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—Es una suerte para usted —aseguró Poirot— que yo sepa que está usted diciendo la verdad. El retrato fue introducido en el cajón unos minutos tan solo antes que yo lo encontrara. Por dos veces aquella mañana fue vaciado el contenido de ese cajón en el suelo, y por dos veces lo volví a meter todo en su sitio. La primera vez, el retrato no estaba en el cajón. La segunda vez, . Lo habían colocado allí en el intervalo, y sé quién lo hizo.

Había tomado una entonación distinta su voz. Ya no era un hombrecillo ridículo, de absurdo bigote y cabello teñido; era un cazador que se aproximaba a la pieza.

—Los crímenes fueron cometidos por un hombre. Y lo fueron por el más sencillo de todos los motivos: por dinero. En casa de mistress Upward se encontró un libro. Y en la guarda hay escrito un nombre: Evelyn Hope. Hope fue el apellido que tomó Eva Kane cuando abandonó Inglaterra. Si su verdadero nombre era Evelyn, daría con toda seguridad ese mismo nombre a la criatura cuando naciese. Pero Evelyn es nombre de hombre tanto como de mujer. ¿Por qué habíamos supuesto que la criatura de Eva Kane era una niña? En realidad, ¡nada más que porque lo decía el Sunday Comet! Pero, en verdad, el Sunday Comet tampoco lo había dicho tan concretamente: lo había supuesto, como consecuencia de una entrevista romántica con Eva Kane. Pero Eva Kane salió de Inglaterra antes que naciera su hijo... Así, pues, nadie podía saber cuál iba a ser su sexo. Ahí es donde yo también me dejé engañar. Por la romántica inexactitud de la Prensa, del Sunday Comet. Evelyn Hope, hijo de Eva Kane, llega a Inglaterra. Tiene talento y llama la atención de una mujer muy rica, que no sabe una palabra de su origen... sólo la historia romántica que quisiera él contarle. Y fue una linda historia en verdad... ¡la de una trágica y joven bailarina que murió de tuberculosis en París! Es una mujer que se siente muy sola y que ha perdido hace poco a su propio hijo. El talentudo autor dramático adopta legalmente el nombre de su bienhechora. Pero su verdadero nombre es Evelyn Hope, ¿verdad, mister Upward?

Robin Upward gritó con estridencia:

—¡Claro que no! No sé de qué está usted hablando.

—No sé qué esperanza tiene de poder negarlo. Hay gente que le conoce por ese nombre. El nombre de Evelyn Hope, escrito en el libro, es de su puño y letra... la misma letra que las palabras "mi madre" en el dorso del retrato. Mistress McGinty vio la fotografía y la escritura cuando estaba poniendo en orden sus cosas. Le habló a usted de ello después de leer el Sunday Comet. Mistress McGinty supuso que se trataba de una fotografía de mistress Upwarden su juventud, puesto que no tenía idea de que no fuera ella su verdadera madre. Pero usted comprendió que si llegaba alguna vez a mencionar el asunto, de suerte que llegara a oídos de mistress Upward, sería el fin. Mistress Upward tenía ideas muy fanáticas en cuanto a las características heredadas. No hubiese tolerado ni un instante a un hijo adoptivo que fuera hijo de un famoso asesino. Ni perdonaría las mentiras que usted le había contado. En consecuencia, era preciso sellar los labios de mistress McGinty a toda costa. Le prometió usted un pequeño regalo, quizá, para que fuese discreta. La visitó a la noche siguiente, camino de la emisora desde la que había usted de radiar... y la mató. Así...

Con un brusco movimiento, Poirot asió el cortador de azúcar de encima del estante, hizo con él un molinete e inició el descenso, como para descargarle un formidable golpe a Robin en la cabeza.

Tan amenazador fue el gesto, que varios de los asistentes exhalaron un grito.

Robin Upward soltó un chillido. Un agudo chillido de terror.

