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– Shh, no digas nada. -Tess no veía más que su sombra y su visión se volvió borrosa. Intentó acercarse a él-. Si colaboras, te prometo que si tengo que matarte, será sin dolor. Pero si me creas un solo problema, te aseguro que sufrirás.

– Tú…

– Qué frase bien articulada. Sí, soy yo. Bobby MacIntosh. Es un placer conocerte, Tess Flynn. Eres justo lo que necesito para sacar a la puta de mi hermana de su escondrijo.

¡No! Tess intentó gritar. No pudo emitir sonido alguno. Le pesaban los párpados y no había manera de mantenerlos abiertos. Le pesaban las extremidades como si fueran sacos de arena. ¿Por qué no colaboraban? ¡Por qué no se mueven!

Tess alargó la mano, que sintió desconectada de su cuerpo.

– Aj. -No podía hablar, las cuerdas vocales se habían engrosado y no funcionaban. ¿Qué le estaba pasando?

No quiero morir.

Cayó hecha un bulto en el suelo y Bobby sonrió. Un asunto fácil, pensó. Recogió a la mujer inconsciente y se volvió hacia la puerta.

– Es una lástima que también tenga que matar a tu otro hermano.

Capítulo 24

John cerró su teléfono móvil de un golpe. Ante sus ojos sólo latía una rabia caliente y rojiza.

El cabrón tenía a Tess.

Miró una vez más las instrucciones que Bobby MacIntosh había escrito, aunque ya las tuviera memorizadas. MacIntosh se había puesto en contacto con Roger Collins para negociar el intercambio -Rowan por Tess- y el FBI planeaba una operación de asalto. John temía que Tess quedara atrapada bajo fuego cruzado.

– John, ¿qué ha pasado? -inquirió Rowan, con una voz que delataba sus nervios.

– Tiene a Tess.

Rowan palideció violentamente y se dejó caer en el sofá.

– ¿Cómo?

– Le disparó a su guardaespaldas, un antiguo compañero del Comando Delta, ¡y la secuestró de su maldito piso! -John intentaba templar su ira. No le haría ningún bien a Tess si perdía la calma-. Phil se pondrá bien. La bala no dio en las arterias importantes, y tuvo una salida limpia. Todo indica que a Tess le disparó con un sedante y se la llevó del piso, entre las tres y las tres y diez. Apagó la luz de todo el edificio para inutilizar el sistema de alarmas. Disparó a Phil a través de una ventana con un silenciador, entró y se llevó a mi hermana.

Rowan se quedó boquiabierta, durante el relato de John, que desgranó con serenidad profesional. Era lo que tenía que hacer. De otra manera, desconectaría.

John respiró hondo pero su voz siguió siendo tranquila.

– Llamó a Collins diciendo que quiere canjearte por Tess. -Sonaba muy equilibrado, aunque en su interior aullaba de rabia.

Primero, Michael. Ahora Tess. John cerró los ojos con fuerza y se cogió el puente de la nariz. No, no, no. Tess, no. En esos momentos aún estaba viva. Los rehenes muertos no valían un cuesco. Tenía que asegurarse de que siguiera viva.

Rowan se incorporó de un salto. Tenía la pistola en la mano y comprobó su mecanismo.

– De acuerdo, ¿cuál es el plan? ¿Quién me va a cubrir, tú…?

– Un momento. Tú no vas a ninguna parte.

Ella lo miró y parpadeó.

– ¿Qué?

– Te quedarás aquí y no te moverás. Collins ha llamado a un agente. Estará aquí en menos de una hora, y luego voy a…

– ¿Piensas dejarme aquí?

– ¡No voy a poner tu vida en peligro también! Es a ti a quien quiere. No puedes ni acercarte a la trampa.

– En una cosa tienes razón. Es a mí a quien quiere. Nadie podrá engañarlo. No lo engañaron con el primer señuelo. ¿Qué te hace pensar que lo engañará el segundo?

– No sabemos qué ha visto él en la mujer señuelo. Puede que haya planeado esto desde el principio para que salgas y te muestres. Quiere llegar a ti a través de mí…, a través de mi hermana. No lo dejaré. Puedo salvar a Tess.

Mientras lo decía, John sintió que un miedo gélido le recorría la espalda. Bobby MacIntosh había matado a Michael a sangre fría y John no dudaba de que mataría a Tess en cuanto expirara su vida útil.

