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Michael Gilbert nació en 1912 y es inglés. Es abogado y trabajó una temporada en Oriente Medio como consejero legal del gobierno de Bahrein. Su pasado legal le ha sido muy útil a la hora de elaborar sus intrincados argumentos. Su obra más apreciada es The Crack in the Teacup. También es muy conocido por escribir novelas románticas, novelas sobre procedimientos policiales, novelas de espionaje y obras de teatro (que se han representado en radio y televisión). En 1968 ganó un Edgar y recientemente ha sido nombrado Gran Maestro de los Escritores de Misterio de América.

Joyce Harrington nació en 1930 en New Jersey. Ha publicado en varias ocasiones en el «Ellery Queen’s Mistery Magazine». The Purple Shroud ganó un Edgar por la forma consumada en que manipulaba el suspense hasta crear un terror soterrado.

Michael Harrison es un novelista prolífico, autor de dos importantes estudios: In the Footsteps of Sherlock Holmes, que recreaba el Londres de la era victoriana, y Clarence, una investigación sobre la posible identidad de Jack el Destripador.

Edward D. Hoch nació en Nueva York en 1930. Es uno de los directores de la Mystery Writers of América. Su estilo literario ha sido comparado con el de los crímenes imposibles de John Dickson Carr, sobre todo por su libro The Vanishing of tilma. En 1967 ganó un Edgar por The Oblong Room, cuyo protagonista era el duro pero sensible detective Capitán Leopold.

Dorothy B. Hughes nació en 1904. En los años veinte trabajó de periodista y como crítica de novelas policiacas. El éxito de The So Blue Marble hizo que su protagonista, el inspector Tobin, se convirtiera en un personaje muy popular. Es muy alabada por la forma en que describe el ambiente en sus novelas, especialmente en las que tienen lugar en el sudoeste. The Fallen Sparrow, Ride the Pink Horse y In a Lonely Place han sido llevadas a la pantalla. Ganó un Edgard en 1950 por su obra crítica y un Grand Master en 1978.

Barry Jones es inglés y su debut en este libro es el inicio de lo que promete ser una carrera literaria muy productiva.

Stephen King es el inmensamente popular escritor de obras de suspense y terror, cuyas novelas de ritmo y venta rápidos se centran en personajes bien definidos. Ha escrito en colaboración con Peter Straub novelas de tema fantástico y sobrenatural ambientadas en la época actual. La hora del vampiro y El Resplandor son sus primeros best-sellers y las más recientes, It y Misery, reiteran su popularidad como escritor.

Peter Lovesey nació en Inglaterra en 1936. Es muy conocido por sus personajes del sargento Cribb y el agente Thackeray, protagonistas de todas sus novelas de intrincado argumento. Como en el caso de Lillian de la Torre, también se trata del avatar de un detective histórico, y centra el tema de sus libros en el sistema de clases, las instituciones y las costumbres victorianas. En 1979 ganó el premio de la Crime Writers Association Silver Dagger.

Stuart M. Kaminsky nació en 1934. Sirvió en el ejército americano y luego se convirtió en el Director de la Oficina de Información Pública de la Universidad de Chicago. Además de los misterios de su popular detective Toby Peters, domina el campo de los media, y ha escrito libros, entre otros temas, sobre el proceso de realización de una película, con Clint Eastwood y John Huston.

John Lutz nació en América y trabajó en diversas ocupaciones antes de convertirse en escritor en 1975. Ha escrito más de 100 relatos, la mayoría publicados en el«Alfred Hitchcock’s Mistery Magazine». Mail Order y Understanding Electricity son considerados sus mejores relatos, y su estilo denota un alto nivel literario.

Gary Alan Ruse nació en 1946. Escribe ciencia ficción y fantasía además de misterio. Sus principales libros son Houndstooth, A Game of Titans y The Gods of Cerus Major.

Edward Wellen es un veterano escritor de misterio que manifiesta su talento satírico en los géneros de ciencia ficción y misterio.

