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Uno de sus maestros culpa de su personalidad alterada a una fractura de cráneo a los doce años. «Su madre se lió con varios nómadas. Ella dijo que el autocar había sufrido un accidente. Brian se volvió hosco.» Otros lo atribuyen a su elevado coeficiente de inteligencia, que le permitía dominar a los que le rodeaban.

Sea cual sea la verdad, su reputación de ser un hombre con el que era peligroso cruzarse creció de año en año. «Todo el mundo le temía -dijo una antigua amiga suya-. Cualquier nimiedad le hacía perder los estribos.» Entre los dieciocho y los treinta y siete años, Wells pasó un total de doce entre rejas. Tras su puesta en libertad en 1994, después de cumplir cinco años por posesión ilegal de arma de fuego y agresión, aseguró a sus compañeros de prisión que nunca más volvería a la cárcel.

«Dijo que la única manera de desaparecer de la circulación era mantenerse en movimiento -explicó un amigo de esa época-. Y así fue, porque nunca más lo volvimos a ver. Los oficiales de la condicional y la policía se echan mutuamente la culpa de perder su rastro, pero en aquel momento se alegraron de librarse de él. Estaba lleno de odio.»

Rastrear los movimientos de Wells entre 1994 y su último arresto, el año pasado, ha resultado ser una ardua tarea. A pesar de haber entrevistado a cientos de nómadas, la policía no ha sido capaz de establecer dónde estuvo durante largos períodos en aquella época. Su modus operandi consistía en ocupar propiedades deshabitadas y aprovechar todas las posibilidades que encontraba a su paso.

«Hemos podido vincularlo con tres ocupaciones de inmuebles -dijo un detective de Scotland Yard en julio-. En dos ocasiones aceptó dinero para echar a sus compañeros okupas. Un propietario recuerda a una mujer y tres niños. No hemos hallado el menor rastro de ellos y no conocemos sus nombres.»

Según algunos sujetos que compartieron el campamento de Wells en Shenstead, el hombre era camaleónico. «Podía imitar voces -dijo Bella Preston, de treinta y seis años-. La mayor parte del tiempo hablaba como si hubiera ido a una escuela privada. Me sorprendió saber que venía del sur de Londres.» Zadie Farrel, de treinta y dos años: «Podía estar a dos metros de distancia y no nos enterábamos de que estaba allí. Creo que disfrutaba vigilando a la gente para saber cuáles eran sus movimientos».

Las dos mujeres recuerdan todavía a Fox Evil con horror. «Fuimos unos ingenuos -dijo Bella-. Nunca se nos ocurrió que entre nosotros hubiera una mala persona.» «No dejaba que los extraños le vieran el rostro -dijo Zadie-. Fue horrible cuando la policía halló armas de fuego en su autocar. Soy consciente de que podía habernos matado a todos y nadie hubiera sabido quién lo hizo.»

El arresto de Wells siguió a un intento infructuoso de robo en una granja de Shenstead. La esposa del granjero, la señora Prue Weldon, detectó a un intruso en su patio y alertó a la policía local. Un registro rutinario en las casas adyacentes obstaculizó la agresión de Wells a la capitana Nancy Smith en los terrenos de la mansión Shenstead. Nieta del propietario, el coronel Lockyer-Fox, luchó con su atacante y sufrió la fractura de un brazo y varias costillas. La policía la elogió por su valentía.

Los motivos de Wells para asesinar a Robert Dawson y atacar a Nancy Smith siguen siendo tan misteriosos como el propio criminal. Se sabe que ocupó un chalé perteneciente al propietario de la mansión durante tres meses en 1997, junto a una mujer y dos niños pequeños. También se sabe que obtuvo bienes de forma fraudulenta haciéndose pasar por Leo Lockyer-Fox, hijo del propietario, con quien se dice guardaba cierta semejanza. La policía ha especulado con que la presencia de Dawson y Smith en los terrenos de la mansión durante el Boxing Day hizo infructuoso el intento de Wells de desvalijar la casa y que eso originó los ataques.

