– «La vida transfigurada», ¿es lo que llama en otro lugar «la existencia santificada»?
– Sí, en resumidas cuentas, viene a ser lo mismo. Se trata de ver que a través de esta técnica, y también a través de otras vías o métodos, es posible santificar de nuevo la vida, santificar de nuevo la naturaleza…
El segundo descubrimiento, la segunda enseñanza es el sentido del símbolo. En Rumania no me sentí atraído por la vida religiosa, las iglesias me parecían abarrotadas de iconos. Entiéndase bien que aquellos iconos no me parecían ídolos, pero… En la In dia, mientras vivía en una aldea bengalí, pude ver cómo las mujeres y las muchachas tocaban y engalanaban un lingam, un símbolo fálico o más exactamente un falo de piedra anatómicamente muy exacto. Al menos las mujeres casadas no podían ignorar su naturaleza, su función fisiológica. Así entreví la posibilidad de «ver» el símbolo en el lingam. El lingam era el misterio de la vida, de la creatividad de la fecundidad que se manifiesta a todos los niveles cósmicos. Esta epifanía de la vida era Siva, no el miembro que conocemos. Aquella posibilidad de sentirse religiosamente movido por la imagen v el símbolo me reveló todo un mundo de valores espirituales. Entonces me dije: es verdad que al contemplar un Icono, el creyente no percibe tan sólo la figura de una mujer que sostiene en los brazos un niño, sino que ve a la Virgen María, a la Madre de Dios, la Sophia., … Este descubrimiento de la importancia del simbolismo religioso en las culturas tradicionales, puede imaginarse la importancia que tuvo en mi formación como historiador de las religiones.
En cuanto al tercer descubrimiento, podríamos caracterizarlo como «el descubrimiento del hombre neolítico». Poco antes de mi partida tuve la suerte de pasar algunas semanas en la India central, con ocasión de… una especie de cacería de cocodrilos, entre los aborígenes, los santali, que son prearios. Quedé impresionado al comprobar que la India tiene aún unas raíces muy profundas que se hunden no sólo en la herencia aria o dravídica, sino también en el suelo asiático, en la cultura aborigen. Era aquélla una civilización neolítica, basada en la agricultura, es decir en la religión y en la cultura que acompañaron al descubrimiento de la agricultura, concretamente la visión del mundo y de la naturaleza en cuanto círculo ininterrumpido de la vida, la muerte y la resurrección, ciclo especítico de la vegetación, pero que rige también la vida humana y constituye al mismo tiempo un modelo para la vida espiritual… De este modo llegué a entender la importancia de la cultura popular rumana y balcánica. Al igual que la cultura de la India, también se trata de uña cultura folklórica, basada en el misterio de la agricultura. Evidentemente, en Europa oriental hay unas expresiones cristianas; por ejemplo, se supone que el trigo nació de las gotas de la sangre de Cristo. Pero todos estos símbolos tienen un fondo muy arcaico, neolítico. En efecto, aún hace treinta años existía desde China a Portugal una unidad de base, la unidad solidaria de la agricultura, que tenía en la agricultura su respaldo seguro y que se apoyaba, por consiguiente, en el legado del Neolítico. Esta unidad de cultura fue para mí una revelación. Descubrí que aquí, en la misma Europa, las raíces son más profundas de lo que nosotros creíamos, más profundas que el mundo griego o romano o incluso mediterráneo, más profundas que el mundo del Próximo Oriente antiguo. Y estas raíces nos revelan la unidad fundamental no sólo de Europa, sino también de toda la ekumene que se extiende desde Portugal hasta China, desde Escandinavia hasta Ceylán.
– Cuando se leen, por ejemplo, los primeros capítulos de su Historia de las creencias y de las ideas religiosas, se puede entreverla importancia que para su pensamiento, para su obra, tuvo esta revelación, el encuentro, más allá del hombre indio, con el hombre neolítico, el hombre «primitivo». ¿Podría precisar más en que grado fue ello importante?
– En la India descubrí aquello que más tarde llamaría yo la «religiosidad cósmica», es decir, la manifestación de lo sagrado a través de los objetos o de los ritmos cósmicos: un árbol, un manantial, la primavera. Esta religión, viva aún en la India, es la misma contra la que lucharon los profetas, y con razón, puesto que Israel era el depositario de una revelación religiosa distinta. El monoteísmo mosaico el conocimiento personal de un Dios que interviene en la historia y que no manifiesta su fuerza únicamente a través de los ritmos de la naturaleza, a través del cosmos, como los dioses de las religiones politeístas. Ya sabe que este tipo de religión cósmica al que damos el nombre de «politeísmo» o «paganismo» estaba muy desacreditado no sólo entre los teólogos, sino también entre ciertos historiadores de las religiones. Yo viví entre paganos, viví entre gentes que participaban de lo sagrado a través de sus dioses. Y sus dioses eran figuras o expresiones del misterio del universo, de esta fuente inagotable de creación, de vida y de bienaventuranza… A partir de ahí comprendí el interés que todo ello implicaba para la historia general de las religiones. En resumen, se trataba de descubrir la importancia y el valor espiritual de lo que llamamos el «paganismo».