ARCHIVOS DE BAKER STREET

LA MOMIA ANALFABETA DEL CRAIG MUSEUM
EL ANARQUISTA INCOMPRENSIBLE DE PICCADILLY CIRCUS

ENRIQUE JARDIEL PONCELA

© Herederos de Enrique Jardiel Poncela

LA MOMIA ANALFABETA DEI CRAIG MUSEUM – Enrique Jardiel Poncela

PROEMIO

Voy a contar una de las famosas historias en la que el genio de Sherlock Holmes se mostró más esplendoroso.

Tan esplendoroso, que en esta ocasión Holmes no tuvo necesidad de moverse de su pisito de Baker Street para dar con la solución del enigma que le presentó míster Horacio Craig, de Ceilán.

Verán ustedes canela.

HOLMES AVERIGUA QUIÉN ES CRAIG

A las siete en punto de la tarde, cuando los primeros voceadores del Worker se refugiaban en los bares de Upper Tames Street a jugar al marro, Sherlock Holmes me llamó a su habitación.

Comparecí rápidamente suponiendo que sucedía algo grave; y, en efecto, el problema era de alivio: Sherlock se había roto en seis trozos los cordones de sus zapatos.

Durante varios minutos le ayudé a luchar contra el Destino, pero ambos fracasamos visiblemente, y, de no haber acudido la señora Padmore en nuestro auxilio, brindándonos la brillante idea de pegar el zapato al calcetín, es posible que Sherlock no hubiera figurado nunca en el tomo de la H de la Enciclopedia Espasa, donde, como se sabe, no figura.

Se retiraba la señora Padmore hacia el pasillo, cuando se abrió de súbito una de las ventanas y un personaje ignoto irrumpió en la estancia, como irrumpen los clavos en la tela de los pantalones el día que estrenamos traje. Era un caballero de unos cincuenta años bisiestos, con aire de perro de trineo.

Nada más entrar, gritó con voz fuerte y derrumbándose en un sillón:

– ¡Soy Craig!

Y agregó ya más débilmente:

– ¡Soy Craig!

Y dijo, por fin, con acento desfallecido:

– Soy Craig, señor Holmes… Soy Craig, Craig… ¿Sabe usted? Craig…

A continuación se puso amarillo, luego verde, luego morado, y, desplomándose del todo, se desmayó lo mejor que pudo.

Holmes me cogió por un brazo, señaló al visitante, y me dijo gravemente:

– Harry… Este señor es Craig.

Pero la cosa no me extrañó en modo alguno; estaba yo habituado a la continua perspicacia de Sherlock.

TRABAJOS ARQUEOLÓGICOS

El maestro añadió después:

Acércame el tablero de ajedrez, Harry. Vamos a echar una partidita para esperar sin aburrirnos a que vuelva en sí míster Craig.

Obedecí con cierto temblor nervioso, ya que la sangre fría de Sherlock siempre me producía una emoción indescriptible. Jugamos tres partidas, las cuales ganó Holmes como siempre, pues su extraordinaria habilidad manual le permitía cambiar las fichas de casilla cuando le daba la gana, sin que nadie lo advirtiese, y yo me armaba unos líos como para nombrar abogado y pegarme después un tiro, que es lo que hace la gente en esos casos.

Al final de la partida número tres, Craig se decidió, por fin, a volver del desvanecimiento y fue entonces cuando Holmes se sepultó en su diván favorito, cerró los ojos y exclamó:

– Hable usted, míster Craig. Espero el relato de los tremendos acontecimientos que le hacen acudir en mi auxilio.

Y Horacio Craig, con voz de barítono rumano, contó lo siguiente:

– Como usted sabe, señor Holmes, desde los primeros balbuceos infantiles he dedicado mi vida al estudio del arte y de la civilización egipcios. Conozco aquel país mejor que los cocodrilos, y mi entusiasmo de egiptólogo es tan intenso, que me hablan de un faraón nuevo y engordo once kilos. Toda Inglaterra, y casi todo el mundo, conoce al dedillo los viajes que he llevado a cabo por el Bajo Egipto, el Alto Egipto y la provincia de Gerona. He ido desde…

– Suprima los detalles kilométricos y cíñase al asunto -le interrumpió Holmes.