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Para traducir una obra como LAS NAVES DEL TIEMPO hacía falta no sólo profesionalidad, sino también mucho cariño y dedicación. Como los que ha puesto en la empresa Pedro Jorge Romero, quien se ha molestado en releer LA MÁQUINA DEL TIEMPO en sus versiones inglesa y castellana. Era necesario para mantener parte del estilo de la vieja y conocida traducción castellana, al igual que Baxter se había preocupado por mantener el adecuado respeto por la forma literaria y las expresiones utilizadas por Wells.

Pedro, además de estudiar detenidamente LA MÁQUINA DEL TIEMPO, se ha dedicado a incordiar bastantes veces a Baxter gracias a ese correveidile de la actualidad que es la red Internet. Espero que Stephen Baxter no me odie por haber optado por alguien tan concienzudo como Pedro para esta traducción…

Sus conocimientos de experto y ese amoroso estudio de la obra de Wells (y también de la de Baxter) le han valido a Pedro Jorge Romero el ser conferenciante invitado a los 1os encontros de ficção científica e fantástica que, con el título genérico «Na periferia do Império», se han celebrado en Cascais (Portugal) del 25 al 29 de septiembre de 1996. A la espera de que su traducción al castellano aparezca en BEM, no me resisto a transcribir algunos párrafos de la conferencia que Pedro Jorge Romero dictó en Cascais con el título «The Time Traveler as a Slow Learner: From The Time Machine to The Time Ships» («El viajero del tiempo como alguien que aprende lentamente: De La Máquina Del Tiempo a Las Naves Del Tiempo»). En realidad, creo que, con excepción (¡quizás!) del mismo Baxter, pocas personas han reflexionado tanto sobre LAS NAVES DEL TIEMPO.

«La máquina del tiempo» se publicó diez años antes de que el joven Einstein asombrara al mundo con la Teoría Especial de la Relatividad. Una teoría que al final llevó a la idea del tiempo como una cuarta dimensión de lo que a partir de entonces se conoció como espacio-tiempo (el hecho de que el Viajero del tiempo siempre hable de Espacio y Tiempo como dos entidades diferentes, es la pista que nos cuenta que no conoce la Relatividad).

Ésa es la explicación de que el Viajero utilice una terminología pre-relativista, y un ejemplo concreto de ese cuidado con el que Baxter (¡y su traductor!) ha contemplado la gradual revelación y descubrimiento que el Viajero experimenta respecto a algunos de los conocimientos científicos que la humanidad ha adquirido en los últimos cien años.

Los últimos párrafos de esa conferencia de Pedro Jorge Romero son muy ilustrativos a ese respecto:

[…] El Viajero del Tiempo de Baxter permite analizar y diagnosticar las causas que conformaron las características del Viajero del Tiempo de Wells como personaje. Ha comprendido cómo sus prejuicios determinaban sus reacciones. Ha cambiado, por supuesto, ya que la época en la cual el libro se escribe es otra, una cien años más vieja. En nuestro tiempo sería imposible decir que los Morlocks son los malos; sabemos que los «otros», los que son «diferentes», existen. Al evolucionar las especies, cambian de forma y de características. El Viajero aprende que si los Morlocks son inhumanos, también ocurre lo mismo con los Elois, que en el año 802.701 no hay un sólo ser humano a excepción de él mismo. Comprende que en épocas diferentes se aplican normas diferentes. Le ha costado cien años aprender todo esto, porque a nosotros mismos nos ha tomado cien años descubrirlo. La forma en que evoluciona la manera de pensar del Viajero es precisamente la evolución mental que hemos seguido nosotros.

Hagamos algo de viaje por el tiempo nosotros mismos. Por desgracia no disponemos de una máquina del tiempo y por eso deberemos acudir al viejo experimento mental einsteniano (Gedankenexperiment). Imaginen conmigo un mundo futuro más o menos cien años a partir de ahora, en 2095: Entonces alguien escribirá una continuación de LA MÁQUINA DEL TIEMPO y de LAS NAVES DEL TIEMPO. En ese libro (o en lo que haya sustituido al libro dentro de cien años), el Viajero del Tiempo, ese «hombre cualquiera» que no merece tener nombre porque nos representa a todos nosotros, viajará de nuevo en el tiempo para descubrir y encontrar algo totalmente nuevo. Dentro de cien años sabremos muchas más cosas sobre el universo y sobre cómo funciona, por eso ese «libro» será un salto aún mayor a través del universo, utilizando teorías científicas que ahora no podemos ni siquiera imaginar, de la misma forma que el mismo Wells desconocía la mecánica cuántica, la interpretación de Everett o la relatividad de Einstein. En ese «libro» se discutirán, descartarán, reinterpretarán y redefinirán todos los prejuicios de nuestro tiempo, y eso se hará a la luz de los descubrimientos en torno a la condición humana obtenidos dentro de cien años, de la misma manera como LAS NAVES DEL TIEMPO se enfrenta y discute los prejuicios de Wells. En ese «libro» de dentro de cien años, las relaciones entre el Viajero del Tiempo, los Morlocks y los Elois serán completamente diferentes ya que el Viajero aprenderá algo nuevo, algo que no podemos ni siquiera ver por estar inmersos en nuestro tiempo, de la misma forma en que Wells, por más que fuera un hombre excepcional, estaba inmerso en su propia época. Cada época piensa en sí misma como la última de las épocas. Pero nunca lo es, siempre hay otra justo tras la esquina esperando para atraparnos. De cualquier forma, el Viajero del Tiempo tardará 200 años en aprender lo que sea que descubrirá en ese «libro» del año 2095. Evidentemente el Viajero es alguien que aprende lentamente pero, ¿no lo somos todos nosotros? La expedición del Viajero a través del tiempo en realmente nuestra propia expedición.

Para finalizar, sólo recordar que Les Edwards es el autor de las ilustraciones que tomamos del original inglés de LAS NAVES DEL TIEMPO.

Y, déjenme añadir una nota personal. Aunque ni siquiera Pedro Jorge Romero parece haberse dado cuenta (no me lo ha comentado, todavía…), yo estoy convencido de que Stephen Baxter ha utilizado en la última parte de LAS NAVES DEL TIEMPO ideas de La física de la inmortalidad, de Frank J. Tipler. Se trata de la versión moderna de la teoría del «Punto Omega», una idea científico especulativa que casi parece de ciencia ficción y que, en palabras del mismo Tipler, «propone la existencia de un Dios omnipotente, omnisciente y omnipresente, el cual en un futuro lejano nos resucitará a todos para que vivamos eternamente en un lugar que, básicamente, coincide en lo fundamental con el Cielo judeocristiano». Ahí es nada. Los interesados encontrarán más detalles en el libro de Tipler, una lectura curiosa y recomendable aun cuando deba hacerse críticamente.

De momento pasen y disfruten con LAS NAVES DEL TIEMPO, imaginando tal vez como podría ser esa hipotética continuación escrita en el año 2095 de que nos habla Pedro Jorge Romero.

MIQUEL BARCELÓ

A mi esposa Sandra y a la memoria de H. G.

PRÓLOGO

El viernes después de mi regreso del futuro desperté a primeras horas de la mañana. Había dormido profundamente sin soñar.

Salí de la cama y descorrí las cortinas. El sol realizaba su habitual caminata lenta por el cielo y recordé que, desde el punto de vista acelerado de un viajero del tiempo, el sol parecía moverse a saltos en lo alto. Ahora aparecía insertado en un tiempo denso, como un insecto atrapado en ámbar.