Aulló:

—No... no... Fue un accidente. Juro que fue un accidente. No tenía la intención de matarla. Perdí la cabeza. ¡Lo juro!

—Lavó usted la sangre y volvió a dejar el cortador en este cuarto, donde lo había encontrado. Pero hay métodos científicos para determinar la existencia de sangre... y para hacer resaltar nue vamente las huellas latentes.

—Le digo que jamás tuve intención de matarla... Fue todo un error... Y, en cualquier caso, no es culpa mía... Yo no soy responsable. Lo llevo en la masa de la sangre. No puedo remediarlo. No se me puede ahorcar por algo que no es culpa mía... Ya lo verán ustedes.

Spence murmuró entre dientes:

—No, ¿eh? ¡Aguarda y verás!

Y en voz alta, en tono solemnemente oficiaclass="underline"

—He de advertirle, mister Upward, que todo cuanto diga desde este momento en adelante podrá ser empleado en contra suya ante un tribunal.

Capítulo XXVI

—La verdad es que no acabo de ver, monsieur Poirot, cómo llegó usted a sospechar de Robin Upward.

Poirot miró complacido los semblantes que le contemplaban.

—Debí sospechar de él mucho antes. La pista... ¡una pista tan sencilla!... fue la frase pronunciada por mistress Summerhayes en la fiesta del otro día. Le dijo a Robin Upward: "A mí no me gustó que me adoptasen, ¿y a ti?" Estas fueron las tres palabras reveladoras? ¿Y a ti? Significaban... sólo podían significar... que mistress Upward no era la madre de Robin. La propia mistress Upward experimentaba una ansiedad morbosa por evitar que se enterara nadie de que Robin no era su propio hijo. Probablemente habría oído demasiados comentarios burlones acerca de jóvenes de talento que viven con señoras de cierta edad y a expensas suyas. Y muy poca gente lo sabía... sólo la pequeña camarilla teatral entre la que conociera por primera vez a Robin. Tenía pocas amistades íntimas en este país, puesto que había vivido tanto tiempo en el extranjero y, de todas formas, decidió instalarse aquí, lejos de su Yorkshire natal. Hasta llegó al extremo, al encontrarse con amistades de otros tiempos, de no desvanecer el error de estas cuando daban por sentado que este Robin era el mismo Robin que habían conocido de niño. Pero desde el primer momento hubo algo que no me pareció del todo natural en Laburnums. La actitud de Robin ante mistress Upward no era la de un niño mimado ni la de un hijo amoroso, sino la de un protegido ante su protector. El caprichoso título de madre tenía cierto sabor teatral. Y mistress Upward, aunque era evidente que le tenía afecto, le trataba, inconscientemente, como valiosa y apreciada prenda que había comprado y pagado. Conque he ahí a Up ward, cómodamente establecido, con el bolso de madre que apoye sus empresas. Y entra en su Edén mistress McGinty, que ha reconocido el retrato que conserva en el cajón... el retrato con "mi madre" escrito detrás... ¡Su madre, de quien ha dicho a mistress Upward que era una artista de ballet de mucho talento, muerta de tuberculosis! Mistress McGinty, naturalmente, cree que el retrato es el de mistress Upward de joven, puesto que la supone madre verdadera de Robin. No creo que se le ocurriera pensar a mistress McGinty en un chantaje puro y simple. Quizá confiara, no obstante, en que le hiciese "un pequeño regalo" para que guardara silencio acerca de rumores antiguos que no hubiesen resultado muy agradables para una mujer tan "orgullosa" como mistress Upward. Robin, sin embargo, no pensaba correr riesgos. Se apropió del cortador de azúcar, que mistress Surnmerhayes llamaba en broma el arma perfecta para cometer un asesinato, y se detuvo en casa de mistress McGinty camino de la emisora. Sin desconfianza, ella le hace pasar a la sala, y allí la mata. Sabe dónde guarda la anciana sus ahorros... todo el mundo parece saberlo en Broadhinny... y simula un robo, ocultando el dinero en el exterior de la sala. Se