta que nos han dejado tan nítida suele reportar ventajas. Vamos a investigar también lo que la diputada Bowen podía ganar.

Nkata dejó de tomar notas con un punto y aparte minucioso. Devolvió la libreta y el lápiz a su bolsillo. Salió del coche. Una vez más, examinó la fachada de la casa, donde el solitario agente se erguía con los brazos cruzados sobre el pecho.

Se inclinó para ofrecer su último comentario por la ventanilla del coche.

– Esto podría ponerse muy desagradable, ¿verdad, inspector? -dijo.

– Ya lo es -confirmó Lynley.

Un desvío hacia el oeste desde su vivienda de Chalk Farm hasta Hawthorne Lodge, en Greenford, llevó a Barbara Havers a la M4 bastante después de la hora punta. No tardó en descubrir que su maniobra había sido inútil. Justo antes de Reading, una colisión entre un Range Rover y un camión cargado de tomates había reducido la autopista a una lenta procesión a través del diluvio escarlata. Cuando vio la interminable hilera de luces de freno que se extendía hasta el horizonte, Barbara cambió la marcha, manipuló los botones de la radio hasta encontrar una emisora que pudiera explicarle lo que estaba pasando, y se dispuso a esperar. Había estudiado el plano antes de salir, y sabía que podía salir de la autovía y probar suerte con la A4 en caso necesario, pero eso significaba llegar a una salida, siempre una empresa difícil en situaciones similares.

– Mierda -masculló.