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— Fue ayer, durante la oración matinal. Cuando la campana tañó, me dirigí a un patio, y allí estaba él, mirando al estanque. Me fijé en él porque llevaba la espada del Buscador, y porque era alto y apuesto. Y también porque no estaba arrodillado como los demás. Estaba de pie, mirando cómo la gente se congregaba y, cuando yo me acerqué, sus ojos se fijaron en mí fugazmente. Fue sólo un instante, pero el poder que desprendía me dejó sin aliento.

»Una Vidente siente ciertos tipos de poder, como el don, que emanan de alguien. —Jebra alzó los ojos hacia Zedd—. He visto antes a personas que poseen el don; he visto sus auras. Todas eran como la tuya: cálida y suave. Tu aura es muy hermosa, pero la suya era diferente. Era eso, pero mucho más.

— Violencia —dijo Zedd en tono quedo—. Es el Buscador.

— Sí, podría ser eso. No lo sé; nunca había visto el aura de un Buscador. Pero puedo decirte qué sentí: era como si me hundieran el rostro en una pila de agua helada antes de tener tiempo de coger aire.

»A veces, no tengo ninguna visión sobre alguien, y otras veces sí. Nunca sé cuándo voy a tener una. En ocasiones, cuando una persona está angustiada, desprende un aura especialmente intensa, y las visiones son más vívidas. El aura de Richard era como los relámpagos en plena tempestad; sufría mucho emocionalmente. Era como un animal atrapado que trata de cortarse una pata a mordiscos para liberarse. Sentía el horror de tener que traicionar a sus amigos para salvarlos. Es algo que no entendí; no tenía sentido.

»También percibí la imagen de una mujer muy hermosa de cabello largo. Tal vez una Confesora, aunque no sé cómo podría ser así. El aura refulgía con tal angustia por ella que lo sentí en el rostro y temí que me quemara la piel. Si no hubiese estado en medio de la oración, hubiera caído de hinojos por el dolor que me causaba esa aura.

»Estaba a punto de correr hacia él para consolarlo, cuando dos mord-sith se acercaron y se dieron cuenta de que Richard no estaba de rodillas. Aunque no sentía temor, él se arrodilló, aceptando con resignación la terrible traición a la que se veía abocado. Me sentí aliviada cuando se arrodilló; creí que había salvado la situación. Por suerte, había visto sobre todo auras, y no visiones reales. No quería tener visión alguna de ese hombre. —La joven pareció perderse en el recuerdo de la experiencia.

— ¿Ocurrió algo más?

Los ojos de Jebra regresaron a la realidad.

— Sí —repuso—. Creí que lo peor ya había pasado, pero lo que había visto no fue nada comparado con lo que vino después.

La joven se frotó las manos un instante.

— Todos estábamos recitando el canto dirigido al Padre Rahl, cuando Richard se puso de pie de un salto. Tenía una sonrisa pintada en el rostro. Había resuelto el rompecabezas en el que estaba atrapado; por fin había colocado en su sitio la última pieza. El rostro de la mujer y el amor que le inspiraba colmaban su aura.

»Pobre de quien ose interponer un solo dedo entre ellos dos, porque perdería el dedo, tal vez la mano y todo el brazo antes de tener tiempo de retirarlo.

— La mujer es Kahlan —comentó Zedd con una leve sonrisa—. ¿Y luego qué?

— Entonces empezaron las visiones —respondió Jebra, cruzando los brazos sobre el abdomen—. Vi cómo mataba a un hombre, aunque no sé cómo. No lo mataba de manera violenta, pero lo mataba. Y luego vi al hombre que iba a matar: Rahl el Oscuro. Y también vi que era su padre, pero que él no lo sabía. Entonces supe quién era Richard: el hijo de Rahl el Oscuro que pronto se convertiría en el nuevo Amo Rahl. Su aura refulgía en terribles conflictos: de plebeyo a rey.

— Rahl el Oscuro quería dominar el mundo con una magia aterradora —dijo Zedd, poniéndole una mano en el hombro para tranquilizarla—. Al impedírselo, Richard salvó a muchos de la tortura o la muerte. Aunque matar sea una cosa terrible, quitándole la vida a él ha salvado las vidas de muchas más personas. Supongo que no es por ello que le tienes miedo.