sospecha de Bentley y se le detiene. Ahora el astuto Robin Upward no corre ya ningún peligro. Pero, de pronto, presento yo los cuatro retratos; y mistress Upward reconoce el de Eva Kane como igual al de la supuesta bailarina, madre de Robin. Necesita tiempo para pensar. Hay un asesinato de por medio. ¿Es posible que Robin...? No; se niega a creerlo. No sabemos qué determinación hubiese llegado a tomar. Robin sigue dispuesto a no correr riesgos; y prepara detalladamente sus planes. La visita al teatro la misma noche que sale Janet, las llamadas telefónicas, la taza cuidadosamente untada de carmín con la barrita que le ha quitado a Eve Carpenter del bolso... hasta compra un frasco del perfume que ella usa. El conjunto constituye una escena de teatro con todos los aditamentos necesarios. Mientras mistress Oliver aguarda en el coche, Roban hace dos viajes a la casa. El asesinato es cuestión de segundos. Después, la rápida colocación de los aditamentos. Y, muerta mistress Upward, heredaba una cuantiosa fortuna según el testamento de la anciana, sin que ninguna sospecha pudiera recaer sobre él, puesto que parecería completamente seguro que una mujer había cometido el crimen. De las tres mujeres que visitarían la casa aquella noche, a una se la creería culpable. Y así fue, en efecto. Robin, no obstante, era, como todos los criminales, un descuidado. No sólo había en la casa un libro con su verdadero nombre, sino que conservaba el fatal retrato. Hubiera estado más seguro de haberlo destruido; pero esperaba poder comprometer con él a alguna otra persona cuando llegase el momento. Probablemente pensó entonces en mistress Summerhayes. Quizá fuera éste el motivo de que abandonara Laburnums y se trasladase a Long Meadows. Después de todo, el cortador de azúcar pertenecía a mistress Summerhayes, la cual era, por añadidura, como él no ignoraba, hija adoptiva. Le resultaría difícil demostrar que no era hija de Eva Kane. Sin embargo, cuando Deirdre Henderson reconoció que estuvo en el lugar del crimen, concibió la idea de introducir el retrato entre las cosas de ella. Procuró hacerlo empleando la escalera que había dejado el jardinero junto a la ventana. Pero mistress Wetherby estaba nerviosa y había insistido en que se cerraran todas las ventanas; conque Robin no consiguió su propósito. Volvió derecho aquí y metió la fotografía en un cajón que, por desgracia para él, había registrado yo momentos antes. Yo sabía, por consiguiente, que habían metido el retrato allí. Y sabía también quién lo había hecho: la única persona que se encontraba en la casa... la que estaba escribiendo a máquina en la habitación de encima. Puesto que el nombre de Evelyn Hope figuraba en el libro hallado en Laburnums, Evelyn Hope tenía que ser mistress Upward... o Robin Upward... El nombre me había desorientado. Lo había relacionado con mistress Carpenter, puesto que se llamaba Eve. Pero Evelyn era nombre de hombre además de serlo de mujer. Recordé la conversación celebrada en el Little Rep, de Cullenquay, de la que me había hablado mistress Oliver. El actor que hablara con ella era la persona que yo necesitaba para que confirmase mi teoría... la de que Robin no era hijo de mistress Upward. Porque, a juzgar por sus palabras, parecía evidente que conocía la verdad del asunto. Y lo que contara acerca de la rapidez con que mistress Upward había castigado a un joven que la engañara respecto a su origen, se me antojó sugestivo. Lo cierto es que debí comprender la verdad mucho antes. Un serio error me sirvió de obstáculo. Creí que me habían empujado con la deliberada intención de arrojarme a la vía... y que la persona culpable de ello era, también, el asesino de mistress McGinty. Ahora bien: Robin Upward era prácticamente la única persona de Broadhinny que no podía haber estado en la estación de Kilchester a la hora aquella.