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En la antigua China se miraba ansiosamente al cielo para esperar presagios acerca del clima. De los cometas, al igual que los eclipses solares y lunares, se creía que eran los que causaban estragos en la vida de los hombres. Por ejemplo, un eclipse de sol – un emblema imperial – indicaba que el emperador habia perdido virtud y su derecho divino para ejercer autoridad: el mandato del cielo estaba en cuestión.

Los colores vistos en el cielo eran tomados en cuenta como presagios de buena o mala fortuna en la tierra. Un arcoiris que fuera avistado en el oriente auguraba un clima tranquilo, mientras que uno que se viese al occidente significaba lluvias. Un cielo rojo en el amanecer predecía una tarde lluviosa, mientras que un cielo rojo al anochecer auguraba cielos claros y despejados. Una aureola alrededor de la luna indicaba vientos. Inclusive los cinco planetas – Marte, Venus, Saturno y Jupiter – simbolizaban los cinco colores de los cinco elementos. (Venus simboliza el metal y el blanco, y Marte el fuego y el rojo). Cuando estos planetas cambiaban ciertos colores, los astrólogos chinos podían pronosticar el destino de alguna nación: el blanco significaba dolor y sequía; el rojo significaba disturbios causados por acciones militares; el verde anticipaba inundaciones; el negro enfermedades y muerte; el amarillo la prosperidad. Los chinos igualmente obervaban cada planeta por separado. Cuando Mercurio, quien se alinea con el elemento agua, y estaba de color blanco, habría sequia; cuando Mercurio era amarillo, habría entonces sequias y cultivos marchitados; el rojo conllevaba acciones militares; el negro inundaciones y así sucesivamente.