— No, no, fue por lo que vino después. Las dos mord-sith se levantaron porque Richard se disponía a abandonar la oración. Una de ellas lo amenazó con su agiel. Para mi sorpresa, Richard también llevaba uno colgado del cuello, rojo como los de ellas, y lo empuñó. Entonces les dijo que si no lo dejaban pasar, las mataría. Desprendía un aura de violencia tan intensa que me quedé sin respiración. Él deseaba que las mord-sith lo intentaran. Ellas lo notaron y le franquearon el paso.

»Cuando dio media vuelta para marcharse… tuve las otras visiones. —Jebra se llevó una mano al corazón mientras las lágrimas le resbalaban por las mejillas—. Zedd… mis visiones no siempre son claras; a veces no sé qué significan. En una ocasión tuve una visión acerca de un campesino: vi pájaros que picoteaban su estómago y el de su familia. No supe qué quería decir. Al final resultó que una bandada de mirlos se comieron las semillas que el campesino acababa de plantar. El hombre replantó los campos y los vigiló. De no haberlo hecho, él y su familia podrían haber muerto de hambre.

»A veces no sé qué significan las visiones —repitió la joven, enjugándose con los dedos las lágrimas de las mejillas—, ni si se harán realidad, pues no todas se cumplen. Pero, a veces, pasa exactamente lo que yo he visto —agregó, toqueteándose el pelo—, y soy capaz de decir cuándo son verdaderas y ocurrirán sin lugar a dudas.

— Lo entiendo, Jebra —la tranquilizó Zedd palmeándole un hombro—. Las visiones son una forma de profecía, y sé lo confusas que pueden ser las profecías. ¿Qué tipo de visiones tuviste de Richard: las confusas o las claras?

La joven lo miró profundamente a los ojos mientras respondía:

— Ambas. Vi todos los tipos de visión posible, desde las confusas a las claras, desde las posibles a las seguras; una detrás de otra. Nunca antes me había ocurrido algo así. Por lo general, sólo tengo una visión, y o bien sé qué significa y que es cierta, o no la entiendo y no estoy segura de que llegue a suceder. Pero las visiones sobre Richard me vinieron como un torrente; pasaban de largo como lluvia empujada por el viento. Pero en todas ellas había dolor, pena y peligro.

»Las que más destacaban, y que por lo tanto sabía que eran ciertas, eran las peores. Una trataba de algo alrededor del cuello, no sé el qué, pero era algo que iba a causarle mucho dolor y lo alejaría de la mujer… Kahlan, dijiste que se llamaba…, lo alejaría de todos aquellos a quienes ama. Estaría solo y atrapado.

— Richard fue capturado por una mord-sith y torturado por ella. Tal vez fue eso lo que viste —sugirió el mago.

— No, no —replicó Jebra con vehemencia—. Lo que vi no era el pasado, sino el futuro. Además, no se trataba del dolor de una mord-sith. Era distinto. Estoy completamente segura.

Zedd asintió, absorto en sus pensamientos.

— ¿Qué más viste? —preguntó.

— Lo vi dentro de un reloj de arena. Estaba arrodillado en la mitad inferior, llorando angustiado. La arena caía alrededor, pero no lo tocaba. En la mitad superior estaban las lápidas de todos sus seres queridos, donde no podía alcanzarlas debido al chorro de arena.

»Vi un cuchillo en su corazón, que iba a matarlo, empuñado por sus propias manos temblorosas. Pero antes de ver qué ocurría, tuve otra visión. No siempre se suceden en orden temporal. Richard vestía un elegante manto rojo con botones dorados y ribete de brocado. Estaba boca abajo… con un cuchillo clavado en la espalda. Estaba muerto, pero al mismo tiempo no lo estaba. Sus propias manos se acercaron a él para darle la vuelta, pero, antes de que pudiera ver su rostro sin vida, tuve otra visión.

»Fue la peor de todas, la más intensa. —Nuevamente se le llenaron los ojos de lágrimas y empezó a sollozar en silencio. Zedd le apretó un hombro para animarla a continuar—. Vi cómo su cuerpo ardía. —Jebra trató de secarse las lágrimas y se balanceó adelante y atrás sin dejar de llorar—. Gritaba. Incluso podía oler su piel, que se quemaba. Entonces, fuera lo que fuera lo que lo estaba quemando (no sé el qué), desapareció. Richard perdió el conocimiento, y vi una marca en él. Un marca grabada a fuego.