El especialista en perfiles psicológicos William Hayes ofrece una interpretación diferente. «El alias de Wells, Fox Evil, implica una relación fantasiosa con esta familia. Sabía mucho de ellos antes de mudarse a su propiedad en 1997, posiblemente por familias nómadas que habían visitado la zona con anterioridad. Su intención era aprovecharse del parecido con el hijo del propietario, pero su mente empezó a albergar una especie de obsesión.

»Cuando llegó la primera vez fue tratado con generosidad, en particular por la esposa del propietario, que se sentía preocupada por la mujer y los pequeños al cuidado del hombre. Su bondad puede haber dado a Wells una falsa sensación de pertenencia, pero esos sentimientos se convertirían en ira al descubrir que el único interés de la señora Lockyer-Fox era ayudar a la mujer a apartarse de su influencia. Es probable que esa mujer desconocida y sus hijos fueran sus primeras víctimas. Si ése fue el caso, los asesinatos subsiguientes bien pudo vincularlos mentalmente con la familia Lockyer-Fox.

»Las pruebas sugieren que el patrón de comportamiento de Wells se desplazó de una conducta altamente organizada en 1997 a una muy desorganizada el 26 de diciembre de 2001. Sean cuales fueran sus motivos para adquirir "familias", parecían servir a un propósito hasta que el hastío o el placer de matar lo inducía a atacarlas. A pocas semanas de matar a dos miembros de su familia nómada de fantasía, agrediéndolos con un martillo, utilizó la misma arma contra el jardinero y la nieta de su familia imaginaria.

»Su desintegración puede deberse en parte a un tumor cerebral, aunque, en el caso de los asesinos en serie, no es inhabitual que pierdan el control. Es posible que supiera lo que le estaba pasando. Dejó vivo a un superviviente del ataque del mes de noviembre y cometió su último acto de violencia contra aquellas personas que podían reconocerlo. La conclusión inevitable es que quería que lo arrestaran y pusieran punto final a sus actos.»

Bella Preston no está de acuerdo. «Fox Evil tenía un nombre adecuado. Utilizaba a mujeres y niños hasta que perdía el interés en ellos, y entonces los mataba. Era un depredador de la peor clase. Mataba por placer.»

Anne Cattrell

HOCKLEY & SPICER, ABOGADOS

old compton house,

carretera de bridport, dorchester

Julian Bartlett, Esq.

Avenida Hardy, 32

Apartamento 3

Dorchester

Dorset

18 de septiembre de 2002

Estimado Julian:

Atendiendo a su llamada telefónica de esta mañana, puedo confirmarle que la muerte de Brian Wells no tendrá la menor relevancia en su caso. Como usted sabe, la única declaración que hizo a la policía fue la concerniente a sus presuntos tratos con usted. A pesar de que podemos cuestionar esa declaración, cosa que sin duda haremos, debo recordarle que la mayor parte de lo alegado por él ha sido cotejado con los registros efectuados por la policía, las declaraciones de testigos y la evidencia forense.

Soy consciente de su descontento, en particular con respecto a las condiciones de su fianza pero, por desgracia, la fiscalía siempre ha creído que los cargos contra usted pueden ser probados con éxito sin los testimonios ulteriores de Wells. Por supuesto, usted puede cambiar de abogado en cualquier momento. Sin embargo, los abogados sólo pueden trabajar con los hechos que les proporcionan. Como amigo, le insto a que considere lo que sigue antes de buscar a alguien «que crea en usted».

Como le he explicado previamente, no era beneficioso para usted ejercer presión para obtener un juicio rápido. Mientras más sólido fuera el caso contra Brian Wells, más fácil hubiera sido que el jurado aceptara la defensa propuesta de que usted era una víctima de intimidación violenta. Sin embargo, me siento obligado a señalar, como lo he hecho antes en varias ocasiones, que usted minó por adelantado la defensa cuando, durante el interrogatorio policial, acusó a su esposa de ser la única responsable.