– Nuestro primer objetivo es rescatar a Tess. -Si todavía está viva. John apartó cualquier idea de su cabeza que le dijera que Tess ya había muerto-. Las órdenes son disparar en cuanto tengan el blanco al alcance.

Rowan sacudió la cabeza.

– Tengo que estar cuando eso ocurra -dijo, con voz firme.

– ¡Y una mierda que tienes que estar! -John se fue hasta ella y la cogió por los brazos-. ¡No pienso perderte a ti también! Te matará en cuanto te vea. Y luego se cargará a todos los demás. Cuando hayas desaparecido, Tess ya no le será de ningún valor. Ahora mismo está viva porque es moneda de cambio.

– Déjame que me intercambie por ella -dijo Rowan, apretando los dientes, decidida-. Soy una agente entrenada. Puedo protegerme.

John rió con una risa seca, sin humor.

– No pienso sacrificarte por Tess. O a Tess por ti. Voy a sacar a mi hermana viva de ahí y luego mataré a ese cabrón por haberle puesto las manos encima.

– Él lo sabrá. Canjearme es la única posibilidad que tenemos de que todos salgan vivos de esto.

– ¡Todos excepto tú!

– Estoy preparada…

– ¿Qué? ¿Estás preparada para morir? ¡Basta, Rowan! No tienes que sacrificarte por nadie. Habrá más de una docena de agentes, entrenados igual o mejor que tú, vigilando para que nadie resulte herido. ¡A veces tienes que reconocer que hay gente tan capaz como tú para hacer este maldito trabajo!

No era su intención gritarle, pero estaba tan tenso y preocupado por Tess que no podía pensar con claridad.

Rowan frunció el ceño y se apartó de él.

– Estás equivocado. En esto, te equivocas.

– No tienes alternativa. -John se esforzaba por controlar su miedo. Los que tienen miedo cometen errores. Él no podía permitirse ni el más mínimo error. No cuando estaban en peligro las mujeres que amaba.

Tess y Rowan.

– Rowan -dijo, con voz más serena-. Por favor, no me obligues a preocuparme por ti. No podría soportarlo si algo te ocurriera.

Ella lo miró un rato largo antes de responderle.

– ¿Y cómo crees que me sentiré yo si Bobby acaba matándote? ¿O matando a Tess?

Alguien llamó a la puerta y los dos empuñaron sus armas. John le lanzó una mirada de ira y Rowan fue hacia el interior de la cocina. John dio unos golpes.

Tac, tac. Pausa. Tac. Pausa. Tac, tac, tac.

John abrió la puerta.

– ¿Flynn? -preguntó el hombre grande y robusto que lo miraba. Tenía una voz profunda y grave.

– Sí.

– Soy Reggie Jackman. Me ha mandado Collins.

John abrió la puerta del todo y dejó entrar a Jackman mientras volvía a enfundar el arma. Jackman era un tipo robusto y grande cuyo aspecto daba a entender que podía romperle el cuello a cualquiera sin demasiado esfuerzo. Le tendió la mano y John se la estrechó.

– Gracias por venir en tan poco tiempo.

– Ningún problema.

John miró a Rowan. Detestaba tener que hacerlo, pero no le quedaba alternativa.

– La señorita Smith no está demasiado contenta por no participar en el operativo. Yo que usted la vigilaría de cerca.

Rowan abrió los ojos con estupor y luego frunció el ceño. John ya se esperaba que estuviera cabreada. Pero no se había imaginado que se sentiría tan traicionada.

Pero no había alternativas. Ahí en Cambria estaba a salvo. En Los Ángeles no serviría de nada. Tenía que rescatar a su hermana pero no podía mantener un ojo vigilante sobre Rowan al mismo tiempo.

Sin decir palabra, Rowan salió de la sala y cerró suavemente la puerta a sus espaldas. Parecía una decisión definitiva.

Perdóname, Rowan. Todo es por tu bien.

– Ya puede contar conmigo -dijo Reggie, asintiendo. A mí no se me puede burlar fácilmente, señor Flynn.

John guardó sus armas y al cabo de diez minutos estaba preparado para partir. Iba a salir pero se detuvo.

Dejó su bolsa y fue hasta la habitación de Rowan. No llamó, sino que entró sin más. Rowan estaba sentada en una silla en un rincón, con el portátil sobre la mesilla de noche, que había acercado y ahora usaba como escritorio improvisado. Sin embargo, la pantalla estaba en blanco.