Ya sabe que la época prelítica y el paleolítico duraron quizá dos millones de años. Es muy probable que la religión de aquella humanidad arcaica fuera análoga a la religión del cazador primitivo. Se establecían unas relaciones a la vez existenciales y religiosas entre cazador y la pieza a la que perseguía y trataba de abatir por una parte y con el «Señor de las fieras», divinidad que protegía tanto al cazador como a la caza, por otra. Por esta razón sin duda atribuía el cazador primitivo una gran importancia religiosa al hueso, al esqueleto y a la sangre… Luego, quizá hace doce o quince mil años, se produjo la invención de la agricultura, que aseguró e incrementó los recursos alimenticios del hombre, y por ello mismo hizo posible toda la evolución ulterior: aumento de la población, edificación de aldeas y luego ciudades, es decir la civilización urbana con todas las creaciones políticas del Próximo Oriente antiguo.
La invención de la agricultura, y no es ésta una de sus consecuencias menos importantes, hizo posibles ciertas experiencias religiosas. Por ejemplo, la relación que se estableció entre la fertilidad de la tierra y la fecundidad de la mujer. La Gran Diosa es la Tierra Madre. La mujer adquiere entonces una enorme importancia religiosa y a la vez económica, en virtud de su solidaridad mística con la tierra, que garantiza la fertilidad y, en consecuencia, la vida. Y, como le decía hace un momento, también gracias a la agricultura captó el hombre la idea del ciclo – nacimiento, vida, muerte, renacimiento – y supo valorar su propia existencia integrándola en el ciclo cósmico. El hombre neolítico comparó por vez primera la vida humana con la vida de una flor, de una planta; El cazador primitivo se sentía mágicamente vinculado al animal; ahora el hombre se hace místicamente solidario de la planta. La condición humana comparte el destino de la planta y, por ello mismo, se integra en un ciclo infinito de nacimientos, de muertes y de renacimientos… Entiéndase bien, las cosas son mucho más complicadas, pues se trata de un sistema religioso que integra todos los simbolismos de la fecundidad, de la muerte y del renacimiento: la Tierra Madre, la luna, la vegetación, la mujer, etc. Creo que este sistema contenía en germen las formas esenciales de todas las religiones que vendrían después.
Y aun podemos observar otra cosa: con la agricultura nace el sacrificio cruento. Para el hombre primitivo, el animal está ahí, en el mundo, es una realidad dada. La planta alimenticia, por el contrario, el grano no está dado, no existía ya desde el comienzo del mundo. Es el hombre el que mediante su trabajo y su magia crea una cosecha. Esto supone, con respecto al cazador, una enorme diferencia, ya que el hombre arcaico creía que no era posible crear nada sin el sacrificio cruento. Se trata de una concepción muy antigua, y casi universal, concretamente la creencia de que toda creación implica una transferencia mágica de la vida. Se proyecta, a través de un sacrificio cruento, la energía, la «vida» de la víctima sobre la obra que se pretende crear. Es curioso pensar en que cuando el cazador abatía su presa nunca hablaba de muerte. Algunas tribus siberianas piden perdón al oso, diciéndole: «No he sido yo el que te ha matado, sino mi vecino, el tungús o el ruso». En otros sitios se diría: «No he sido yo, ha sido el Señor de las Fieras el que nos ha dado permiso». Los cazadores no se reconocen responsables de la matanza. Entre los paleocultivadores, por el contrario, los mitos sobre el origen de las plantas alimenticias evocan a un ser sobrenatural que aceptó ser muerto para que de su cuerpo brotaran las plantas. De ahí que no fuera posible imaginar una creación sin sacrificio cruento. En efecto, los sacrificios cruentos, sobre todo humanos, están atestiguados únicamente entre los agricultores. Nunca entre los cazadores. En resumen, y esto es lo que importaba entender, a renglón seguido de este descubrimiento de la agricultura se revela todo un universo espiritual. Del mismo modo, con la metalurgia, se hace posible otro nuevo universo de valores espirituales. He pretendido comprender el mundo religioso del hombre arcaico. Por ejemplo, durante el Paleolítica, la relación entre el hombre y la planta no era en absoluto evidente. como tampoco lo era la importancia religiosa de la mujer. Una vez inventada la agricultura, la mujer pasa a ocupar un lugar importantísimo en la jerarquía religiosa.